La reconocida hispanista y pedagoga sueca Inger Enkvist (Suecia, 1947) ha querido entrar en nuestra historia para revisarla. Ha escogido unos años muy específicos de la misma: exactamente del 14 de abril de 1931 al 17 de julio de 1936. Tras una larga investigación, ahora publica en España El naufragio de la Segunda República (Esfera de los Libros), una obra que lleva tiempo disponible en Suecia y que califica aquella época como "una democracia sin demócratas".
Su interés por esta parte de nuestra historia surgió porque le llamaba mucho la atención que "la Segunda República se presente como un ejemplo de democracia". Tras dar una charla sobre este tema en su país, un editor sueco le pidió transformar su discurso en un libro.
Para ella, tal y como asegura en una entrevista a este periódico, "hubo poca conexión con la voluntad de los ciudadanos expresada en elecciones y lo que hicieron los gobiernos. En particular, los que ascendieron al poder después de la proclamación de la República no destacaron por ser democráticos. Tomaron decisiones basadas en su propio criterio y voluntad más que en la voluntad de la población expresada en elecciones".
Y pone el énfasis en que para ella la visión general sobre aquellos años está distorsionada. "La investigación sobre la Segunda República se divide en dos ramas, una que incluye los nuevos datos y otra que se caracteriza por consideraciones ideológicas y a menudo se financia con dinero público", escribe en su libro. Añade durante la conversación que esto "lleva a una tergiversación de la historia que influye negativamente en la capacidad de los ciudadanos de entender cuál es su situación en el mundo".
Enkvist argumenta que "es importante tanto para las personas como para los países no mentirse a sí mismos". "Hay una relación positiva entre un buen desarrollo educativo, económico y cívico y una visión no tergiversada de los datos de la historia del propio país", añade. Algo que afirma no estamos haciendo bien en España.
"Manipulaciones electorales y violencia"
Porque, según la hispanista, "la violencia callejera, las manipulaciones electorales y el odio político mataron una República que terminó por naufragar, llevándose las ilusiones de los españoles y condenando al país a la Guerra Civil".
Aunque evita mencionar demasiado el conflicto español. "Sí, la Segunda República llegó a ser la clave de lo que sucedió después, pero no era necesario que ocurriera lo que ocurrió. He querido evitar partir de la Guerra Civil como algo inevitable. Al revés, creo que se debe estudiar la Segunda República como una advertencia de lo que puede suceder si los políticos con poder toman decisiones basadas en su voluntad de conservar el poder más que en el bien de país", señala.
Y vuelve al tema principal, a lo que más despertó su interés, la visión sesgada sobre aquellos años que dice tener la sociedad. "Me ha llamado mucho la atención que no se hayan denunciado más las maniobras de utilizar unas elecciones municipales para cambiar por completo la forma de organizar el Estado y para dar vía a un nuevo gobierno", comenta, y añade que "no insistir en que se celebrasen unas elecciones generales antes de cambiar de gobierno se podría ver como un gesto 'generoso' por parte de los partidos monárquicos, pero creó un desorden y fue el comienzo de una serie de problemas".
"Desprestigiar moralmente al adversario"
Además, en su libro incide en que aquel periodo estuvo marcado por la falta de una coexistencia pacífica entre la izquierda y la derecha y cómo la primera quiso eliminarla moralmente a la segunda. Dedica bastantes páginas a analizar cómo se creó un método para desprestigiar moralmente al adversario y que éste fue utilizado, sobre todo, por la izquierda.
Narra cómo comenzaron a llamar fascistas "a todo aquel que no estuviese de acuerdo con cualquiera de sus ideas", algo que dice que se ha trasladado al presente. "Hoy se ve mucho y además de fascista se utilizan términos como 'de extrema derecha', 'homófobo' e 'islamófobo'. La intención es eliminar al adversario del espacio público, no física pero moralmente. Se intenta cancelar al otro. Y es llamativo cómo las víctimas de estas maniobras no suelen contestar del mismo modo. Los españoles que no apoyan explícitamente a la izquierda generalmente no han desarrollado una respuesta para tales situaciones y eligen permanecer en silencio", afirma.
Según ella porque temen ser objetivos de campañas de desprestigio. "Un temor no imaginario", alega. "La izquierda actúa como si ella fuera la única opción éticamente aceptable y cree estar justificada al intentar hacer callar o desaparecer al adversario. Ya que la situación es esa, no vivimos en una situación democrática al cien por cien", critica.
Y ataca a las leyes de Memoria Democrática que, "tanto con José Luis Rodríguez Zapatero como con Pedro Sánchez, han puesto la historia al servicio de la política". "Esto quiere decir que los gobiernos manipulan a sus propios ciudadanos. El ideal democrático es que unos ciudadanos educados y con posibilidad de informarse eligen entre los candidatos políticos a los que les parecen los mejores para gobernar. Si los que gobiernan intentan moldear de antemano los cerebros de los votantes, la democracia no funcionará como está pensado. Las elecciones no servirán el propósito de transmitir lo que quiere y necesita la población", sentencia.
Además, asegura que, tras revisar algunos libros de historia de Secundaria, puede decir que esto también se ve en la educación. "Es muy grave que lo que se enseña no sea la verdad, aunque se miente tanto o más por omisión que por comisión", explica. "Es un signo de subdesarrollo no enseñar bien la historia de un país. El daño es profundo, porque ¿cómo van a confiar los jóvenes en un Estado que les enseña datos falsos o medias verdades? Se preguntarán en qué otros campos no es de fiar el Estado. Es enseñar cinismo a los jóvenes", afirma.
En su opinión, en Europa también ocurre en cierta medida porque "hay un ataque por parte de la izquierda a todo lo que es Occidente, y ese ataque se nota en la mayoría de los países occidentales porque los pedagogos y políticos que introdujeron la LOGSE y la pedagogía progresista tienen correligionarios". Sin embargo, insiste en que en España es más llamativo: "Tiene una asignatura pendiente en cuanto a conseguir establecer un relato aceptado por todos de su historia. En particular se trata de la historia del siglo XX".
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