Martí Gironell recupera la figura del fotógrafo gironés Valentí Fargnoli que dejó un legado visual de gran valor documental y antropológico de la Cataluña de comienzos de siglo XX. Publica la novela El fabricante de recuerdos (Planeta) dedicada a este fotógrafo artesanal -como la fotografía que imperaba en su época- que subido en su bicicleta recorría pueblos haciendo encargos y registrando un tiempo, una sociedad y un mundo que desaparecieron por completo. 

El fabricante de recuerdos básicamente es una invitación para hacer un viaje al corazón de la fotografía, montados en la bicicleta de un fotógrafo ambulante, una figura muy especial Valentí Fargnoli , que lo que hizo fue capturar el alma del país, sus gentes y sus costumbres”, explica Gironell a El Independiente. “A principios del siglo XX era un personaje que empieza de manera autodidacta en esto de la fotografía y es un momento en que las fotos empiezan a entrar a formar parte de la vida de las personas, en tanto que son conscientes que están inmortalizando momentos irrepetibles, únicos, que atesoran secretos y recuerdos”, añade.

El trabajo de Fargnoli era tan bueno que llegó a oídos de Alfonso XIII quien le invitó a fotografiar su boda. Su fatídico enlace con Victoria Eugenia de Battenberg sufrió el atentado del anarquista Mateo Morral y en el que murieron 25 personas. Gironell especula en la ficción de su novela con la posibilidad de que el fotógrafo y el anarquista se conocieran y con unas fotografías del atentado que pudo realizar Fargnoli. Esta posibilidad muy factible por los círculos mediáticos en los que los dos se movieron abre la explicación al hecho real de que Fargnoli, después del atentado, emigró inesperadamente a América, para volver dos años después. 

Rodaje de una película.
Joan Ribot el Viejo, barbero ambulante en la muralla de Girona.

Testigo excepcional de su tiempo

“Las fotos de Fargnoli son el testimonio de una época que ha desaparecido. Es una manera de reconectarnos con nuestros antepasados y hacer lo que dice la palabra italiana, recordar y que quiere decir volver a pasar por el corazón. Cuando miramos estas fotos de principios de siglo XX lo que nos hace es conectar con una época, con nuestros antepasados y con una manera de hacer y de ver el mundo que ha desaparecido”, afirma el novelista.

“Tenemos que imaginarnos a Fargnoli encima de una bicicleta con el trípode al hombro, yendo de aquí para allá, encontrándose con mil y un problemas. No fue fácil hacer todo este trabajo No es como ahora que tenemos a un clic, el filtro, la luz, etc. Las fotografías de aquel momento son pequeñas obras de arte que nos conectan con un pasado que fue realmente muy luminoso, aunque la época era muy, muy misérrima”, asegura.

Este es uno de los principales valores documentales de la figura de Fargnoli quien vive a medio camino entre las clases sociales más pobres y más sencillas y más humildes, pero también se relaciona con la gente que tiene poder, con los caciques y con la nobleza. “Entra y sale de palacios importantes, pero también entra y sale de casas de pescadores, de albañiles, de campesinos, con lo cual él es el perfecto testigo para retratar esta época tan convulsa que también queda muy bien reflejada en sus fotografías”, asegura Gironell.

Un territorio perdido

El escritor destaca de Fargnoli su espíritu libre que no quiso tener un estudio fijo como otros fotógrafos, “él tenía toda la región pirenaica y la costa de Cataluña para desplegar su talento. Y realmente lo que es importante es ver cómo ha cambiado evidentemente en cien años el perfil no solo litoral, sino también de montaña”, mantiene el autor.
“Es una región que también es muy agreste, con lo cual es su trabajo, creo aún más destacable, porque sabemos con las condiciones que tenía que trabajar: solo con seis placas de fotografía, sin ningún artilugio tecnológico y pedaleando con su bicicleta”, añade.