Con el pelo ondulado y alborotado yace Juan de Austria no muy lejos de su padre, el emperador Carlos I. Leal, gran militar y estratega, espadachín y atractivo; el que nació como Jeromín y murió como miembro de la familia real ha pasado a la historia como uno de los personajes más carismáticos de esa época y siempre en contraposición con la austeridad y seriedad de su hermano, el rey Felipe II. Héroe en las Alpujarras y en Lepanto, posible rey de Inglaterra, fiel a su hermano hasta su último suspiro; se le ha tratado como víctima de los recelos del monarca y, aunque hay parte de verdad, como siempre, no todo es lo parece o más bien lo que nos han contado.
No nació como Juan y tampoco como hijo del gran emperador. Lo hizo como Jeromín, en 1547 en Ratisbona, y como miembro de la familia formada por Bárbara Blomberg y Jerónimo Píramo Kegel, del que recibió su nombre y con los que se crió hasta que con tal sólo tres años fue llamado a vivir en España. Primero, durante unos años, en Leganés y luego, bajo la tutela del mayordomo del rey, don Luis de Quijada, en Villagarcía de Campos (Valladolid).
Allí fue educado como un infante y, tras varias visitas al Monasterio de Yuste, descubrió que su padre era el emperador y que había nacido fruto de una relación esporádica que este había tenido con Blomberg. También, que aunque su padre biológico había decidido conocerle y pasar tiempo con él, no tenía la intención de reconocerlo. Por ahora. Porque todo cambió tras la muerte de Carlos I y la sorpresa fue mayúscula para todos. La lectura de codicilo, fechado el 6 de junio de 1554, cambió su vida por completo.
"A la muerte de Isabel de Portugal se quedó viudo y desconsolado. El vació fue evidente y tuvo algunas consecuencias, como sus aventuras amorosas"
En este Carlos I no sólo reconocía su paternidad sino que le pedía a su sucesor, Felipe II, que lo involucrase en la vida familiar. Como explica José Ramón Godino en la conferencia Raíces de Europa, "a la muerte de Isabel de Portugal se quedó viudo y desconsolado. El vació fue evidente y tuvo algunas consecuencias, como sus aventuras amorosas". "Juan de Austria es el más pequeño de sus bastardos y él acaba reconociéndolo y pide que se le cambie el nombre a Juan, en honor a Juana la Loca", añade.
Y su heredero, aunque se pasa un año dándole vueltas a cómo afrontar la petición de su padre, acaba por llevarla a cabo. "Hasta 1559 Felipe II no reconoce a Juan pero en ese momento ya decide hacerse cargo de su educación. Pone a su lado a Luis de Quejada, para que se encargue de su educación, y aunque lo integran en la familia no le dejan ser miembro de pleno derecho y no puede disponer de su futuro y de su destino", añade.
Es en 1562 cuando aparece en los documentos reales la Casa de Don Juan de Austria dentro de los presupuestos. Se le asignan 15.000 ducados, exactamente lo mismo que a la hija de Felipe II, la princesa Juana. El historiador Alfredo Alvar Ezquerra, autor de Austrias: Imperio, poder y sociedad (La Esfera de los Libros), comenta en una entrevista a este periódico que esta situación, que descubrir sus verdaderos orígenes "tuvo que dejar marcas psicológicas en Juan de Austria".
Aunque, lejos de dejarlo en la oscuridad, de enviarlo a la carrera eclesiástica, deciden que estudié junto al hijo del rey, don Carlos, y junto a Alejandro Farnesio, hijo de Margarita de Parma, otra hija ilegítima de Carlos I, en la Universidad de Alcalá. "Allí recibe una notable formación humanística y, además, las artes de la guerra las aprende de don Luis de Requesens", explica Alvar Ezquerra y añade que lejos de conformarse, comienzan a despertar sus aspiraciones personales. "Tiene la ambición legítima de tener un tratamiento real pero su medio hermano no se lo concede", afirma.
Y la historia hace que la decisión de mantenerlo a cierta distancia del poder tenga más sentido. En 1568 el hijo del emperador, don Carlos, lo intentó traicionar y acabó encarcelado. Murió al poco tiempo entre rejas, el mismo año que Isabel de Valois, la reina. Y aunque supo de las intenciones del infante gracias a que este se las había contado a Juan de Austria, siguió sin atender a sus súplicas y le mantuvo en un segundo plano.
Aunque vio en él un filón, tiempo atrás se había escapado y había intentado embarcarse en la marina para luchar contra los turcos en Malta, y le nombró capitán general de la Mar aunque con le colocó dos sombras: a Álvaro de Bazán y a don Luis de Requesens. "Lo quería tener controlado, saber qué intenciones tenía", asegura Godino en la conferencia. En la que añade que pese a esa cautela sabía que le iba a ser de utilidad y así se demostró al poco tiempo.
El imperio se vio amenazado cuando, tras el decreto de 1567 que obligaba a los moriscos de las Alpujarras a abandonar sus costumbres, se produjo una rebelión. El rey tuvo que nombrar capitán general a don Juan y le envió a apaciguar la revuelta. Este apareció en Granada en abril de 1569 y tras un año de ofensivas consiguió la victoria, aunque con un final que el mismo catalogó de "lesa humanidad", en 1570.
Aquella hazaña llegó a oídos de todos y la suerte se puso de su lado. Mientras él se había estado enfrentando a los moriscos, el Papa Pío V estaba planeando la creación de una Liga Santa y el éxito de don Juan de Austria en las Alpujarras provocó que, cuando Felipe II decidió dar un paso adelante y unirse a Venecia y al Papada para luchar contra los turcos, su nombre sonase como para llevar el mando de la operación.
Así que con tan sólo 24 años, el reconocido como hijo bastardo del antiguo emperador comandó el ejército hacia el golfo de Lepanto a donde llegó en octubre de 1571 y donde arrasó. Consiguió diezmar a las galeras turcas y ganar la batalla frenando así el expansionismo otomano en el Mediterráneo. "Don Juan tiene un papel impresionante, comanda el centro de la formación y lidera el ataque y demuestra que tenía talento tanto para una batalla naval como para lucha posterior que se hacía barco por barco, a espadazos", explica Godino y añade que "cuando vuelve a Italia, todo es una fiesta y él se ha convertido en un héroe lo que provoca que desde Madrid empiecen a pensar que puede ser un problema".
"Los griegos le ofrecen una corona si les ayuda a separarse de los turcos e incluso se le abre la posibilidad de casarse con Maria Estuardo"
Y Alvar Ezquerra añade que "tras ser en gran triunfador en las Alpujarras y en Lepanto, los griegos le ofrecen una corona si les ayuda a separarse de los turcos e incluso se le abre la posibilidad de casarse con Maria Estuardo y él ve en esa puerta abierta la forma de conquistar Inglaterra y hacerse con el trono inglés, pero claro, no era libre de casarse con quien quisiera".
Así que estos planes llegan a oídos de Felipe II y se los niega. "Le hace irse a Flandes de gobernador porque la corona lo necesitaba en ese momento", explica el historiador. Y aquí ocurre su gran quiebro. Juan de Austria le desobedece y acude a Madrid para conseguir el título de infante y el permiso para su matrimonio, pero su hermano no le concede ninguna de sus dos peticiones y le vuelve a ordenar que acuda a Flandes y asuma el mandato de la corona.
"Cuando llega, en 1577, la situación se ha complicado bastante con los protestantes y él tiene que ceder demasiado. Viendo que todo se ha puesto difícil manda a Madrid a Juan de Escobedo, su mano derecha, a pedir dinero y armas pero el rey piensa que las quiere para traicionarlo y mata a Escobedo y no le envía nada", explica en la mencionada conferencia.
Al poco tiempo, don Juan de Austria contrajo la tifus. "Ya gravemente enfermo y viendo que su hermano no contesta a sus cartas, le manda una última. En esta le pide dos cosas. La primera: que le entierre junto a su padre en el panteón familiar. La segunda: que Farnesio sea su sucesor como gobernador en Flandes. Al final, le concede las dos", añaden. Y tras su muerte, su historia comenzó a crecer y crecer y le convirtió en un personaje lleno de luz y sin sombras.
"Falta un gran estudio político de don Juan de Austria que pueda arrojar luz sobre todas sus hazañas y el papel que desempeñó"
Como explica Alvar Ezquerra, "se nos ha transmitido esta idea muy voluptuosa de don Juan de Austria frente a la seriedad de Felipe II. Le conocemos como un gran vividor, inteligentísimo y con unos atractivos personales fuera de lo común. Atractivos que se vuelven a encontrar en la tumba de don Juan en El Escorial. Pero es que lo tiene todo para un buen relato: vividor, atractivo, joven, valiente, leal... Y a esto hay que sumarle que muere con 33 años. Es el cóctel perfecto para construir un personaje histórico fascinante y poco se tarda en compararle con su hermano que era adusto, seco y lleva las de ganar contra don Juan".
Y sentencia que "como pasa con todos los grandes personajes históricos hay que distinguir quién fue el personaje histórico de verdad y cuál el que se ha transmitido". Haciendo referencia a sus ansias de poder y a su ascenso meteórico. Para el historiador, "falta un gran estudio político de don Juan de Austria que pueda arrojar luz sobre todas estas cosas, el joven con carisma y atractivo gusta mucho en el romanticismo pero está demasiado idealizada".
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