Dos años antes de la Guerra Civil se aprobó su construcción pero no fue hasta casi veinte años más tarde cuando consiguió abrir sus puertas. Y lo hizo buscando ayuda en el extranjero. También sin encontrar a ninguna empresa privada que quisiera hacerse cargo de su gestión. La historia del Hipódromo de la Zarzuela no es la del éxito y posterior declive sino más bien la contraria, la de un lugar que comenzó con el pie izquierdo y que ahora ha conseguido ser un icono arquitectónico de la capital que se llena en primavera y verano gracias, aunque no solo, a las competiciones de caballos.

Todo empezó cuando, tras la aprobación del plan Zuazo de ordenación urbanística, hubo que cambiar el hipódromo de Madrid de ubicación. Este se encontraba en el paseo de la Castellana, donde ahora se ubica Nuevos Ministerios, y el gobierno de la II República buscó una localización distinta para poder albergar este proyecto. La encontró en la carretera de la Coruña, a las afueras de la ciudad, en unos terrenos que pertenecían a Patrimonio Nacional.

Para llevar a cabo el proyecto, se convocó un concurso al que se presentaron nueve equipos técnicos. "Resultó ganador el proyecto del ingeniero Torroja y los arquitectos Arniches y Domínguez, que se inspiraron en el hipódromo de San Siro de Milán", asegura la organización, que sigue siendo estatal, en su página web. Y no tardaron en ponerse a ello, en 1935 comenzaron las obras con un presupuesto de tres millones de euros.

"Tras la contienda, el hipódromo no era más que un montón de ruinas ya que se encontraba en pleno frente de Madrid"

Pero el país se paralizó tan solo un año más tarde y el Hipódromo, que estaba casi terminado en julio de 1936, no superó la Guerra Civil. "Tras la contienda, no era más que un montón de ruinas ya que se encontraba en pleno frente de Madrid", aseguran. Pero una vez que Franco se hizo con el poder, no tardó en dictar un decreto ley por el que cedía los terrenos a la Sociedad de Fomento y Cría Caballar de España que se propuso rehabilitarlo con Torroja a los mandos, ya que Arniches y Domínguez habían tenido que exiliarse. Al final, abrió sus puertas tan sólo un año más tarde, el 4 de mayo de 1941, bajo la idea inicial aunque con las instalaciones mínimas.

El concepto arquitectónico era bastante novedoso para la época y ahora, parte de este complejo, es considerado como una de las obras maestras de la arquitectura del siglo XX. Enmarcado dentro del racionalismo madrileño, fue la última gran construcción de la II República, y llamó la atención de gran parte del gremio. "El Hipódromo es de una belleza singular destacando la construcción de las viseras de las tribunas, un espléndido, novedoso y muy premiado proyecto del ingeniero de caminos Torroja, responsable de la realización de importantes edificios civiles en los años treinta y especialista en el estudio de nuevos materiales de gran resistencia, especialmente el hormigón armado", explican desde la organización.

Varias fotografías de las gradas del Hipódromo de la Zarzuela de Madrid. HIPÓDROMO DE LA ZARZUELA.

Y destacan que su principal novedad fue la cubierta de la tribuna. Esta, de sólo cinco centímetros de grosor, es de láminas de hormigón armado y "soporta todos los esfuerzos sin nervios ni refuerzos, simplemente con un anclaje posterior de tirantes, separados por cinco metros". Es decir, una lámina ondulada de hormigón casi suspendida que mide algo menos de 13 metros de largo.

Así explicó Torroja, para la revista de Obras Públicas justo después de su inauguración, cómo había creado estas cubiertas laminares. "Ellas no son ni la obra de un genio ni el resultado de una idea maravillosa o de una momentánea inspiración, son simplemente el resultado de un estudio de la evolución anterior de las formas del hormigón armado", aseguró.

"No era un monumento y se van haciendo obras, creación de entreplantas, almacenes, despachos… según se necesitan, de forma desordenada"

Aunque no se respetaron cómo él esperaba. Durante aquellos primeros años, donde hubo que traer caballos del extranjero porque la cabaña caballar española estaba en mínimos tras la Guerra Civil, este lugar vivió un momento de esplendor pero también fue modificado para adaptarse a las necesidades que iban surgiendo.

Así lo explicó el entonces subdirector de obras del Hipódromo de la Zarzuela, Carlos Pozo, en una entrevista para Idealista: "No era un monumento y se van haciendo obras, creación de entreplantas, almacenes, despachos… según se necesitan, de forma desordenada". Y aunque en los ochenta el Ministerio de Cultura comenzó con los trámites para declararlo Bien de Interés Cultural, siguieron transformándolo sin tener en cuenta la estructura original. Hasta agujerean la cubierta para hacer una chimenea.

Además, la Sociedad de Fomento y Cría Caballar de España, a la que Franco le había cedido la explotación, entró en quiebra en 1992 y pidió a Patrimonio Nacional un traspaso de la concesión. Esta cayó en manos de la empresa Hipódromo de Madrid S.A, de Enrique Sarasola, que en 1997 se declaró en suspensión de pagos y tuvo que cerrar las puertas del Hipódromo tras más de medio siglo ininterrumpido de torneos.

Fue un gran palo y Patrimonio buscó otra empresa a la que adjudicar la concesión. Convocó dos concursos en 2001 pero estos no llegaron a buen puerto. No fue hasta 2003 cuando el grupo Hipódromo de La Zarzuela S.A, creado para la gestión del mismo, y Patrimonio Nacional llegaron a un acuerdo por el que estos tienen el derecho a la explotación integral de la finca hasta 2028.

Antes de abrirlo, en octubre de 2005, se puso en marcha un proyecto de rehabilitación que fue llevado a cabo por Junquera Arquitectos. Las obras corrían a cargo de Fomento, que se hizo cargo del 48% del coste, y Hipódromo de La Zarzuela S.A, que asumió el 52%. La intención era devolver el lugar a su estado original, al de 1936.

Antes y después de la rehabilitación del Hipódromo de la Zarzuela de Madrid. MINISTERIO DE FOMENTO.

"El proyecto propone la recuperación del esquema funcional y el modelo de ordenación del proyecto de 1934, en cuanto al edificio principal y espacios exteriores de su entorno y limitado a la parte arquitectónica. Se realizarán todas las obras necesarias para recuperar la singularidad de las tribunas, tanto la individual, con la eliminación de todos los añadidos que degradan los espacios interiores, como la de conjunto, al eliminar la grada de abonados y la galería de acceso al restaurante sur", explicaron desde Fomento tras la adjudicación de la obras.

Así que se llevaron a cabo tanto la restauración de las marquesinas, que habían sido dañadas por las construcciones que se habían realizado durante los años cincuenta, sesenta, setenta y ochenta; y también por el paso del tiempo, como de las tribunas. Pero al empezar la rehabilitación, y tras investigar sobre la construcción, se dieron cuenta que había importantes daños estructurales por lo que hubo que priorizar las obras de consolidación y reparación.

"El proyecto propone la recuperación del esquema funcional y el modelo de ordenación del proyecto de 1934, en cuanto al edificio principal y espacios exteriores de su entorno"

Además, mientras ellos trabajaban en su reconstrucción, el Ministerio de Cultura por fin catalogó, en 2009, las tribunas como BIC en categoría de monumento. Al final, acabaron en 2016 con los últimos detalles y el edificio permanece intacto desde entonces. Aunque con algún que otro cambio.

Han hecho del recinto no sólo un lugar para las carreras de caballos sino que se ha abierto un museo en honor al ingeniero Torroja, ubicado bajo las tribunas norte del edificio, y una biblioteca que abrió sus puertas en 2017 tras la donación "del fondo documental de Miguel Ángel Ribera Fernández de Heredia, propietario, criador, entrenador y periodista hípico durante toda una vida dedicada a las carreras".