"Pasión gitana, sangre española/cuando estoy contigo a solas", este estribillo del ya fallecido cantautor Manolo Tena me viene a la memoria. Carmen es pasión gitana, es sangre española; estar a solas con Carmen es exponerse al peligro de su seducción. 

Aunque el montaje, perfecto, pasional, sensible, que nos presenta el Ballet Flamenco de Madrid en el Teatro Capitol, no tiene nada que ver con la canción antes mencionada. Solo hablaba de una referencia que se me vino a la mente. 

Vemos una Carmen potente, que se come el escenario y se come a sus pretendientes, aunque al final lo pague caro. Es intenso todo el cuadro flamenco en sí. Enérgicos, eficaces. 

Carmen es atrayente. Carmen es pendenciera, es sensual pero, sobre todo, se considera libre

Mezclando la excelente partitura de G. Bizet con seguirillas, tarantos, boleras, guajiras, tangos, alegrías… nos ofrecen una historia tremenda, la que nos contara Prosper Mérimée en 1845. No por conocida menos formidable y apasionante. 

Carmen es atrayente. Carmen es pendenciera, es sensual pero, sobre todo, se considera libre. Carmen encaramada a los tacones, al ‘zapateao’, al riesgo, a la muerte. 

Y, mientras tanto, cuatro músicos con un excelente sonido de guitarra, cajón y flauta, más la voz del cantaor que estremece desde la penumbra. 

El cuerpo de baile está muy bien conjuntado, creyéndose lo que hacen. Poniendo la misma pasión que en la ficción tienen los personajes. 

La historia, al milímetro, cada pendencia se ejecuta con la sincronización perfecta de los pasos de baile. Hasta la escena de amor resulta elegante.

Llenamos nuestra memoria con estos personajes carismáticos que devoran las pasiones. Vemos en escena esa elegancia sincronizada de coreografías, ópera y flamenco. Escuchamos a través de la música y los bailes la desesperación, la pasión y el amor. Se oyen las voces desagarradas del cante jondo andaluz, al menos en la memoria. Se oye el lamento de la guitarra. Y los enfrentamientos con los 'zapateaos', con los gruesos cayados a modo de un cuadro de Goya. 

Veo manos que hablan, pies que sienten, ojos que lloran. Veo abanicos que sugieren, veo uniformes que controlan, veo ondear faralaes al viento de la libertad. Veo belleza en las formas, veo celos en un diálogo de cuerpos, veo la derrota en las conquistas porque nadie puede apropiarse del pensamiento.

Huelo la sangre derramada, huelo el sudor de los bailarines que se entregan sin límites. Huelo la tensión acumulada. Huelo la seducción, el humo de las cigarreras, huelo el viento de las palabras no dichas pero que flotan en la memoria de la historia.

Toco mis labios de sed y bebo de la sonrisa de Carmen. Toco el suelo con mis pies siguiendo el ritmo de los cantes aunque, en mi ignorancia, no sepa distinguir unos de otros. Toco mis ojos para comprobar que no estoy tocando un sueño. 

Saboreo el tiempo detenido. Saboreo cada compás, cada imagen, cada escena. Saboreo los aplausos finales como si fueran todos míos. Saboreo la satisfacción de la gente, el privilegio de asistir a una historia limpia y sin tapujos. Y vuelvo a sentir con los cinco sentidos, las cinco razones por las que Carmen se convierte en mito: su clase obrera, su situación social y su inteligencia, su condición de gitana, su belleza, su sensualidad, su grandeza como mujer y su pasión por la libertad. Quizá sean más de cinco, y es que esta Carmen no puede quedarse en menudencias.

Ficha artística de 'Carmen, de G. Bizet'

  • Compañía ballet flamenco de Madrid
  • Coreografías: Francisco Guerrero y Luciano Ruiz
  • Dirección: Luciano Ruiz
  • Espacio: Teatro Capitol