Arrastra una maldición silente, propia de las existencias de los faraones con cuyos restos y ajuares ha comenzado a llenar sus estancias. El Gran Museo Egipcio ha sufrido lo indecible: debía haber sido inaugurado en 2012 pero las estrecheces económicas y una revolución que jubiló al faraón Hosni Mubarak y embarcó al país en una transición fallida y tumultuosa lo aplazaron “sine die”. El Gran Museo Egipcio, una mole emplazada a un tiro de piedra de las majestuosas pirámides de Giza, abre oficialmente sus puertas este miércoles. Lo hace con una gigantesca letra pequeña, fiel a su enrevesada historia.
Su inauguración es absolutamente parcial. Lo que vendría a ser una apertura por fascículos, al estilo de las colecciones interminables que cada septiembre asaltan los últimos quioscos. El público, el largo ejército de forofos por el Antiguo Egipto repartidos por el mundo, tendrá acceso a partir de este miércoles a un par de salas del GEM (Gran Museo Egipcio, por sus siglas en inglés). Lo hará por la gracia del actual presidente de Egipto, el mariscal de campo Abdelfatah al Sisi, que dio la orden de exhibir los primeros tesoros que guarda el museo. “El museo está llamado a ser el regalo de Egipto al mundo. Es el museo más grande a nivel internacional”, se jactó hace unos días el primer ministro Mustafa Madbouly con la fanforrenía habitual en la tierra de los faraones.
Más de dos décadas de retraso
Su apertura, a la espera de una gran inauguración total para la que no hay fijada fecha, someterá a las instalaciones a una nueva prueba de estrés. Este miércoles el visitante podrá recorrer tres galerías que giran en torno a la sociedad, la infancia y la eternidad en el Antiguo Egipto. En total, se han trasladado ya a los almacenes del museo 57.000 piezas. Unas 14.000 se exhibirán a partir de hoy.
Desde noviembre de 2022 el GEM ha acogido pequeños actos y visitas de grupos a algunas áreas del complejo. Las autoridades egipcias aseguran que será la antesala al lanzamiento gradual de algunas otras secciones con un fondo que procede, en su mayoría, del emblemático Museo Egipcio de la céntrica plaza cairota de Tahrir, que -remozado- seguirá exponiendo una colección ingente y digna de llenar decenas de museos, a la que se van sumando los hallazgos de misiones locales y extranjeras.
Una inauguración sin el ajuar de Tutankamón
De momento, el GEM no enseñará dos de sus joyas más esperadas: el ajuar del rey Tutankamón -compuesto por casi 5.000 piezas- y los barcos solares enterrados junto a la pirámide de Keops. Cuando lo haga, la colección del "faraón niño" brillará en un espacio de 7.200 metros cuadrados con más de un centenar de vitrinas.
Ubicado a dos kilómetros de las majestuosas pirámides de Giza -visibles desde uno de sus ventanales-, el museo suma dos largas décadas de ejecución, desde el lanzamiento de la licitación internacional para su diseño arquitectónico hasta una construcción, lastrada por la falta de recursos económicos y las revueltas que en 2011 derrocaron a Mubarak.
Financiada a golpe de préstamos del Gobierno japonés, la mayor galería de tesoros faraónicos del planeta -con un coste aproximado de 550 millones de dólares- ofrecerá en sus 92.000 metros cuadrados de superficie el ajuar completo de Tutankamón, descubierto por Howard Carter hace un siglo, y nutrirá sus vitrinas de los ingentes hallazgos arqueológicos que han firmado las misiones extranjeras y locales que llevan décadas horadando las arenas de Egipto. Se sumará a una oferta inmensa, plagada de templos y necrópolis a lo largo y ancho del país.
Cuando abra todas sus estancias, será la mayor colección dedicada a una civilización del planeta
El exterior del nuevo complejo se concluyó hace algunos años. Su fachada, compuesta de icónicas formas piramidales, ha ido tomando forma a unos metros de una de las carreteras que conducen hasta la necrópolis de Giza. En realidad, es un macroproyecto de 117 hectáreas que promete ser el mayor centro consagrado a la historia del antiguo Egipto. Bajo el auspicio de la UNESCO, la iniciativa fue alumbrada en 2002 con la aspiración de rejuvenecer la exhibición del arte faraónico, hasta ahora confinada en las salas polvorientas y caóticas del Museo Egipcio de la céntrica Tahrir, que se mantendrá abierto con una oferta bajo estudio.
Laboratorios a pleno rendimiento
En los últimos años el recinto se ha puesto a prueba. En sus laboratorios, emplazados junto a la exhibición, se han restañado las heridas todas las piezas de diversos materiales que han ido recalando en la institución, procedentes de otros museos y de almacenes desperdigados por todo el país.
Unas instalaciones punteras que han servido de quirófano para una amplia variedad de piezas: de los carros dorados del “faraón niño” a delicados papiros y estatuas en piedra de otros conocidos faraones. “En estos momentos estamos examinando la pieza con el microscopio. La tercera etapa es el estudio experimental para elegir el material conveniente para la limpieza o la consolidación”, explicó hace unos años a este periodista Ammar Abdelrabu, integrante del ejército de restauradores del Gran Museo Egipcio.
Sello español
Los vídeos y las recreaciones están firmadas por la multinacional española Acciona, desde "los grafismos, las maquetas, las reproducciones de elementos a escala real hasta la iluminación expositiva y escenográfica, que apoyarán el discurso museográfico y contextualizarán las piezas arqueológicas”, avanzan desde la empresa. Se buscará, además, el uso de tecnología interactiva pero “manteniendo el equilibrio para que las piezas sigan siendo las estrellas”, advierten desde El Cairo.
En virtud de un contrato de 11 millones de euros, la filial de Producciones y Diseño de la multinacional presidida por José Manuel Entrecanales se encargará, entre otras tareas, del escaneado tridimensional de la cámara funeraria exterior de Tutankamón. El resultado será “un modelo digital exacto al original que posibilite su reproducción física para exponerlo posteriormente en el museo”.
Transformación del entorno
La apertura lleva aparejada un completo remozado de las inmediaciones de las pirámides de Giza, hasta ahora ahogadas por el desbocado crecimiento urbanístico de El Cairo. Un plan que contempla la demolición de parte de las viviendas cercanas -propiedad de camelleros y vendedores de recuerdos- y la creación de espacios verdes, zonas comerciales y restaurantes.
Desde enero de 2018, tras un ceremonioso traslado, un coloso de Ramsés II -12 metros de altura y 83 toneladas- preside el atrio de acceso del Gran Museo Egipcio. El diseño de la mole lleva la firma de The Heneghan Peng Architects (HPARC) fundada por los arquitectos Róisín Heneghan y Shih-Fu Peng, con sede en Dublín y Berlín.
El GEM despacha uno de sus primeros fascículos renovando su llamada eterna a la repatriación de las joyas del Antiguo Egipto que continúan allende el Nilo. "Nos encantaría que piezas como la Piedra de Rosetta y el busto de Nefertiti volvieran a Egipto. Son objetos icónicos que pertenecen a nuestra historia y deberían estar en nuestro museo", admite el jefe del Departamento de Antigüedades del GEM, Al Tayeb Abbas, en declaraciones a Efe. "Tienen un espacio especial reservado para ellos cuando regresen", concluye el funcionario.
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