Durante 24 años de excavación tejieron una red de sombras y silencios que comienza a quebrarse ahora, tras la denuncia de tres becarias y la investigación abierta por las autoridades egipcias. La misión de Francisco Martín Valentín y Teresa Bedman, dos presuntos arqueólogos españoles, aprovechó durante años el cotizado reclamo de horadar en Luxor, la milla de oro de la egiptología, para atraer en cada campaña de excavación a jóvenes españoles y latinoamericanos fascinados por la tierra de los faraones. 

El Independiente, que ha publicado durante la última semana las denuncias previas así como el irregular sistema de justificación de gastos a partir de facturas personales, reúne ahora el testimonio de decenas de estudiantes y becarios que se enrolaron en la expedición y sufrieron lo que denuncian como una larga retahíla de abusos, mala praxis y condiciones dantescas, que habían permanecido sepultados por el miedo de sus protagonistas a las represalias de la pareja.

El proyecto en el centro de la polémica es la misión española Visir Amenhotep Huy que dirigen desde 2009 Francisco Martín Valentín y Teresa Bedman. La expedición excava desde entonces en un enterramiento situado en la necrópolis de Asasif, cerca del templo de Hatshepsut, en Luxor, la antigua Tebas faraónica. 

Yacimiento que excava la misión bajo sospecha en Egipto.

Requisito de confidencialidad

Los participantes debían firmar una serie de cláusulas de confidencialidad. El documento, al que ha tenido acceso este diario, incluye cláusulas en las que se establece el “carácter no laboral y no retribuible” de la labor y se obliga al firmante a una estricta política de silencio sobre los entresijos de la misión. “Igualmente asume que, sobre toda cuanta información reciba relacionada con el Proyecto Amen-Hotep, Huy, incluso si dicha información procediera directamente del desarrollo de sus labores en el mismo, rige un expreso compromiso de confidencialidad, de modo que no podrá utilizar la misma sin conocimiento y expresa autorización de los directores del Proyecto, por cuanto la reserva de divulgación o comunicación de dicha información está expresamente controlada por las autoridades del Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto”. 

Extracto de la carta de confidencialidad que deben firmar los becarios.

El documento ha sido usado por la dirección del proyecto para amenazar con acciones legales a quienes, una vez fuera de la expedición, amagaron con hacer públicas las condiciones de trabajo. Los participantes entrevistados para este reportaje han optado por el anonimato citando precisamente ese documento. 

Pagar para excavar y grandes sumas de dinero en efectivo

El proyecto de los conocidos como “Valentines de Luxor” tenía la apariencia de una “escuela de campo” para estudiantes de arqueología y disciplinas relacionadas. Una supuesta beca en la que, sin embargo, los agraciados no recibían una ayuda sino la obligación de desembolsar sumas de dinero que rondan los 2.000 euros, una cantidad que varía según la campaña en la que se participara. El destinatario de ese dinero es la Fundación del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto, una institución privada que dirigen ambos. 

Juegan mucho con la ilusión de la gente; con el sueño de ir a Egipto, de excavar en tierra egipcia...

“A mí se me solicitaron más de 1.600 euros para poder participar en la campaña. Una parte la hice por transferencia y la otra se la tuve que dar en mano cuando llegamos allí a Egipto”, relata una de las participantes. Su testimonio es corroborado por el resto de entrevistados. “Llegamos a calcular que entre todos habíamos entregado unos 36.000 euros en efectivo por campaña. Es dinero que no pasa por Hacienda y que se entrega ya en Egipto”, agrega otra ex miembro del equipo. En el proceso de selección, algunos detectaron las primeras peculiaridades de la pareja. “Fui preseleccionada y posteriormente me hicieron una entrevista online. Durante esta, una de las preguntas fue: ¿tienes novio? ¿Qué opina de que participes en el proyecto? Esto me bloqueó, porque estaba fuera de contexto. Aún así, lo obvié y me centré en las otras preguntas”, narra una de las becarias. “Juegan mucho con la ilusión de la gente; con el sueño de ir a Egipto, de excavar en tierra egipcia y se saben vender de maravilla”, añade.

Misión Visir Amenhotep Huy

Compras obligadas en el duty free y asumir todos los costes

“Cuando llegué al aeropuerto me obligaron a comprar licores que ellos querían tener y que al parecer se tenía como una tradición dentro de la campaña. Todo el mundo compraba ese tipo de artículos en el duty free y por no enemistarme con ellos, lo hice. Una vez llegados a Luxor, tenemos que llevárselas”, apunta una de las becarias. En una de las campañas, las maletas se extraviaron en la escala en El Cairo. “Teníamos un seguro pagado para que, en caso de pérdida de las maletas, se nos devolviera una parte y asumir el coste que supone estar varios días sin equipaje. Ellos cobraron el seguro. Se lo estuve solicitando y no vi ni un solo duro de la indemnización. Doy por hecho que se lo quedaron”, agrega. 

Aparte de costear el transporte y alojamiento, los becarios debían hacer frente a todos los gastos derivados de su estancia en la excavación. “Nos cobraban el agua para beber. Me parecía raro porque normalmente en los trabajos de campo, quien te contrata tiene que garantizar mínimo el agua. Hasta el agua nos la vendía Teresa”, desliza una participante en una de las últimas campañas. 

En las imágenes, Francisco Martín Valentín y Teresa Bedman, codirectores de la misión investigada por las autoridades egipcias.

Los estudiantes pagaban, pero -según sus testimonios- Francisco y Teresa facturaban. “En Egipto nosotros nos pagamos los gastos de viaje, alojamiento y manutención, algo por adelantado, pero la mayoría era allí, en el mismo supermercado o restaurante. En ese momento, Paco y Teresa nos pedían las facturas que habíamos pagado nosotros porque tenían que tener un control de gastos y demás. Ahora sabemos que era una excusa. En ese momento no sospechamos nada, y lo cierto es que tampoco nos interesaba en exceso guardar las facturas. Cuando comíamos en un restaurante, Paco ponía la excusa de que unificaba él la cuenta, así que teníamos que darle el dinero a él, ya que era más fácil que pagara uno a que pagáramos las casi 20 personas por separado, y claro, esa factura se las guardaba él. Ese fue el modus operandi de ambos durante tres meses. Fueron pidiéndonos y acumulando las facturas de cada comida, compra, transporte, visita guiada, lo que fuera. Todo lo pagamos nosotros -cada uno lo suyo-, pero los tickets los pedían ellos con la excusa de centralizarlo todo, de tener control o simplemente se hacían los tontos”, relata. Muchas de aquellas facturas acabaron siendo usadas para justificar ayudas de mecenas, alegan los entrevistados. 

Estudiantes y obreros en la excavación del yacimiento.

Aislamiento forzoso y vigilancia extrema

El día a día en Luxor no era menos gratificante, a juzgar por el relato de los que se consideran sus víctimas. “Experimenté que pusieran a alguien que me 'vigilaba', e incluso me dijo uno de los trabajadores: 'cuidado que Teresa ha pedido a los que somos de aquí que le digamos si te vemos y con quién vas'”, narra uno de los becarios entrevistados para este reportaje. “Al poco de empezar mi primer año de trabajo con ellos, empezaron a poner normas cada vez más estúpidas: empezaron diciendo que no podíamos ver a ningún trabajador egipcio fuera de la excavación. Ellos nos decían que esto era porque una antigua miembro se había liado con un trabajador, y como el inspector estaba prendado por ella les había traído problemas”, detalla.

Si no podíamos relacionarnos con egipcios, y tampoco con otras misiones, estábamos efectivamente aislados

“Poco después nos pusieron una segunda norma: no podíamos quedar con gente de otras excavaciones si no era a través de ellos. Si queríamos contactar con alguien de otra misión arqueológica teníamos que pedir a ellos que contactaran al director de la otra misión. Si no podíamos relacionarnos con egipcios, y tampoco con otras misiones, estábamos efectivamente aislados. Yo les decía que no lo entendía”, comenta un ex becario. “Había una tercera norma: tampoco nos dejaban ver a egipcios que no fueran de la excavación ‘porque es un país muy peligroso y no sabéis moveros’”, nos decían.

Esas prácticas de aislamiento y vigilancia se han reproducido durante décadas, haciéndose más extremas si cabe. “Éramos tres chicas en uno de los pisos y nos apetecía salir juntas a hacer las compras diarias para cocinar, comprar el pan y otras cosillas, o simplemente darnos una vuelta por la aldea del West Bank, porque en realidad es un lugar pequeño y tranquilo, donde todo el mundo se conoce… cuando les pregunté a Francisco y Teresa sobre este tema, su respuesta fue que existía riesgo de ser atacadas o incluso violadas si íbamos solas, así que teníamos que estar preguntando a los pocos chicos que integraban el grupo si querían acompañarnos y la verdad es que fueron contadas las ocasiones en las que nos acompañó un compañero. Llevo visitando el país 20 años, tengo amigos allí a los que me gusta ir a visitar a sus casas a saludar o tomar un té. Bueno, esto también estaba prohibido, no nos dejaban ni entablar conversaciones con egipcios ni aceptar invitaciones a asistir a bodas (algo bastante corriente allí), ni siquiera tener contacto con otras misiones ya fueran españolas o extranjeras. La sensación de claustrofobia iba en aumento y yo en algunas ocasiones salía a comprar cosas sola, lo que me ocasionó problemas, ya que el doctorando, mano derecha de Paco y Teresa, vivía en la planta baja del edificio y dejaba la llave del portal puesta por dentro, de manera que cuando volvía al piso, estaba obligada a llamar al timbre y salía él a abrirme y me decía ‘Te recuerdo que está prohibido salir sola del edificio’…Era un guardián”, cuenta una de las afectadas. 

Insultos a españoles y egipcios: “Podemita”, “hijos de puta”...

Los testimonios, que cubren varias etapas, coinciden en una misma queja: los insultos a los que fueron sometidos tanto los estudiantes españoles y latinoamericanos como los obreros egipcios a manos de los directores de la excavación. “El trato era terrible: A una chica la llamaban 'roja' y 'podemita'. A otra 'la ninfómana del equipo'. A uno de los chicos gay le dijeron que no se podía tener esa pluma en la excavación, 'que dejara de perder aceite, que si que es que se quería acostar con los obreros'. A los obreros les llamaban 'hijos de puta' y 'perros'. Era todo un trato inhumano y racista”, recuerda una de las otrora miembros de la excavación. Otro de los testimonios ratifica el relato: “Era habitual ver a Teresa pasar insultando en castellano gritando cosas como “panda de vagos, que jodisteis a mi pueblo y os vais a enterar, hijos de puta…” y cosas similares. "Con lo del pueblo se refería a que ella es judía", apunta. 

“Teresa ha llegado a formar tanto follón que los obreros le hicieron una huelga. A uno de ellos le llamó en su cara 'hijo de puta'. El obrero se enteró y llegó a Francisco: 'Por favor, Mudir, dile a tu mujer que me pida disculpas'. Lo que hizo él es despedirle”. Episodios que se completan, según los consultados, con campañas de difamación contra quienes dejan el proyecto o acusaciones en público de “manipulación” contra quienes comienzan a cuestionar las órdenes. 

Estudiantes a cargo de las tareas más duras sin protección

Entre las irregularidades de las que levantan acta los testimonios reunidos, figuran las tareas que les eran asignadas a los becarios. A diferencia del resto de las misiones extranjeras en Egipto, incluidas las españolas dependientes de organismos y universidades públicas, los estudiantes eran obligados a cargar con piedras y asumir las tareas más duras. 

“Como no había ningún tipo de rigor científico, la velocidad de la excavación era tal que se generaba una gran cantidad de escombro, por lo que gran parte de las jornadas se pasaban en cadenas de 20-30 personas entre trabajadores locales y alumnos desescombrado”, asevera uno de los damnificados por aquella tarea. Entre los pasajes más graves, marcados por las reticencias de ofrecer asistencia sanitaria a las víctimas, se cuentan “un ataque de ansiedad por los gritos de Teresa”. “Le dio como una especie de ataque epiléptico y llamamos a Teresa, pero al final, no se quiso que se llamara un médico. Lo conseguimos relajar en casa a base de medicinas”, cuenta una de las testigos. “Otra chica tuvo fiebre tifoidea y no la querían llevar al médico. La acompañamos al hospital a las 10 de la mañana y Teresa apareció a las 7 de la tarde liándola en el hospital”.

En la excavación eran comunes los insultos en español hacia ellos, todos de tinte racista

“Los obreros han tenido pequeños accidentes de caídas porque no se tiene la seguridad suficiente en la excavación. A uno de ellos no se le quiso pagar la radiografía, que eso está dentro de las competencias normales. Por supuesto, no se trabaja con casco. A una de las becarias le cayó una piedra grande desde arriba”, comenta otro. 

“Contratan cada año a unos 30 peones de arqueología, trabajadores de la zona a los que les pagan el salario más bajo de Egipto: unos 2 o 3 euros al día siendo generosos y sin respetar sus derechos laborales. Los discriminan, tratan con desprecio, superioridad y malas palabras. En la excavación eran comunes los insultos en español hacia ellos, todos de tinte racista. Parece una excavación del siglo XIX con personas explotadas y maltratadas”.

Martín Valentín y Bedman, los directores de la misión Visir Amenhotep Huy.

Sin prácticas científicas: “Van a la búsqueda del tesoro”

A pesar de jactarse de “dirigir una de las misiones más conocidas y trabajadoras de Luxor”, la de “Los Valentines” es una misión “sui generis” entre las que pueblan la antigua Tebas. Sus métodos, reconocen quienes trabajaron en ella, la diferencian de todas y abonan su descrédito. “Haber pasado por allí supone una merma para cualquier currículum”, murmura uno de los entrevistados. 

“A nivel metodológico dejan mucho que desear: no usan metodología arqueológica y pude ver con mis propios ojos cómo se destruyen numerosos objetos y nada queda registrado. Así mismo, nunca llevan a profesionales cualificados porque esto supondría tener que pagarles un sueldo, de hecho solo tienes que revisar en su web al equipo que ninguno tiene doctorados o formación acabada, contando con quienes adornan sus currículum. Esto dista mucho de lo que son las demás excavaciones arqueológicas en Egipto y en cualquier lugar”, responde uno de los testimonios. “En lo personal, tuve numerosos problemas con ellos, fue una experiencia en la que me sentí estafada, todo envuelto en un halo mafioso y de secretismo”.

Otros ex participantes denuncian que la metodología es inexistente: “No se excava por unidades estratigráficas; van a la búsqueda del tesoro. Se excava por unas cuadrículas que ellos se han inventado. Hemos tenido cortes tan altos que ni el propio director de la excavación podía bajar. Hacían unos bancales que son de principios de 1900”. Durante más de dos décadas, la misión no ha producido investigaciones publicadas en revistas científicas de prestigio. “No se relacionan con el resto de misiones y en los contados congresos donde aparecen, dan la ponencia y se largan sin querer discutir”, desliza un investigador.

En la excavación no se sigue ningún tipo de metodología rigurosa y la mayor parte del tiempo a los alumnos se nos ponía a desescombrar junto a los trabajadores locales

Entre los testimonios recopilados, figuran denuncias de robo y apropiación de material realizado por los becarios y que ha sido utilizado sin darles crédito en conferencias y publicaciones; desprecio a las conclusiones y sugerencias aportadas por los estudiantes y licenciados; y faltas flagrantes de seguridad en el trabajo de campo.  “Repetían continuamente que eran la única excavación que trabaja en un sitio inédito en Egipto, que es obviamente mentira. Y que eran el mejor equipo de Egipto. Que estábamos haciendo historia. Constantemente hacían referencia a que ellos son de los pocos egiptólogos 'profesionales' que quedan porque la mayoría son académicos. Una distinción curiosa cuanto menos”, concluye uno de los ex participantes. 

El testimonio coincidente es que la excavación carece del mínimo rigor científico. “Cuando  llegué ellos no hacían ningún tipo de documentación gráfica de lo que salía de la excavación. Solo fotografías. No había dibujos, ni perfiles arqueológicos ni nada”, comenta uno de ellos. “En la excavación no se sigue ningún tipo de metodología rigurosa y la mayor parte del tiempo a los alumnos se nos ponía a desescombrar junto a los trabajadores locales. El contexto es más similar al de una excavación propia del siglo XIX”, añade otro. Una atmósfera dominada por las prisas por excavar a la que se unía una suerte de creencias esotéricas. “Una cosa también llamativa es su superstición. No estaba permitido mencionar a Ajenatón en el yacimiento, porque tenían una paranoia mental con que Ajenatón había matado al visir. Tenían una foto donde decían que una sombra del yacimiento era el perfil de Ajenatón y que se había aparecido”, concluye.