El gran emperador de Francia. El hombre adorado por casi todos que acabó repudiado por la mayoría. El corso bajito que conquistó el poder y que cambió para siempre la historia de nuestro país vecino. También el dictador, el asesino y el chico con una ambición desmedida. Pero ni los claros son tan claros ni los oscuros tan oscuros en la vida de Napoleón Bonaparte, del militar que se coronó ante 400 músicos en Notre Dame asegurando que había encontrado la corona de Francia en el arroyo y la había recogido, del que gobernó a más de 60 millones de personas y cayó tan rápido como había alcanzado la cima. El que tiene no una sino dos tumbas que reflejan su dualidad.
Son muchos los documentales, las biografías, incluso las películas que han convertido al francés en toda una leyenda. Como escribió Jean Tulard en 2012, "inspiró más libros que días hayan transcurrido desde su muerte". Pero hay que comenzar por el principio, por cómo llegó a ser quién fue, para responder a la pregunta que tantas veces se ha puesto sobre la mesa, ¿fue un héroe o un psicópata? ¿O una mezcla de ambos?
"Nací cuando Córcega moría, 30.000 franceses se abrazan en nuestras costas ahogando el torno de la libertad en olas de sangre"
Napoleón Bonaparte no nació como tal sino como Napoleone Buonaparte el 15 de agosto de 1769 en Córcega, justo cuando los franceses habían ocupado la isla y la habían hecho suya. Hijo de dos corsos independentistas, definió así su llegada al mundo: "Nací cuando Córcega moría, 30.000 franceses se abrazan en nuestras costas ahogando el torno de la libertad en olas de sangre".
Estas palabras las recoge el director David Grubin en su documental sobre la figura del emperador, el que asegura que este pasó su infancia "odiando a Francia" y pagándolo con su padre, que aunque había luchado a favor de los corsos se había cambiado de bando cuando vio que los franceses ya ondeaban su bandera. "Napoleón siempre guardó rencor a su padre por haberse sometido y dejó sus oraciones para su madre", explican.
Porque fue ella, y así lo cuentan estudios de otros grandes hombres que también estuvieron condicionados por su figura materna, la que le introdujo la semilla de ser más grande que los demás, de dominarlos a todos. "Vive obsesionado con su madre, la adoraba como a nadie, era una pequeña mujer decidida y dura de carácter. Napoleón decidía que todo su éxito se debía al entrenamiento que recibió de ella: dura y austera, siempre hablando del sacrificio y la disciplina", aseguran y añaden que él la llegó a definir como "una mujer con cabeza de hombre" y que fue la que le inculcó la gran ambición que siempre le caracterizó.
Y por la que en cuanto pudo irse a estudiar a Francia, aunque era absolutamente antifrancés, lo hizo y aprovechó cada segundo de su formación. Apareció gracias a una beca en 1779 en la escuela militar de Brienne-le-Château, tenía apenas nueve años, era bajo de estatura y estaba acostumbrado a otro tipo de clima. "Él se veía como corso, como el pueblo que había sido conquistado, y no hablaba bien el francés así que no hizo muchos amigos", comentan pero explican que no le importó demasiado porque él sólo pensaba en su futuro.
Pasó cinco años sin vacaciones, sin volver a casa y con dieciséis entró en la Real Escuela Militar parisina del Campo de Marte. Fue allí donde empezó a leer biografías militares, dónde encontró en Francia un país que cada vez le gustaba más y donde cambió su opinión sobre los que un día le habían quitado su isla. Además, se vio influenciado por los filósofos de las luces, algo que le condicionaría más adelante cuando sus ideas fueron cruciales en el destino de Francia.
"Callado, solitario, egoísta, orgulloso, ambicioso. Aspira a todo, llegará lejos en circunstancias favorables..."
Y ya mostró su carácter. Así le definió uno de sus profesores de entonces: "Callado, solitario, egoísta, orgulloso, ambicioso. Aspira a todo, llegará lejos en circunstancias favorables...", y esas condiciones beneficiosas para él llegaron más o menos pronto. En 1785 murió su padre, lo que para él supuso una época de sentimientos encontrados, y él entró, a los pocos meses, a formar parte del regimiento de La Fére en Valence. Una buena noticia que se transformó poco a poco en una losa. Bonaparte vio cómo los ascensos, los puestos de poder, estaban reservados para la nobleza, y se desanimó al saber que jamás podrá acceder a ellos.
Pero el 5 de mayo de 1789 se desató la furia del pueblo y la Revolución Francesa llenó las calles de París, lo que al joven Bonaparte, que aunque no había sido un ferviente partidario, le pareció una gran noticia. "Tuvo un impacto casi religioso en él, pensó que iba a abrir la sociedad francesa, que aboliría los privilegios", explican en el documental. Unos privilegios por los que él había dado por perdido acceder a lo alto del escalafón militar. Así que pasó de escribirle a su hermano una carta en la que le decía: "No veo lugar para mi en este mundo", a empezar a ver huecos por los que trepar.
Y así fue, la revolución lo cambió todo para él. Como explicó Andrew Roberts, autor de la biografía Napoleón: una vida, "se convirtió en general a los 26 años, lo cual es increíblemente joven. En parte llegó allí porque la revolución había guillotinado a la mayoría de los generales pero también porque era muy buen soldado". Y añadió que su gran momento llegó en 1795, cuando una insurrección en París quiso acabar con el gobierno para volver a la monarquía. "La aplacó y esto provocó que fuese admirado y que le pusieran al frente del ejército en Italia".
Así fue como se lo describió a su hermano en otra de sus cartas: "El enemigo nos atacó, matamos a muchos, ahora todo está en calma. No puedo sentirme mejor". Unas palabras que son analizadas por los historiadores como una explicación perfecta de su personalidad: ambiciosa y sin compasión. Además, en aquella época ya había conocido a Josefina, antigua amante del general Barrás que este había ido dejando de lado y con la que él comenzó un idilio.
Dicen que a ella le repugnaba Bonaparte, que admitió a alguna amiga que sentía asco cuando le venía desnudo debido a su extrema desnudez y el color amarillento de su piel pero que veía que su cuerpo empezaba a envejecer y que encontró en él un sustento, un clavo al que agarrarse. Así que el mismo año que sustituyó a Barrás como al frente del ejército del Interior también lo sustituyó como amante de esta guapa e inteligente viuda y en 1796 acabaron casándose.
"Era un hombre ambicioso, le encantaba el poder. Amó el poder como el músico ama su música. Hizo todo lo que estaba en su mano para lograr sus propósitos"
Durante su matrimonio, estuvo al frente del regimiento en Italia y luego en en Egipto y Siria donde se labró una gran reputación entre los soldados, al trabajar y vivir como uno más, y fue asumiendo una fuerza dentro del ejército cada vez mayor. "Era un hombre ambicioso, le encantaba el poder. Amó el poder como el músico ama su música. Hizo todo lo que estaba en su mano para lograr sus propósitos", aseguran en el documental donde también cuentan cómo esto creó recelos entre algunos de sus compañeros.
Ambas campañas, la italiana de 1796 a 1797 y la que llevó a cabo en Egipto y Siria aumentaron su reputación y él encontró el momento adecuado para volver a Francia. Fue en 1799, y la historia ya es conocida; Bonaparte, Sieyes y Ducos tomaron el control de una república que consideraron ineficiente y aunque el segundo pretendía manejar el nuevo régimen, nuestro inteligente protagonista le adelantó y se convirtió en la persona más poderosa de Francia, en el primer cónsul. Y, como Julio César, no tardó en convertir ese cargo en vitalicio y en 1804 salió de Notre Dame como emperador de Francia, coronándose casi como rey.
"Yo describo a Napoleón como La Ilustración a caballo, lo que creo que es más útil que equipararlo a monstruosos dictadores modernos, a los que habría despreciado. Por ejemplo, cuando tomó ciudades, dejó a los judíos salir de sus guetos y les concedió libertades religiosas y civiles que se les habían negado durante mucho tiempo. Podemos aprender de las extraordinarias reformas de Napoleón en tantos aspectos de la vida francesa sólo unos pocos años después del periodo del Terror", explicó Andrews en una entrevista al diario El Mundo.
Y añadió que "a Napoleón se le debe, por ejemplo, la consolidación de los principios civiles proclamados por la Revolución Francesa, los mismos que inspiraron los sistemas jurídicos del mundo occidental y que él y sus tropas propagaron por el viejo continente a ritmo de conquista: abolición de privilegios y defensa de la idea de igualdad ante la Ley; promoción de la libertad de culto, secularización...". Aunque todos están de acuerdo en narrar también sus sombras.
Así lo describió Ángeles Caso, autora de Napoleón y Josefina: cartas, en el amor y en la guerra: "Al traducir su correspondencia con Josefina, mi opinión sobre él empeoró. A veces escribe en el mismo párrafo 'hemos tomado tantos cañones, hemos dejado miles de muertos, ay, cómo me gustaría entrar en tu jardín'. Hay en él una gran frialdad por las víctimas, de su bando y del enemigo. Era un psicópata". E incluso amando a Josefina como la amó la abandonó en favor de sus intereses. Ella no podía darle un hijo, así que volvió a casarse con otra mujer, María Luisa de Austria, para poder tener descendencia "real".
"Soy contrario al Napoleón dictatorial, absoluto y totalitario. Tiene a sus espaldas la sangre de millones de personas y el error de la invasión de Rusia"
FRANCISCO VÁZQUEZ
Y, para un reportaje sobre el emperador en el XLSemanal, el político y ex alcalde de A Coruña, Francisco Vázquez, que además posee una colección de miniaturas del francés y más de 300 libros sobre él, también habló de su duplicidad. "Napoleón lleva la ilusión a Europa y goza del apoyo de los pensadores de la época. También hay un Napoleón legislador; impone el Código Civil, el Mercantil, las Cámaras de Comercio; traza las estructuras de las vías de comunicación de Francia… Es admirable su capacidad: es el Julio César moderno. Pero soy contrario al Napoleón dictatorial, absoluto y totalitario. Tiene a sus espaldas la sangre de millones de personas y el error de la invasión de Rusia, donde mueren 500.000 franceses", explica.
Y quizás es por eso por lo que podemos encontrar dos tumbas con su nombre y que nos enseñan sus dos caras. Una en Santa Elena, la isla donde tuvo que exiliarse tras ser derrotada en la Batalla de Waterloo, y otra en Los Inválidos, el gran complejo arquitectónico de París, donde se encuentran sus restos. "Una simboliza la muerte casi anónima de un general que acabó sus días como un proscrito; la otra glorifica para la eternidad al Primer Cónsul de la República y Emperador de los franceses", explica el documental. Donde sentencian que para bien y para mal "no ha vuelto a existir otro hombre como él".
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