A David Pastor Vico (Bruselas, 1976) el mundo se le volvió un poco menos amable cuando su mujer se quedó embarazada de mellizas. No por el hecho de ser padre sino por la sociedad en la que iba a tener que educar a sus hijas. Filósofo y profesor -además de autor de tres libros- se puso a investigar y tras cinco años de trabajo publica ahora en España, en febrero salió en México, Era de idiotas (Ariel), un ensayo donde a través de historias cotidianas y un lenguaje popular nos pone en un espejo donde no nos va a gustar mirarnos.

"Me senté a escribir sabiendo que iba a traer a dos personas al mundo y que éste era un desastre. Como filósofo, al pararme a pensar en ellas me di cuenta de que tengo pocas herramientas para poder ayudarlas y a medida que iba escribiendo me iba asustando cada vez más", asegura en una entrevista a El Independiente. Porque comenzó a ver y analizar cifras: de depresiones infantiles, de obesidad, de problemas psicomotrices, de falta de habilidades sociales... "y eran datos muy duros".

Portada de 'Era de idiotas', de David Pastor Vico.

Todo le llevó al mismo lugar, los niños han dejado de relacionarse, han dejado de jugar y al no tener contacto con sus semejantes no han podido evolucionar como los animales que son. Es decir, han perdido la capacidad de desarrollarse cómo siempre lo había hecho el ser humano y han comenzado a hacerlo a través de un mundo virtual. Además, han dejado de moverse.

Una situación que nada tiene que ver con la de hace veinte o treinta años y que provocará, como asegura Vico, "una generación mucho peor que la que ahora llamamos la de cristal". "Los datos están encima de la mesa, no hay que esconderlos. Tenemos un serio problema de inteligencia, un serio problema de sociabilización y muchísimos problemas de salud mental. Estamos educando a nuestros hijos privándolos de la posibilidad de ser adultos sanos", asegura y ante la pregunta de "¿Cómo podemos solucionarlo?", Vico tiene clara su respuesta.

"Algunos padres prefieren que sus hijos tenga teléfonos móviles, independientemente del uso que vayan a hacer, antes de dejarles ir andando solos al colegio"

"Me resulta un poco perverso empezar el libro citando a Aristóteles y a Platón, pero es que nuestras necesidades emocionales no han cambiado desde hace 2.000 años, nuestra naturaleza humana es la misma", comenta. Porque para él, necesitamos volver, reconectar y, sobre todo, ser conscientes de lo que implica ser padres. "Hemos comprado un modelo de vida que no nos corresponde, una romantización de la clase media, de un nivel al que no podemos llegar y que nos está costando la salud", explica sobre cómo las jornadas laborales son eternas, los niños tienen extraescolares de manera constante y, sobre todo, cómo esta idea de llegar a ser mejores y mejores nos ha vuelto tan individualistas que nos nos fiamos de nadie. Por lo que no nos relacionamos con nadie.

"Los niños ya no bajan a jugar a la calle. No van a casa de sus amigos. Yo doy muchas charlas en colegios y me dicen: 'Como les vamos a dejar con nueve años bajar solos, tal y cómo está la cosa'; y siempre les preguntó: '¿Cómo está la cosa?'. Es que no sé de qué país me están hablando ¿Cuándo fue la última vez que desaparecido un niño?, ¿Qué miedo puedes tener a unos rasguños? En las mercerías ya no se venden ni rodilleras porque los niños no juegan y no se caen", asegura y añade que por este miedo por el entra la tecnología, aunque luego veremos que no sólo es por temor.

"Mira, el otro día fui a un programa de televisión y un sector de los padres que estaban allí decían que preferían que los niños tuvieran teléfonos móviles, independientemente del uso que fueran a hacer, antes de ir andando solos al colegio. En otros países, como Suiza, mucho más problemáticos que el nuestro, a partir de los siete años los propios colegios son los que piden que vayan solos", asegura Vico.

Las pantallas, las sustitutas del juego

Y entra de lleno en las pantallas. En cómo las hemos utilizado para llenar el espacio que antes tenía el juego y para sentirnos más seguros (y más cómodos). "Ahora no hay niños jugando con sus vecinos, no bajan a las plazas, están o en extraescolares, porque queremos que sea los mejores en todo, o enganchados. Si yo sustituyo a los amigos por una pantalla, lo virtual les parece lo real, no una simulación así que en la vida real no son felices. Además, cómo van a entender quiénes son si el reflejo que perciben no es el de los ojos de sus amigos, sino el de una pantalla", asegura.

Y añade que también hay una parte grande del problema que es consecuencia del egoísmo de los padres. "Mira, cuando vas a un restaurante y ves a los niños con el móvil... Es que quizás no tienes que porque no es el lugar para un niño tan pequeño pero estamos todo el rato pensando en nosotros, en que tenemos que seguir viviendo igual que antes de tener hijos, que no podemos dejar de ir a restaurantes, por ejemplo", critica. Y añade que aunque "tener hijos es una orden biológica, no es obligatorio". "Es un sacrificio de por vida y si no has entendido esto es mejor que te compres un perro. Somos unos padres mucho más egoístas de lo que fueron nuestros padres y nos hemos vuelto imbéciles", sentencia.

"Los padres nos estamos dando cuenta pero estamos buscando la solución fácil. Si un niño está muy enfadado, pues lo llevamos a terapia y a ver qué me dicen"

Porque, asegura Vico, primamos nuestro confort al de nuestros hijos. "Yo quiero que la gente piense en que pasaba cuando nosotros éramos niños y llovía en la calle. Pues ese grupo de niños acababa reunido todos en la casa de los padres de uno de ellos. Ahora, no invitamos a niños a nuestra casa porque queremos estar tranquilos viendo la tele o lo que sea. Tampoco les llevamos a casa de otros niños, es que parece que el resto de padres son violadores en potencia. Lo explico mucho en el libro y después de leerlo hay padres que me han dicho que han cambiado sus super vacaciones en un lugar idílico por otras donde sus hijos tuvieran con quién jugar", afirma.

Y, en Era de idiotas, habla de un generación de niños "vulnerables, retraídos, débiles, irascibles o inestables". "Y los padres nos estamos dando cuenta pero estamos buscando la solución fácil. Si un niño está muy enfadado, pues lo llevamos a terapia y a ver qué me dicen. Puede ser una pastillita, terapia ocupacional... Matamos moscas a cañonazos. Los niños lo único que quieren es atención y cariño", explica. Y sentencia que "la evolución y la educación humana se desarrollan en tres esferas: la familiar, donde está el afecto, la escuela, donde se desarrollan con otros niños, y la social, la de sus amigos, que debe ocupar la mayor parte del tiempo cuando el niño no está en casa ni en la escuela".