Se abre el telón del Teatro Real. El director musical de La Valquiria, Pablo Heras-Casado, pone en marcha una orquesta de 108 músicos. Es el comienzo del tercer acto, uno de los momentos cumbre de la ópera de Richard Wagner, en el que las valquirias conducen al Valhalla a los guerreros caídos en la batalla. El público que asiste al ensayo general contiene el aire. Nadie se percata que una menuda figura se mueve en el centro del patio de butacas, se ha levantado para robar una foto del montaje de Robert Carsen. Es Javier del Real, el fotógrafo de escena, quien producción a producción, foto a foto ha construido el álbum con los mejores momentos del Teatro Real desde su reapertura en 1997.
Su trabajo tiene tantos retos anuales como larga sea la programación del Real o del Teatro de la Zarzuela, donde también congela escenas. Recibe a El Independiente durante una jornada de trabajo en el Real, donde toma contacto con la gran apuesta de la temporada Aquiles en Esciros y donde después asistirá a un ensayo de cinco horas, más las pausas del director, de La Valquiria.
“Yo tengo que crear apetito, crear el deseo de querer venir al verlo por las imágenes”. Javier del Real está hablando de Aquiles en Esciros, una obra desconocida, que sólo se interpretó en 1744 en la corte de Felipe V. Nadie conoce su música, no hay una idea de su estética. "Para nosotros lo más difícil es contar en imágenes lo que nunca se ha hecho, vender La Traviata es muy sencillo, pero Aquiles es muy difícil porque nadie sabe si le va a gustar o no”.
Y para crear el apetito empieza su investigación por todo el teatro. Su trabajo en el ensayo es sacar alguna imagen de escena; “no sé lo que voy a ver, no sé lo que me voy a encontrar, ni lo que voy a hacer.” Antes de ir el ensayo se hace con todos los elementos de la ópera, pequeñas claves que le ayudan: “me he pasado por peluquería, utilería y maquillaje, he visto las cosas nuevas que se han hecho, he visto pelucas, esculturas”, recuenta.
“Me llamo Javier del Real Fernández y mi hija que también es fotógrafa de escena se llama Helena del Real”. Cuando los directores o gerentes llegan al teatro piensan que su nombre es un apodo, pero no. “También podría haber quedado acompasado como fotógrafo del Real Madrid, o del la Familia Real, de hecho, hago muchas fotos desde el palco real”.
Trabajar sin obsesiones
El ensayo más importante para él es el ensayo ante piano. “Son las fotos más importantes, es el primer ensayo con vestuario, no está la orquesta, solo el piano y el director de escena se permite repetir, no para a 80 o 90 músicos, solo al pianista”, explica. Y esas repeticiones para el fotógrafo son oro.
“La fotografía de escena es muy complicada, tiro muchas imágenes, pero no siempre consigo lo que deseo, consigo cosas que no buscaba y me gustan, pero justo lo que quiero no lo consigo porque puede que los actores no hagan ese gesto o que no funcione igual, porque todo es materia humana, un mínimo gesto, un matiz hace que una foto pueda ser maravillosa o no valer nada”. Por eso él opta por no obsesionarse con perseguir que imágenes, aunque sucumbe a veces al ansia del fotógrafo que compone con la mente días antes de enfrentarse a la foto.
La mirada de la dirección
Dispara siempre desde el patio de butacas a 30 o 40 metros. “Intento tener la misma visión que el director de escena, su trabajo tiene que equilibrar la visión subjetiva del director de escena con la objetiva de lo que se va a encontrar el público y para eso el Real pone un asiento especial. A esta posición le empujó el que fuera director artístico del teatro Gérard Mortier. Le convenció que era más interesante respetar al director de escena, colocarse en el centro y no modificar la perspectiva, ser un fotógrafo más respetuoso con el artista.
La técnica es retirarme y utilizar teleobjetivos, eso dificulta el trabajo, pero es así como se debe de realizar
“En la mayoría de los teatros me dejan ponerme en ahí. El hecho de que yo me coloque lejos de la escena me procura muchos beneficios, primero la objetividad en la que todos los objetos del escenario se parecen, no porque el primer artista esté en el primer plano es más grande que el segundo, yo estoy suficientemente lejos como para que todos los personajes parezcan igual de tamaño yo tengo que huir de la sensación de perspectiva. La técnica es retirarme y utilizar teleobjetivos, eso dificulta el trabajo, pero es así como se debe de realizar”, explica.
En un mundo de artistas como es el de la ópera, la mirada del fotógrafo es escrutada por los otros creadores, como los directores de escena, celosos de cómo saldrá su trabajo retratado. “Me miran mal cuando no me conocen, vigilan lo que ellos piensan que le va a beneficiar más a su montaje y normalmente me suelen fiscalizar las imágenes. Yo siempre les hago caso y no. Las dos cosas”. Se explica con un ejemplo. Un director no quería fotos en plano corto, pero el fotógrafo, aún así, las hizo. “Terminó eligiendo más fotos de plano corto que de plano general. Cuando ya te conocen te dejan que hagas lo que quieras, pero cuando llegan ponen sus condiciones máximas. Yo me debo al teatro, y el teatro no quiere todo planos generales, porque necesita vender a un cantante o a otro”, concluye.
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