Agustín Martínez es un Mola. Uno de los escritores detrás del seudónimo superventas de Carmen Mola. Acaba de publicar El Esplendor (Planeta), no es su primera novela como autor único, pero ahora es un Mola que presenta una novela en solitario y eso ayuda tanto como pesa.
Planeta encontró con Carmen Mola un filón editorial que va más allá de la autora tras la que cohabitan Jorge Díaz, Antonio Mercero y Agustín Martínez: tres escritores tras la fama de un superventas. En total, cuatro, porque Carmen Mola seguirá publicando. Ya eran escritores antes de Carmen Mola, pero este año en el que lanzan todos una novela se verá si pueden mantener, uno por uno, el tirón de su seudónimo.
No es la primera novela de Agustín Martínez, en solitario es su tercera, tuvo muy buena acogida Monteperdido, que se convirtió en La Caza, una miniserie de TVE. La novela de Martínez tiene todos los elementos para liberar dopamina y enganchar: sexo, amor, drogas, herencias millonarias, una élite amoral, aventura e historia de la Segunda Guerra Mundial desconocida con españoles, nazis y una isla de Inglaterra -en el Canal de la Mancha- ignota por la gran mayoría del público.
El esplendor está a la altura de cualquier ensoñación marketiniana que desee la fábrica de ideas de Planeta con los tres autores de Carmen Mola. Se pueden imaginar un pack con los tres libros para Reyes de 2026, firmas conjuntas o cualquier otra idea que exprima las letras de los Mola. De momento, Martínez por sí solo, opta a camello para los Reyes Magos, a miles de rosas por San Jordi y a caseta propia para firmar en la Feria del Libro de Madrid.
“¿Os habéis apostado algo entre los tres?”, le preguntamos. “No hemos llegado a formalizar la apuesta, pero sí se ha llegado a plantear”, contesta. “Está claro que a aquel que le funcione mejor su novela se lo restregará a los demás durante mucho tiempo”. Él ya se está leyendo la novela de Jorge Díaz. “Un novelón”, califica. Pero no la de Mercero, que “todavía no la ha terminado”.
El autor sostiene que esa ha sido la razón por la que su novela sale antes que las de sus compañeros: él la terminó antes. “Mientras hemos escrito estas novelas individuales, hemos estado haciendo novelas de Carmen Mola, promoción de Carmen Mola y yo, además, he estado haciendo series. El primero que tuvo la novela más avanzada fui yo, luego saldrá la de Jorge y luego la de Antonio”. Cuenta que se han pasado las novelas suficientemente avanzadas para no poder aceptar críticas ni sugerencias.
Agustín Martínez se lleva la peor parte de este reparto, que no es otra que soportar las preguntas de los periodistas sobre cómo es escribir sin sus compañeros. Es nuestro trabajo y el suyo contestar. “Puedo escribir las novelas de Carmen Mola, pero también me apetece escribir mi propia novela o me apetece meterme a escribir una serie con otro equipo de guionistas. En eso voy variando. No ha sido un cambio radical porque ya escribo en solitario, levantando proyectos yo solo. En el proceso echas de menos el trabajo en equipo, eso sí es verdad, especialmente cuando hay momentos de dudas, de inseguridades. En esos momentos contar con gente con talento, como es el caso de Jorge y de Antonio, pues es mucho más fácil”.
Donde más echa en falta a sus compañeros de seudónimo es durante la promoción. “Porque empiezas a dar tumbos de un lado para otro y nosotros hemos tenido la suerte de hacer promos en grupo, en equipo. Haces tus entrevistas o las presentaciones que tengas que hacer, pero luego comes en un sitio que está bien, te tomas un gintonic y ahora voy a estar yo solo por ahí dando vueltas”, lamenta.
Un thriller con historia de fondo
Hasta aquí la rémora con la que carga como autor Mola. Martínez ha tenido ocasión de contarnos el origen y la motivación por la historia que presenta. “Me apetecía mucho, por un lado, contar una historia de este tipo de personajes, como son César y Rebeca, unos impostores, unos tipos que están intentando como colarse en la clase alta de la sociedad. Una vez ahí el resto de ideas que terminan conformando El esplendor fueron llegando poquito a poco”, explica.
En su narración es clave la profesión de Rebeca: “busca a familiares de gente que ha muerto sin testamento. Me gusta esa profesión porque tiene algo detectivesco, reconstruir la vida de alguien que no sabes de dónde viene”. El autor se dejó llevar por los personajes y terminó en un paraíso fiscal en las islas de Alderney, Jersey y Guernsey en el Canal de la Mancha. Las islas tienen en común con los personajes un pasado turbio que no quieren recordar y es que fueron las islas de Hitler, único territorio ganado al Reino Unido durante la II Guerra Mundial por los alemanes.
“Lo que sucede en las islas del Canal de la Mancha es que Inglaterra decide no defenderlas y entonces son ocupadas por los nazis desde 1941 hasta el 45. En el caso concreto de Alderney es donde más sufrimiento hubo, pues se crean una serie de campos de concentración”.
Por allí pasaron presos rusos, ucranianos, franceses y muchos españoles. “El problema es que una vez que termina la guerra y lo liberan, nadie hace nada por investigar qué pasó allí. El gobierno inglés no quería -esto es interpretación mía- por no reconocer que los alemanes sí llegaron a estar en territorio inglés. No investigan y entregan la investigación al gobierno ruso que tampoco hace nada y todo lo que había allí se pierde. O sea, no hay una documentación clara, no se ha excavado nunca, no se sabe cuántos cadáveres puede haber en la isla, porque allí los muertos eran arrojados al mar continuamente y no hay un registro claro”, afirma.
Hay una élite que se cree por encima del bien y del mal y que hace lo que le da la gana
En el proceso de documentación de la novela el escritor se ha encontrado con cifras muy dispares, “hay un testimonio de un español que sobrevivió a aquello, es el testimonio de un solo un hombre, pero dice que por el canal de la Mancha pasaron 10.000 españoles, de los cuales sobrevivieron 58, otros testimonios estiman en 20.000 muertos, pero no se sabe cuántos eran españoles. Es muy difícil de precisar, no hay un registro como en otros campos de concentración de la Europa continental”.
El trasfondo de nazi también sirve a Martínez para mostrarlo como un espejo respecto a la evolución de los personajes: “En ese pasado nazi hubo un momento en el que los esquemas morales saltaron por los aires y un grupo de gente en la en la cúspide del poder decidió hacer lo que lo que le dio la gana y de repente convirtió en normal cosas que son amorales”, asegura el escritor. “Esto es algo que está rebotando en el presente, hay una élite que se cree por encima del bien y del mal y que hace lo que le da la gana”, añade.
El escritor considera que estamos volviendo “a caer en el extremismo, que es dar a la gente una manera de pensar que es cómoda porque te da unos principios super firmes, pero desde ese punto tenemos que tener cuidado porque podemos asomarnos a un abismo que parece mentira que hayamos vivido hace tan poco tiempo como para repetirlo”, reflexiona.
Tampoco es ajeno a la irrupción de la inteligencia artificial (IA) en los procesos creativos, de hecho reconoce que la utiliza para la recreación de sus personajes con sus descripciones. “Es algo que estoy empezando a usar, como de consumo propio, creo imágenes con mis personajes para visualizarlos, me parece una cosa chula y una herramienta útil. Luego no se usa en el acabado final, pero en el proceso creativo me parece interesante y es algo que también hago cuando hago series”, asegura.
Aunque cree que la IA ya es capaz de escribir novelas, “Amazon está lleno de ellas”, afirma. No ve lejano el día que la IA sea capaz de escribir una novela más o menos aceptable, pero repitiendo esquemas previos de novelas anteriores. “Conseguir crear algo nuevo, algo diferente, es una virtud humana, encontrar una vuelta a un género, a una historia, encontrar algo nuevo, una manera de pensar distinta, es muy humano y eso me parece muy difícil que pueda conseguirlo la inteligencia artificial”, concluye.
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