“Se necesitaron dos semanas para despejar la escalera exterior y llegar a la puerta exterior de la tumba. Las paredes y los techos se habían derrumbado y la entrada y las cámaras principales estaban repletas de escombros de la inundación cementados”, relata en conversación con El Independiente Piers Litherland. Es el arqueólogo británico que dirige la misión que ha hallado bajo las arenas de Luxor, la antigua Tebas, la tumba del faraón Tutmosis II, la primera sepultura real descubierta en más de un siglo, desde la de Tutankamón allá por 1922.

La tumba C4 -emplazada en un rincón de la árida cordillera tebana, a unos 2,4 kilómetros al oeste del Valle de los Reyes- fue descubierta el 31 de octubre de 2022 pero la identidad de su insigne propietario solo fue desvelada este martes por el Ministerio de Antigüedades de Egipto. Litherland, al frente de la misión conjunta del ministerio egipcio y la Fundación de Investigación del Imperio Nuevo, comparte con este diario algunos de los detalles de uno de los hallazgos arqueológicos más relevantes de los últimos años, que permite resolver el enigma que envolvía al último de los enterramientos perdidos de los monarcas egipcios de la XVIII Dinastía.

Imagen del emplazamiento donde ha sido hallada la tumba de Tutmosis II. | New Kingdom Research Foundation

La buscada tumba perdida de Tutmosis II

“No fue hasta un año después que los fragmentos del Amduat y los fragmentos de alabastro de las vasijas de pato confirmaron la identidad del propietario”, apunta Litherland, investigador honorífico del McDonald Institute for Archaeological Research de la universidad británica de Cambridge. El puzle comenzó a encajar hacia finales de 2023, cuando los vestigios localizados en la estructura de la tumba -seriamente dañada por las inundaciones que sufrió en la antigüedad- comenzaron a despejar el misterio. El anuncio de este martes ha confirmado la tesis que el jefe de la misión expuso en un artículo publicado en el otoño de 2023 en la revista de la Egypt Exploration Society: “No es la mejor, la más grande, la más antigua o la más magnífica, ni es la primera (y, con suerte, no la última), pero la tumba C4, descubierta casi cien años después del día en que se encontró la tumba de Tutankamón el 3 de octubre de 2022, podría ser la tan buscada tumba perdida de Tutmosis II”.

“Las inscripciones en los fragmentos de alabastro confirman que Tutmosis II fue enterrado por Hatshepsut, su hermanastra y esposa. Sabemos por la biografía de la tumba de Ineni que 'su hijo [Tutmosis III] ocupó su lugar como rey de las Dos Tierras y reinó en el trono de su progenitor', pero también que 'la esposa del dios, Hatshepsut, gobernó la tierra, las Dos Tierras estaban bajo su dirección'. El hecho de que fuera Hatshepsut y no Tutmosis III quien aparece en las inscripciones que encontramos es ciertamente interesante. El hecho de que ella parezca haber enterrado a su marido es curioso porque este era el deber del rey sucesor”, desvela el mudir (director, en árabe) de la misión que ha firmado el hallazgo.

Momia de Tutmosis II

La sepultura arroja luz sobre un monarca poco conocido, que murió apenas tres años después de llegar al trono. Por aquel entonces Hatshepsut tenía alrededor de 16 años y se convirtió en una excepción en la Historia del Antiguo Egipto que aún fascina a los científicos que horadan la tierra de los faraones. “El hallazgo es muy importante porque supone llenar un vacío en lo que sabemos de los inicios del Reino Nuevo. Tutmosis II fue consorte de Hatshepsut. Fue precisamente su muerte temprana la que llevó a la “anomalía”, entiéndase en términos históricos, de que reinara una mujer en Egipto”, apunta a este diario el español Sergio Alarcón, doctorando en Egiptología en la Universidad de Harvard. “De Tutmosis II sabemos particularmente poco en comparación con otros reyes del Reino Nuevo. Hatshepsut prefirió siempre vincularse con su padre Tutmosis I. De hecho le dedicó una capilla en su templo de Deir el Bahari”, agrega.

La relación entre Hatshepsut y su hermanastro y esposo nunca se ha entendido completamente

Litherland sostiene que “la relación entre Hatshepsut y su hermanastro y esposo nunca se ha entendido completamente”. “Ella parece haber preferido enfatizar sus conexiones con su padre. Es muy posible que Hatshepsut dictara un pequeño enterramiento para su marido. Si tal cosa sucedió, y dado que Tutmosis II volvió a enterrar a su abuelo en una nueva tumba (KV38 en el Valle de los Reyes), tampoco resulta improbable que Tutmosis III volviera a enterrar a su padre, tal vez quitando
los objetos de su tumba original (quizás a través del corredor 2) y reubicarlos en otro lugar. Así que, si esta es su primera tumba, el lugar de descanso final de Tutmosis II aún no se ha encontrado”.

Un vacío histórico que la localización del enterramiento en el que debería haber cumplido su descanso eterno puede ahora comenzar a enmendar. Como en otros descubrimientos previos, la tumba abre la puerta al descifrado de nuevos enigmas. “El hallazgo es relevante porque ayudará a aumentar nuestro conocimiento sobre la práctica funeraria real y el funeral de estado en el antiguo Egipto durante la última edad de bronce (alrededor de 1550-1070 a. C.)”, indica a este diario Nicholas Brown, investigador postdoctoral en la universidad estadounidense de Yale. “El descubrimiento de fragmentos del conjunto funerario del rey (los objetos con los que fue enterrado) puede compararse con los conjuntos de otros reyes del Valle de los Reyes, lo que nos permitirá saber hasta qué punto el entierro de este rey fue típico o atípico”.

Cámara A antes y después de la excavación. | New Kingdom Research Foundation

"Nunca fue robada"

El hallazgo -como subraya en declaraciones a este diario Judith Bunbury, geoarqueóloga de del St Edmund's College- pone fin a una búsqueda que ha durado más de un siglo. “La gente ha estado buscando nuevas tumbas desde 1922 y no se sabía nada sobre el lugar de enterramiento de Tutmosis II”, desliza.

Según Litherland, “la tumba está ahora completamente despejada y hay amplias pruebas de que nunca fue robada”. “Hemos despejado más de cuarenta tumbas de principios de la XVIII dinastía que fueron todas robadas y los signos reveladores son inconfundibles: fragmentos de vendas de momia de lino, restos humanos, muebles rotos, equipo canópico roto, cuentas, incrustaciones de ataúdes, shabtis rotos...”, enumera.

“La tumba C4 no tenía ninguno de estos signos. No había rastro de ninguno de los elementos esenciales del ajuar funerario (ni sarcófago, ni vasos canopos, ni paneles de santuario, ni muebles ni estatuas). Había algunas vasijas de cerámica rotas, una de las cuales había contenido agua de natrón (utilizada en el embalsamamiento). Esa vasija confirmó que efectivamente se había producido un entierro. Los pocos fragmentos de alabastro que encontramos procedían de dos fuentes: algunos de la capa más baja de limo de la tumba, otros de un depósito intacto encontrado más tarde fuera de la tumba. Los primeros se habían roto claramente cuando se vació la tumba y se trasladó el entierro. Los otros, el depósito, pueden no estar relacionados con la tumba C4, sino con otra tumba de este uadi”.

Cuenco con inscripción de Tutmosis II | Rogers Fund, 1936/ Met Museum

Este pequeño cuenco está inscrito con el nombre de trono del esposo (y medio hermano) de Hatshepsut, Tutmosis II: «El buen dios, Aakheperenre, dado vida». Fue encontrado en el ataúd número 3, que contenía los restos mortales de dos mujeres jóvenes y dos niños. La presencia del cuenco sugiere que al menos uno de los ocupantes fue enterrado originalmente durante el reinado de Tutmosis II.

En un ejercicio de paciencia, el equipo ha auscultado su interior en busca pruebas, como la hallada en un trozo de techo enlucido con la siguiente inscripción: “El dios perfecto, el Señor pintado de azul y cubierto de estrellas amarillas. Este de las Dos Tierras...”. Otra de las evidencias surgió en un fragmento de alabastro: “gran esposa principal su amada... Hatshepsut, que viva...”. “Indica que el propietario de este objeto estaba casado con una Hatshepsut aún viva y, por lo tanto, solo puede ser Tutmosis II”, reconoce Litherland.

El enterramiento resultó anegado y su contenido fue trasladado a otro lugar. La momia -que se exhibe actualmente en el Museo de la Civilización Egipcia de El Cairo tras desfilar por las calles de El Cairo en abril de 2021- fue hallada en 1881 en un yacimiento de Deir el Bahari que escondía otros monarcas de las dinastías XVII y XIX, como Tutmosis I, Ramsés II, Amenhotep I o Seti I. Fue el arqueólogo Gaston Maspero quien en julio de 1886 desveló el rostro que ocultaban los vendajes. Ya entonces por su enorme parecido físico se vinculó con la momia de Tutmosis I, su probable padre. “Apenas había cumplido los treinta años cuando cayó víctima de una enfermedad de la que el proceso de embalsamamiento no pudo eliminar los rastros. La piel está escamosa en parches y cubierta de cicatrices, mientras que la parte superior del cráneo está calva; el cuerpo es delgado y algo encogido, y parece haber carecido de vigor y fuerza muscular”, escribió Maspero a modo de rudimentaria y tardía autopsia.

Entrada a la tumba de Tutmosis II. | New Kingdom Research Foundation

El descubrimiento confirmado este martes ha animado el debate entre la legión de académicos rendidos a la Egiptología. “Es la primera tumba real conocida encontrada en Luxor desde el descubrimiento de la tumba de Tutankamón. Otras tumbas reales se encontraron en el Delta, en un yacimiento llamado Tanis, a finales de la década de 1930 y principios de la de 1940. Sin embargo, estos descubrimientos se vieron eclipsados por las noticias de la Segunda Guerra Mundial en Europa”, comenta Brown.

La comunidad científica ha comenzado a bullir con los nuevos interrogantes que suscita. “Es interesante que la reina/rey Hatshepsut supervisara el entierro de este monarca. Ocurrió cuando ella se estaba convirtiendo en rey de Egipto, gobernando junto a su hijastro Thutmosis III”, agrega Brown. “Este descubrimiento puede ayudarnos a comprender mejor este período crucial e interesante de la historia egipcia. Donde hubo una transición de poder del rey Tutmosis II a su esposa, Hatshepsut, en lugar de a su heredero previsto, Tutmosis III”.

Preguntas sin respuesta

A juicio de Alarcón, otro de los hechos relevantes que emerge con el enterramiento de Tutmosis es el hecho de que “fue justo en este periodo cuando se empezó a usar el Valle de los Reyes como lugar de enterramiento para los reyes”. “Durante mucho tiempo se ha discutido sobre si Hatshepsut reutilizó una tumba que en realidad había construido Tutmosis I o Tutmosis II. Este hallazgo podría aclarar este asunto”. “También plantea preguntas sobre dónde estaba la tumba de Tutmosis I (padre de Tutmosis II y de Hatshepsut). Supuestamente, se le enterró de nuevo en una tumba del Valle de los Reyes, y se pensaba que la tumba que terminó usando Hatshepsut podía haber sido la suya. Este hallazgo demuestra que había reyes siendo enterrados en los valles occidentales, y no es descabellado pensar que la tumba original de Tutmosis I pudo estar allí”.

“Carter excavó una tumba en estos valles (la tumba Wadi A-1) que fue construida, aunque no usada, para Hatshepsut. La idea era que al ascender al trono estos valles dejaron de ser el lugar adecuado para su enterramiento. Encontrar ahora una tumba real en estos wadis, y no tan lejos, sugiere que el motivo pudo ser otro”, apostilla el español.

Limpiar la tumba fue inmensamente difícil porque las paredes y los techos se habían debilitado por los daños causados por el agua

El propio jefe de la misión rubrica esta tesis: “El descubrimiento de la tumba de un rey en los uadis occidentales cambia nuestra comprensión del desarrollo de la necrópolis tebana y apunta a una gama más amplia de posibles lugares de enterramiento. Existe la posibilidad de que el corredor I de la tumba C4 continúe a través de la cámara D, aún sin despejar, y pase por debajo de la cámara B hacia otras partes de la tumba. Dos muros de piedra seca derrumbados crean un corredor a través de la cámara D, que se dirige directamente hacia adelante, no hacia la entrada en la esquina noreste de la cámara. Estos muros pueden haber sido creados simultáneamente con el corredor 2, cuando la tumba ya estaba muy inundada y llena de escombros”.

Litherland reconoce que “limpiar la tumba fue inmensamente difícil porque las paredes y los techos se habían debilitado por los daños causados por el agua”. “Tuvimos que reconstruir grandes partes del interior y estabilizar los techos con inyecciones de epoxi. Poco después de encontrar la tumba C4 descubrimos otra tumba más pequeña (C5) también en mal estado. Había sido robada en el Tercer Periodo Intermedio y puede que perteneciera a un niño de la realeza. Seguimos trabajando en la zona”, admite.  Para Bunbury, su estudio es solo un paso más en un viaje inacabado. “La tumba C4 en los Wadis occidentales se inundó poco después de su creación y gran parte del ajuar funerario y del entierro fue rescatado en la antigüedad. Hemos encontrado materiales del entierro original en el wadi, pero no sabemos adónde fue trasladado. La búsqueda del nuevo entierro continúa”, concluye.