Donald Trump ya había perdido lo que parecía una irremontable batalla cultural antes incluso de haber comenzado. En los programas de televisión, en las entrevistas a celebrities, en los grandes espacios culturales de masas, en los actos de campaña y en las bandas sonoras de sus mítines.

Nunca ha estado de moda apoyar a Trump, todos preferían a Harris, pero más de 71 millones de estadounidenses han votado al magnate haciendo de su elección como 47º presidente de los Estados Unidos una realidad tan esperada como desconcertante. Si unos días antes de los comicios se hablaba de que las encuestas estaban cada vez más ajustadas, nada de eso sirve ahora, la victoria ha sido inapelable.

Un triunfo electoral que se ha vivido también como un KO técnico contra el star-system cultural que apostó sin reservas por la candidata demócrata como su gran esperanza contra el trumpismo. Kamala Harris contaba con una amplia mayoría de apoyos en literatura, arte, cine y música. Pero Trump también cuenta con sus propias armas y ha sabido cómo utilizarlas.

UFC, un espectáculo 'Made in USA' exportable a todo el mundo

La primera persona en tomar el micrófono después del discurso triunfal del nuevo presidente estadounidense ha sido Dana White, presidente de la UFC, que representa a la promotora mundial por excelencia de artes marciales mixtas (MMA). La complicidad entre ambos se debe a una vieja amistad de más de 25 años. Trump creyó en su idea de negocio cuando apenas estaba empezando y White siempre ha estado a su lado en los momentos importantes como uno de sus hombres de confianza y uno de sus mejores amigos.

Como fenómeno cultural, la UFC y los espectáculos asociados a esta marca como la la lucha libre (WWE), representan los valores más primitivos de la cultura de masas made in USA. Un tipo de espectáculo en el que reina la masculinidad testosterónica clásica de unos luchadores que emulan a los antiguos gladiadores romanos. La agresividad y resistencia que se han convertido en marca de la casa del carácter de Trump. Todo ello, además, como parte de un negocio multimillonario nacido en Estados Unidos, pero que ha conseguido convertirse en un show exportable al resto del mundo (incluso a España) y que se mantiene, a pesar de su multiculturalidad, como una demostración de la vigencia dominante de la cultura yankee.

Además, la UFC también es un lugar seguro para las opiniones políticas cercanas a los planteamientos trumpistas, como es el caso del excampeón de peso wélter Colby Covington, quien ha demostrado abiertamente y sin tapujos su apoyo al presidente republicano. Algo parecido pasa con Ilia Topuria en España, a quien se ha relacionado en repetidas ocasiones con Vox, el partido político más afín a Trump en nuestro país.

Aunque si hay un cuadrilátero donde Donald Trump se ha sentido especialmente a gusto, ese ha sido en el de la WEE, empresa que la UFC adquirió en 2023. En la lucha libre hemos podido ver incluso al magnate formando parte del propio espectáculo. No en vano también es muy buen amigo de uno de sus fundadores, Vince McMahon. También una de sus leyendas más icónicas, Hulk Hogan, el "Real American", ha sido desde el principio uno de los más fervientes embajadores de su candidatura.

Trump y el voto latino, a ritmo de reguetón

Donald Trump colecciona una larga lista de grupos y artistas que le han prohibido usar su música en actos y mítines políticos. De ABBA a The Rolling Stones, pasando por Neil Young, Elton John e incluso algunos ya difuntos como Tom Petty, Sinéad O'Connor o George Harrison, cuyas familias y herederos se han sumado al veto.

Pero no todo han sido "calabazas". Artistas emblema de la cultura estadounidense como Kid Rock o Billy Ray Cyrus, o incluso raperos como Lil Pump, Azealia Banks
o el excéntrico Kanye West se han declarado abiertamente trumpistas.

Sin embargo, lo que ha llamado la atención es ver cómo se han sumado a esta campaña algunos de los cantantes de reguetón de referencia como Anuel o Justin Quiles, representantes de ese controvertido voto hispano que ha convertido a Trump en presidente. Pues aunque una de sus reivindicaciones más recurrentes es la de luchar sin piedad contra la inmigración ilegal, el idilio que el magnate vive con una parte importante del electorado latino no deja de llamar la atención de analistas y expertos.

"Dos músicos increíbles de Puerto Rico: Justin Quiles y Anuel. ¿Sabéis quién demonios son? Venga, chicos, rápido. Subid al escenario porque no creo que esta gente sepa quiénes sois, pero es bueno para el voto puertorriqueño. Todos los puertorriqueños van a votar por Trump a partir de ahora", sin mucha idea de quiénes eran, pero consciente de que su presencia allí significaba algo para el voto puertorriqueño, así los presentó durante un acto electoral en Pensilvania.

 "El presidente más honesto que hemos tenido", afirmó Justin Quiles. "Estamos viviendo el sueño americano", dijo Anuel. Ambos se apuntaron al MAGA (Make America Great Again) sin reparos, poniendo en palabras aquello que muchos votantes hispanos sienten con un líder como Trump. Un lema que también adoptó en su día su compatriota Nicky Jam, quien se enfundó la icónica gorra roja con el MAGA para apoyar la candidatura republicana en un mitin en Las Vegas, aunque luego se desmarcó cuando vio lo mal que esto sentó esto a muchos de sus fans.

Seguramente a Donald Trump ni le guste ese tipo de música, pero ha hecho una campaña a ritmo de reguetón y, vistos los resultados, le ha salido bien. Ha sabido, o al menos ha intentado, asociar su marca a la música del momento, por mucho que el artista actual más importante de este género, Bad Bunny, se haya posicionado a favor de Harris.

La cultura no gana en las urnas

Kamala Harris contaba con prácticamente todo el apoyo del establishment cultural estadounidense. Desde actores de cine como Robert de Niro, Sarah Jessica Parker o Scarlett Johanson, a escritores como el recientemente difunto Paul Auster, su esposa Siri Hustvedt, Salman Rushdie o Richard Ford, y superestrellas del pop como Charlie XCX (y su Brat Summer), Eminem, Beyoncé o Taylor Swift. Aunque de poco le ha servido esta victoria por goleada en el terreno cultural, al menos en las urnas, cuando a su contrincante le ha valido con artes marciales y reguetón.

No es que entre los votantes de Trump no se puedan encontrar otro tipo de figuras destacadas de la cultura. Sin ir más lejos, su vicepresidente es el escritor superventas James David Vance. También se encuentran entre sus apoyos nombres como Mel Gibson, Dennis Quaid, Amber Rose o Clint Eastwood. Pero no son ni de lejos igual de influyentes ni de numerosos que los que apoyaron su rival.

Tampoco hay que olvidar la importancia que ha tenido en este proceso una figura como Elon Musk, que se ha implicado de lleno en la campaña y quien para muchos estadounidenses representa la promesa de volver a ser una potencia puntera en tecnología e innovación, tras haber perdido terreno frente al avance en esta materia de países como China. Y esto también es parte de la batalla cultural que, poco a poco, un líder tan odiado y querido como Trump está sabiendo ganar.