No nació ni creció pensando en que podría ser reina pero acabó siendo una de las más importantes de Europa. Su historia, la de Isabel la Católica (1451-1504), siempre se relaciona con la devoción, con la piedad y la misericordia. También con la unión de los reinos y la expansión de Castilla, pero no todo es lo que parece o más bien no todo es lo que recordamos de su historia.

La gran reina de Europa nació del segundo matrimonio de su padre con Isabel de Portugal y vivió su infancia sin tener en mente llevar la corona sobre su cabeza. Como explican en el documental de RTVE que le dedicaron a su figura dentro de Mujeres en la historia, su padre, Juan II, no pensó en ningún momento en ella para ser su sucesora y por eso no la educó para ello.

"No existe atisbo ninguno para que Juan II dudase sobre la línea de sucesión en la Corona. Por el contrario, este extremo quedó bien perfilado en el testamento: la sucesión plena recaería sobre su primogénito Enrique. Caso de no dejar descendencia legítima, masculina o femenina, la Corona pasaría al infante Alfonso. Caso de fallecer Enrique y Alfonso, este último antes de los catorce años o después, pero sin dejar descendencia legítima… 'en tal caso aya e herede los dichos mis regnos la dicha Infanta doña Isabel e sus descendientes legítimos'", recoge el historiador Tarsicio de Azcona en su libro Isabel la Católica. Vida y reinado.

Y añade que en el testamento de Juan II, "Isabel quedó muy rebajada por su padre en relación con su hermano Alfonso. No se puede decir que resultase discriminada, pero sí disminuida por su condición de mujer, no llamada a la sucesión".

Algo en lo que está de acuerdo María Jesús Rubio, escritora e historiadora, aunque matiza cómo fue su educación. "Nadie pensó que iba a llegar a reina porque tenía delante a dos personas más la descendencia que estos pudieran tener, pero recibió una educación excelente", asegura y explica que tuvo grandísimos tutores que fortalecieron su educación humanista, lo que provocó que ella siempre viese en la cultura el poso necesario para cualquier decisión.

Llegó a un pacto con el Rey para que la nombre princesa de Asturias y heredera, prometiéndole no darle problemas durante su reinado y no casarse sin su consentimiento

Recuerda también que era una mujer con un alto concepto de sí misma y con una gran ambición de estado. Por eso, cuando vio que tenía opciones de acceder al trono, no dudó. Pero, para ello, tuvieron que ocurrir varios acontecimientos: tras la muerte de Juan II la nobleza se posicionó a favor del infante Alfonso y en contra de Enrique IV de Castilla, cuya hija Juana fue considerada ilegítima (de ahí el apodo de la Beltraneja), pero el infante murió, dicen que envenenado, y empezaron a mirar hacia Isabel. Como explicó Tarsicio de Azcona, "los matrimonios de Enrique, al que llamaban El Impotente, con Blanca de Navarra y con Juana de Portugal; el primero, infértil; el segundo, con una hija desechada por la revolución castellana, son vitales en el tema sucesorio".

"Pero Isabel no llega a un acuerdo con la nobleza, no quiere tener un enfrentamiento directo con su hermano y tampoco pretende depender de los nobles así que lo que hace es llegar a un pacto con el Rey. Este sabía los problemas que iba a tener la Beltraneja para reinar, porque no era considera legítima, así que nombra a su hermana princesa de Asturias y heredera y ella promete no darle problemas durante su reinado", explican en este documental. Un pacto que es conocido por todos, el de los Toros de Guisando, en el que firman un acuerdo en el que se incluye que Isabel no podrá casarse sin permiso de Enrique IV, aunque ella no tardará en incumplirlo.

Porque, ya nombrada princesa de Asturias, su matrimonio era de vital importancia para la Corona. Así que su hermano intentó acordar un enlace con Carlos de Viana y más tarde con Alfonso V de Portugal, siempre pensando en lo mejor para su reinado, pero Isabel tenía sus propios planes. Como explicó el historiador Raúl Melgosa, en una conferencia sobre la monarca, "ella sabía que el heredero varón más cercano a su hermano era Fernando de Aragón por lo que vio en un matrimonio con su primo la mejor manera de apuntalar su posición y colocar a su lado al que podría, en algún momento, pedir el trono".

Pero aquella unión no fue bien vista por Enrique IV, así que decidieron llevarla a cabo en secreto. Para ello, tenían que pedir la aprobación del Papa, [recordemos que eran primos hermanos], pero éste, muy cercano al rey castellano, no se la concedió. "Este matrimonio tenía muchas trampas, Isabel era menor de edad, con 18 años en esa época aún lo eras, y había prometido y firmado no casarse sin consentimiento del rey si quería mantener la sucesión al trono castellano. El Papa negó el permiso para que se casarán, por lo que ella decidió falsificar la dispensa papal", asegura la periodista Nieves Concostrina en su programa Acontece que no es poco, de la Cadena Ser, sobre este matrimonio. Y apunta que ni el Rey ni Dios fueron capaces de parar la ambición de Isabel.

No tuvo que ser fácil para ella, que era muy católica, que la excomulgaran. Además, en aquel momento no sólo era una cuestión de fe sino también política

Para crear ese documento contaron con el arzobispo de Toledo, Alonso Carrillo, quién, dice la periodista, tomó la decisión de crear esta dispensa papal pero no con la firma del Papa de aquel momento, Pablo II, sino con la firma del anterior, de Pío II, que había muerto cinco años antes. Así, el 19 de octubre de 1469, la princesa Isabel y Fernando, rey de Sicilia y príncipe de Aragón, se casaron en una ceremonia mínima y secreta en Valladolid.

Y aquello tuvo consecuencias. El Papa descubrió el engaño y los excomulgó, haciendo de aquel matrimonio un pecado. "No tuvo que ser fácil para ella, que era muy católica. Además, tardaron un tiempo en arreglar su situación. En aquel momento no sólo era una cuestión de fe sino también política: si Roma no aprobaba aquel enlace y ella estaba excomulgada era muy difícil que fuese la reina de Castilla", explica Rubio.

Pero encontraron una solución. Tras la muerte de Pablo II y la llegada de Sixto IV, y gracias a la intermediación de Rodrigo Borgia, que era afín a Isabel; este hizo una bula legitimando el matrimonio con efecto retroactivo. Entretanto, la hija de Enrique, la conocida como la Beltraneja, se posicionó como la verdadera heredera tras esa afrenta al acuerdo con su padre alegando que Isabel había perdido todos sus derechos. Pero no consiguió desprestigiarla lo suficiente.

Además, tras la muerte de Enrique IV, en 1474, Isabel fue más rápida, más lista y tuvo mejor posición para asumir el trono, algo que hizo sin consultar con nadie. "Ella tiene una cabeza de estado y la capacidad de ser una mujer de estado. Entiende sus opciones, por su propio bien y por el propio bien de Castilla. Tomó el trono al asalto con mucha ambición de estado", añade Rubio que también explica que no consultó con su marido en ningún momento. "Tenía un concepto muy libre de ella misma, de lo que tenía que hacer, lo que le provocó alguna discusión con Fernando pero no la achantó nunca".

Era una muchacha de poco más de 20 años que llega al trono con una idea muy clara: restaurar la autoridad del Estado. Y lo hizo

Joseph Pérez, hispanista francés, asegura que "era una muchacha de poco más de 20 años que llega al trono con una idea muy clara: restaurar la autoridad del Estado. Y lo hizo". "Las crónicas hablan con muchísimo respeto y muy bien de ella, dicen que era una mujer que se dejaba aconsejar, que se quitó de en medio a la nobleza y se rodeó de juristas, algunos de ellos judíos conversos, de personas eficaces. Todas las personas que la rodearon fueron cultas porque ella creía que a mayor cultura, mayor eficacia", afirma Rubio.

Tarsicio de Azcona asegura en su biografía que la reina católica "fue ejemplo de príncipe perfecto en mujer". "Ella estuvo junto a su marido y le ayudó, 'aquella gran Princesa, que siendo muger, excedió los límites de varón', afirmaba Baltasar Gracián, el apologista del político Fernando. El Dr. Gregorio Marañón profundizó en este rasgo varonil de Isabel y no dudó en afirmar que en ella, mujer, recayó el aliento viril que faltó a su hermano Enrique IV de Castilla. Se aprecia que el eminente endocrinólogo no quiere airear este rasgo, pero analiza el caso y lo diagnostica como una recia contextura viril", añade.

También que aunque aquel matrimonio fue en un primer momento político, luego sí que hubo cierto enamoramiento, lo que provocó bastantes conflictos a la Reina. El escritor Lucio Marini recordaría que "amaba apasionadamente al Rey, hasta el punto de que los celos la tenían atenta y al acecho de cualquier insidia e infidelidad que pudiera producirse en su casa o en la corte para alejarla con prudencia y reserva".

Tuvo una vida muy compleja: la muerte de sus hijos, dejar a una Juana inestable y que Fernando la podía fastidiar. Fue una mujer con más conciencia de estado que Fernando

Y la historiadora María José Rubio asegura que "las crónicas hablan de los tremendos celos de ella, es una cosa muy interesante, porque se casan sin conocerse pero crean un amor. Los celos, en efecto, la desgracian. Tuvo una vida muy compleja: la muerte de sus hijos, dejar a una Juana inestable y que Fernando la podía fastidiar. Fue una mujer con más conciencia de estado que Fernando, por eso se dice que 'El mejor rey de España fue una mujer'".

Afirma que fue una gran líder, con un enorme concepto de sí misma como mujer y segura de su libertad. "Fue una reina que defendió su derecho a ser educada y a educar a otras mujeres, así lo hizo con sus hijas que fueron las princesas más cultas de Europa. Además, es muy interesante como trata a los indígenas, ella prohíbe que se les esclavice y hace una ley para que si un castellano viola a una mujer tenga que casarse con ella, algo moderno para la época en una Europa que no tenía esa mentalidad".

Y añade que fue ella la que se inventó "el estado moderno, la unidad territorial, la unidad política, las relaciones externas a través de matrimonios y una administración eficaz". Y que, sobre todo, "no se deja pisotear por nadie". Aunque su marido casi echa por tierra todo su trabajo, pese que ella intentó impedirlo a toda costa cuando supo que los días se le iban agotando.

Así es como empieza el documental de RTVE, explicando el miedo que le entró a Isabel la Católica por el futuro de lo que había creado junto a su marido durante sus reinados. Con su hijo varón muerto y con Juana como heredera, empezó a temer que Fernando pueda volverse a casar para engendrar un hijo varón, esta vez legítimo (porque el monarca aragonés tenía varios fuera del matrimonio), que heredara la corona de Aragón. Y no iba desencaminada. Tras su muerte, en 1504, se casó con Germana de Foix con la que tuvo un hijo que murió al poco tiempo.

"Debió ser por un ataque de ego brutal. Se vio desplazado y cometió una torpeza enorme, si su hijo llega a sobrevivir estaríamos hablando de otra situación totalmente distinta. No tenía ningún sentido deshacer la obra monumental en la que llevaban años trabajando", sentencia Rubio.