En las últimas semanas varios testimonios sobre la relación entre los duques de Windsor, entre Wallis Simpson y Eduardo VIII, han resultado muy llamativos y reveladores. Uno proviene de unos archivos del gobierno británico que han sido desclasificados, otro de la enfermera que estuvo con el exmonarca antes de morir y, el más ilustrativo, el mayordomo que trabajó para ellos durante años y que escribió unas memorias que ahora se han subastado por 5.000 libras esterlinas.

En ellas, Alan Fisher narra cómo entró a formar parte de los trabajadores de la casa de los duques con tan sólo 25 años, en 1954, y cómo su esposa Norma se convirtió en la criada de la duquesa. En aquel momento, ya llevaban más de veinte años casados y más de dos décadas manteniéndose en el centro del foco mediático tras la abdicación de Eduardo en favor de su hermano Jorge.

Según cuenta este mayordomo,y recoge The Daily Mail, aunque al principio Wallis Simpson parecía cálida y amable fue derivando en alguien "frío y despiadado". "Ella nunca habría sido feliz con ser llamada 'Reina Consorte', 'Reina Dictadora' le sentaba mejor", escribió aunque también aclaró que le enseñó todo lo que alguien en su puesto debía saber: "Tenía un gusto impecable, era impecable en su forma de vestir y de vivir su vida. Era muy consciente de que estaba viviendo una parte de la historia". 

Pero, aunque supiese de su importancia le habría gustado que esta fuera mayor. "Hubo muchos momentos en sus vidas en los que ella lo miró y pensó en todo lo que podría haber sido. Eso la amargó muchísimo", añadió y continuó escribiendo que "él estaba enamorado de ella el cien por ciento del tiempo pero ella no estaba de ninguna manera enamorada de él. Muchas de sus acciones lo expresaron de manera muy violenta y contrastaban con la fachada de amor que mantenía públicamente".

Y se centra en los últimos días de vida del duque de Windsor. Recuerda cómo Wallis Simpson no dejó de dar grandes cenas mientras su marido agonizaba en la cama, que no tuvo ni un sólo gesto de cariño hacia él y esto quizás tenga algo que ver lo que reveló la enfermera que estuvo con Eduardo VIII durante aquella enfermedad.

Julie Alexander, en el documental La verdadera corona: en las entrañas de la casa de Windsor, aseguró que Isabel II fue a visitar a su tío el 18 de mayo de 1972, cuando le faltaba algo más de una semana para morir. Él se vistió acorde a la posición de su sobrina, se tapó las vías, dignificó una imagen que no consideró adecuada que viese la Reina de Inglaterra y le pidió un favor. Quería que le otorgase a su mujer el título de alteza real, algo por lo que llevaba luchando décadas.

"La reina le dijo que no. Dijo que no, incluso en aquel día tan triste. Creo que aquello le rompió el corazón. Eso es lo que él quiso, que ella tuviera aquel título. No concedérselo fue como una bofetada", aseguró Alexander en ese documental. Y debió de ser doble, porque Wallis volvió a considerar aquello un síntoma de debilidad en su marido.

Porque el título, y no solo ese, sino el de Reina, es el que dicen que ella siempre anhelo y que tras saber que Eduardo VIII no iba a conseguir casarse con ella y mantener el trono, ella dudó en seguir con la relación. Tal y cómo desveló el Daily Mail el biógrafo Christopher Wilson, que tuvo acceso a un documento desclasificado, un alto funcionario del gobierno británico se reunió con Theodore Goddard, el abogado de Wallis Simpson, tan solo tres días antes de que éste abdicara.

Al parecer, la conversación comenzó con temas banales pero al cabo de un rato Goddard lanzó la bomba. Tal y cómo dice en el documento: "Descubrí que su abogado lo que me estaba diciendo en realidad era qué precio se le podía pagar a la señora Simpson por quitarse de en medio". A lo que Wilson añade que "el alto funcionario, curtido en muchas crisis de Gobierno, se quedó sin palabras ante la idea de ofrecer un pago masivo para deshacerse del problema". Por lo que Goddard no tardó en recular y en no volver a mencionar el tema.

El principio del fin de Eduardo VIII

Pero volvamos al principio. Aquella historia de amor había comenzado cinco años antes. En el mes de enero de 1931 cuando el entonces príncipe de Gales había conocido a Wallis Simpson. Aquel momento fue narrado por Eduardo a su biógrafo, Marguerite Tippett, y este lo publicó en el libro Once a King: The Lost Memoir of Edward VIII. "En una noche húmeda, fría y con mucha niebla conocí a la duquesa en casa de un amigo común en Melton Mowbray. (...)Me impresionó de inmediato su vivacidad, su ingenio y sus inteligentes réplicas. Admiré especialmente su total franqueza. Si no estaba de acuerdo con alguien, lo decía, y yo lo encontraba raro, debido a las circunstancias de mi posición, especialmente entre mis amigos británicos".

También que se enamoró de ella cuando Wallis aún estaba casada. "Me enamoré de la duquesa dos años antes de la abdicación. Sucedió en un restaurante, sin negocios frívolos, la edad de mi lado. Ella había sembrado en mí una vena salvaje. Sabía que me estaba enamorando de la esposa de otro hombre pero lo notable del amor es que sucede antes de que uno se dé cuenta", le aseguró..

A partir de entonces, la historia es bien conocida. Ella, separada ya en dos ocasiones, supuso un quebradero de cabeza para la monarquía británica que no concebía en aquel momento, hablamos de los años treinta del siglo pasado, un enlace de su Rey con una mujer del pueblo y de esas características.

Y todo empeoró cuando el mismo día de su coronación, tras la muerte de Jorge V, el 20 de enero de 1936, hizo caso omiso al protocolo y apareció en el balcón del palacio de St James con Wallis Simpson, aún casada legalmente con su segundo marido, de la mano.

Aquel momento fue clave para que tanto los conservadores como la prensa internacional comenzaron a acorralarlos. Wallis tuvo que salir del país y él pasó muchos meses intentando convencer al gobierno británico de la no tan mala idea de casarse con ella. No sirvió de nada, ni siquiera su madre y sus hermanos apoyaron su decisión y al final, el 10 de diciembre de 1936, abdicó por amor.