A Nuno da Silva le secuestraron en 1578 en el archipiélago de Cabo Verde, no volvió a estar en libertad hasta abril de 1579 cuando le dejaron en Huatulco, México, y cuando empezó su verdadero calvario. Porque su secuestrador no fue otro que Francis Drake, el pirata bajo bandera inglesa más temido por los españoles, el definido por Lope de Vega, años más tarde, como Satanás, y el que había provocado tantos problemas a la corona que el rey se lo tomó como un asunto personal.
Así que pasó los siguientes años acusado de todo tipo de cargos, desde hereje a traidor, e intentando explicar qué había ocurrido durante el año que había pilotado la nave del inglés y había recorrido medio mundo a su lado. Ahora, el historiador David Salomoni, profesor de la Universidad de Siena, publica Francis Drake. El corsario que desafió a un imperio (Ariel), donde narra parte de su gesta a través de una declaración inédita de Nuño da Silva que encontró por casualidad en Ajuda, Portugal.
"El testimonio del viaje de Nuno da Silva con Francis Drake no es el único que prestó el piloto -que durante años tuvo que someterse a diversos interrogatorios-, pero seguramente sí el más prolijo en detalles: habla de batallas a muerte, abordajes y violentas tempestades en los confines del mundo conocido por aquel entonces", asegura Salomoni. También que es "el primer documento nuevo sobre Drake que ha aparecido en los últimos 70 años" y que se trata de "la declaración que en 1583 Nuno da Silva prestó en Madrid ante el Consejo de las Indias, el órgano administrativo más importante del imperio colonial español".
Y tenemos que volver años atrás para entender por qué se le dio tanta importancia a lo que tenía que decir y a su participación en la nave de Drake. El conflicto entre España e Inglaterra venía de largo y ambos monarcas, Felipe II e Isabel I, habían hecho de esto algo personal. "Fue una de las luchas más dramáticas que tiñeron de sangre el siglo XVI. David contra Goliat. Fue una guerra religiosa donde el enemigo no solo era el adversario sino el Anticristo, con el que no cabía negociar. Los bandos implicados, es decir, católicos y protestantes, estaban convencidos de que luchaban por la verdad y por la salvación de sus propias almas", explica Salomoni.
Así que cuenta cómo cuando Nuno da Silva fue liberado en 1579 en México, tras ser secuestrado un año antes por Drake para "que lo guiase a través del océano Pacífico, pasando por el estrecho de Magallanes, con el fin de asestar un terrible golpe a la América española"; todos los ojos estaban puestos sobre él. "En Huatulco circulaba un rumor: algunos testigos oculares de la liberación de Da Silva aseguraban que Drake había inducido al portugués a cometer actos contra Dios y contra natura. Simón de Miranda, vicario del puerto de Huatulco, escribió: 'un tal Nuno da Silva, que el dicho Francis Drake llevaba consigo, tuvo un trato muy cercano con el dicho inglés que le acariciaba y trataba muy bien, y le sentaba consigo a la mesa'", explica y añade que ese día empezó su calvario.
En México le cogió la Inquisición, que le acusó de hereje y le obligó a salir de las colonias. Luego llegó a la Península y allí tuvo que declarar en bastantes ocasiones, una de ellas, la que ha encontrado el historiador. "Llegó a Sevilla en 1582 y cómo el eco de los dramáticos hechos había llegado hasta Madrid, el rey Felipe II, movido por la curiosidad, dio la orden a los responsables de la Casa de la Contratación de que enviasen a Da Silva a Madrid porque 'deseaba particularmente saber qué tipo de navegación había realizado y descubrir todo lo que había ocurrido'", escribe en el libro Salomoni.
"Describió las tempestades, tan violentas que ningún marinero recordaba haber vivido nada parecido, y explicó cómo se vieron arrastrados prácticamente hasta las puertas del infierno"
Y fue ante él, cuando contó por enésima vez "los eventos que protagonizó entre 1578 y 1579, desde su secuestro en el archipiélago de Cabo Verde hasta su liberación en Huatulco". "Contó cómo guió a ciegas a las naves inglesas a través de la densa niebla de la Patagonia y cómo atravesaron el estrecho de Magallanes. Describió las tempestades del Pacífico austral, tan violentas que ningún marinero recordaba haber vivido nada parecido, y explicó cómo se vieron arrastrados prácticamente hasta las puertas del infierno, hasta los cimientos mismos de la tierra", narra el historiador.
También que "en aquellas latitudes extremas descubrieron un nuevo mar y demostraron así que América y la gran Terra Australis, que algunos conocían como el 'continente magallánico', no estaban simplemente separadas por un canal, sino que en realidad se trataba de dos enormes masas terrestres diferenciadas". "Ante los ojos de sus jueces, abiertos de par en par en una mezcla de temor y fascinación, Da Silva narró los ataques contra los puertos españoles, los abordajes y las sangrientas batallas", asegura.
Y quiso defenderse de las acusaciones de hereje y de ir contra natura. Asegura que su participación en "las liturgias impías" había sido "la única respuesta posible ante las constantes amenazas de muerte a las que estuvo sometido". Aseguró que "jamás se apartó de las enseñanzas de la Santa Madre Iglesia" y que no era "amigo" de Drake, solo le trataba con respeto.
"A la luz de aquella confesión y después de haber examinado todos los informes, relaciones y actas redactados en aquellos años, el Consejo de Indias concluyó que 'el corsario Drake le llevó por la fuerza'"
Y se salvó. Como cuenta Salomoni, "a la luz de aquella confesión y después de haber examinado todos los informes, relaciones y actas redactados en aquellos años, el Consejo de Indias concluyó que 'el corsario Drake le llevó por la fuerza' y que, en consecuencia, no era culpable". El rey decidió dejarle en libertad y prestarle asistencia. Se le concedieron entre diez o doce licencias de esclavos pero el rey puso una condición:
Está bien, y creo que lo sería mirar en ocupar por acá a este piloto en las armadas o flotas que se ofresan, porque si se fuese a su tierra, y quedase con libertad no sabemos lo que había ni con quién navegaría.
Le dejaba libre y sin cargos, pero seguía sin fiarse del todo de él. Como explica Salomoni, al final había sido rehén del hombre más temible para la corona, "de un pirata, de Satanás, de un científico, de un hereje".
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