En una pequeña iglesia a las afueras de Zamora, la de Santiago el Viejo, podemos ver una orgía en la que encontramos hasta un caballo. A una noble a cuatro patas con un hombre a punto de penetrarla por detrás, dos chicos tocándose los genitales y a un montón de gente desnuda. Todas se encuentran en el templete y llevan varios siglos sorprendiendo a los que visitan el lugar. Pero, aunque ahora nos llamen la atención, estas escenas sexuales fueron muy comunes en muchas construcciones religiosas del románico y describen a una sociedad que poco tenía de puritana y que ha llegado a nosotros con una imagen tergiversada.

Ha sido Isabel Mellén, doctora en Filosofía y graduada en Historia del Arte, la que ha querido poner luz sobre ellas, sobre las que aún perduran y sobre las que durante el siglo XX fueron "capadas" por los párrocos o bajo sus órdenes. Empezó a pensar en analizar cómo era el sexo en aquel época al escribir su anterior libro donde quería conocer el papel de las mujeres en la construcción del arte románico y ha acabado publicando El sexo en tiempos del románico (Ariel), donde nos adentra en una sociedad que en temas sexuales no es cómo la imaginábamos e incluso es más abierta que la nuestra.

La historiadora del Arte y filósofa Isabel Mellén. ARIEL

Porque para ellos el sexo, y cuando decimos ellos hablamos de la parte noble de la sociedad, era poder y así quisieron reflejarlo en las iglesias privadas que construían para sus celebraciones. "Tenemos que tener claro que estas imágenes tienen un alto componente propagandístico, no muestran la vida real, nos muestra el ideal. Ellos muestran esa sexualidad desbordante porque hay una cuestión política por detrás", explica Mellén y añade que "los discursos de las clases nobiliarias giran en torno a la eugenesia, a que eran gente diferente a los demás, especial, que habían mantenido la pureza de su sangre. Estaban convencidos de que en el momento de la fecundación no sólo se mezclaban dos sangres sino también los valores de las familias, las gestas de sus ancestros, lo mejor de cada uno. Por eso, el sexo es fundamental, es lo que les permite mantener esta idea".

Y dentro de la importancia de la estirpe, estaba la figura de la mujer como algo imprescindible y por eso aparecen tantas desnudas y con sus órganos sexuales destacados. "Tenemos claro que era una sociedad totalmente patriarcal, el sexo se representa siempre desde su mirada: se usa mucho lo bélico, clavarle una lanza, la caza... Pero también es cierto que pensaban que para que la semilla de la mujer apareciese en el acto sexual era necesario el orgasmo femenino por lo que era esencial que la mujer sintiese placer para quedarse embarazada, así que le ponían cierto empeño", asegura.

También que eran mucho más abiertos a la hora de tener relaciones extramatrimoniales y las daban por sentado también en las mujeres. "Se asumían los bastardos si no eran hijos de la mujer por eso a ellas se les pedía que no se quedasen embarazadas de otras personas. Y aquí entra el famoso amor cortés, que tras mucha tensión sexual acaba en sexo pero nunca en penetración vaginal así que tenían sus trucos", afirma.

Y explica que hay tabúes que tenemos hoy en día de los que ellos carecían. "La cuestión del incesto moderado era muy habitual o el hecho de practicar sexo en público, delante de familiares, el día de su boda. Ahora sería una barrera cultural absoluta. Y tampoco tenían problemas con el cuerpo desnudo, eran sociedades muy liberadas en ese sentido", comenta.

Imágenes de contenido sexual en iglesias del románico.

Pero toda esta "libertad" sexual se topó con la Iglesia y con la reforma que comenzó en el siglo XI. "Es cuando empiezan con la idea del celibato para controlar sus propias filas, para que carezcan de vínculos sentimentales y tengan esa masculinidad diferente a la del resto de hombres de la Edad Media, algo que les hacía superiores. Pero estas medidas tienen escaso éxito en ese momento, la baja nobleza no cambia sus prácticas cotidianas", analiza sobre cómo la reforma tardó en calar pero enfatiza que acabó condicionando por completo nuestra moralidad.

Asegura que son los siglos XIX y XX los más cerrados en torno a la idea del sexo y que asumieron con pudor lo que cientos de años atrás era parte de la normalidad. "Los sesgos de este tipo de religiosidad tan preocupada por el decoro moral y el tabú sexual son propios de los siglos actuales y su desplazamiento hacia el pasado medieval es un anacronismo", escribe en el libro. Y por esa moralidad más puritana es por lo que empiezan los ataques. "Hay imágenes totalmente destrozadas y otras que se han salvado porque estaban demasiado altas. Se ve también cuando vas a una iglesia y está en un estado de conservación maravilloso pero de repente aparece una imagen con un pene destruido u otra de un coito que también ha pasado por el martillo", asegura.

Y afirma que estos actos contra el arte románico han sido llevados a cabo por los párrocos de los pueblos. "Por ellos o gracias a ellos, muchas veces utilizan el sermón para hablar de estas imágenes y decir que tenían que ser destruidas. La principal oleada fue a principios del siglo XX, aunque existen algunos sitios donde no molestó y se han quedado", explica.

También que la destrucción no sólo se ha hecho a martillazos sino usando el relato. "Las imágenes que han perdurado se han explicado desde nuestra óptica y de la mano de hombres que muchas veces veían directos del seminario. Se cambia el mensaje, por ejemplo, de una vulva y se decía que era un jarrón. Quizá no había visto una en su vida y no lo hacía con maldad o sí y no decía que lo era para no parecer un pervertido. Todo se ha hecho intentado buscar religiosidad en elementos que no la tienen. Al final, a veces, para ocultar algo solo hay que decir que no está y todos nos lo creemos", argumenta.