La democracia occidental está en la encrucijada, amenazada por el auge de los nacionalismos, las fake news, el aumento de la pobreza, el rechazo de la inmigración. Líderes como Trump, Salvini u Orban son señalados como una amenaza para los cimientos de la sociedad. A la clase política tradicional le cuesta mostrarse a la altura del desafío. También los procesos electorales, piedra angular de la democracia, se han convertido en peligrosas incógnitas: las urnas no paran de vomitar victorias de candidatos antisistema.
“No se pueden establecer analogías perfectas con el presente pero hay suficientes parecidos
Al historiador y podcaster Mike Duncan, la encrucijada que atraviesa Europa y Estados Unidos, se parece mucho al colapso de la república romana. Su último libro, Hacia la tormenta (Ariel), es una reflexión sobre el pasado mirando al futuro. Es el primer libro de este historiador que en 2007 se hizo famoso al crear uno de los primeros podcast sobre la Roma antigua. Para Duncan los cinco siglos de república (509 a.C. -27 a.C.) que precedieron a la llegada del Imperio (27 a.C. - 476 d.C.) son una mina de enseñanzas para la clase política de hoy.
Codicia de las élites
“La forma de gobierno de la república romana contenía una mezcla de elementos democráticos - dice Duncan -existía el Senado, una élite aristocrática y privilegiada; el poder ejecutivo de los cónsules y finalmente las asambleas legislativas populares. Un componente democrático que permitía la participación de los ciudadanos de Roma. Sus poderes eran amplios: podían orientar la política de la ciudad y tenían la última palabra en la elección de los altos cargos”.
En Atenas el sistema participativo duró apenas cien años, en Roma 500
De hecho Duncan pone el modelo romano por encima de Atenas, considerada la cuna de la democracia. “En Atenas el sistema participativo duró apenas cien años y con muchas limitaciones. El sistema político romano duró cinco siglos. Una longevidad extraordinaria si pensamos que el mismo concepto de democracia liberal es un concepto relativamente reciente”.
El autor no busca una engañosa correspondencia del mundo romano con la actualidad: en Roma existía la esclavitud y las mujeres estaban segregadas de la vida pública. Duncan propone una reflexión sobre cómo un sistema político participativo acabó convirtiéndose en una autocracia dictatorial: el imperio.
Más riqueza, menos participación
“Si miramos al estado en que se encuentra Europa o Estados Unidos, encontramos unas élites que no prestan atención a una distribución equitativa del poder y de la riqueza. Se resisten al cambio para proteger sus intereses egoístas sin darse cuenta de que por el afán de conservar a toda costa sus privilegios corren el riesgo de destruirlo todo”, dice Duncan.
Podemos impedir que se repitan los errores del pasado
Es precisamente lo que pasó en la última fase de la república romana, cuando las tentativas de reforma agraria para mejorar las condiciones de las clases más humildes o la extensión de la ciudadanía romana, fracasaron por las resistencias del Senado. No fue una derrota incruenta. En los tumultos perecieron los impulsores de la reforma, los hermanos Graco, abriendo una temporada de inestabilidad y revueltas que se convirtieron en guerra civil cuando llegaron a enfrentarse dos facciones del ejército: Mario contra Sila.
“Las élites senatoriales querían tener más poder y riqueza y empezaron a reducir las formas de participación”, explica Duncan. Esta miopía de la república tardía creó las condiciones para que el sistema cayera en manos de personas realmente poderosas, generales como Julio César o Marco Antonio, el fundador del Imperio.
“No se pueden establecer analogías perfectas”, dice Duncan, “pero hay suficientes parecidos: el aumento de la desigualdad económica, la corrupción y el prevalecer del bienestar privado sobre el bien público. Deberíamos tratar de evitar los errores de la república romana para no caer en una dictadura”.
Entonces los dominios de Roma se limitaban al grueso de Italia, la franja costera de Túnez y Libia, el Peloponeso en Grecia y la costa del levante de la península Ibérica. La expansión militar y la acumulación de grandes riquezas coincidió con el desmoronamiento de las instituciones republicanas.
Colapso de las instituciones
“El Imperio es la expresión más gloriosa del mundo antiguo. La civilización romana floreció a pesar del colapso de las instituciones republicanas y participativas”, dice Duncan. Formalmente no desaparecieron del todo: tanto el consulado como el Senado seguían existiendo pero vaciadas de competencias. Todo el poder estaba en manos del emperador y de su familia.
¿Se podía evitar el colapso de la república romana? Duncan ha intentado dar una respuesta con una simulación replicando las condiciones del principio de la república: la misma extensión, población, recaudación de impuestos y riqueza, etc. La conclusión ha sido que sí, se podía salvar pero a quienes estaban en el Senado, su mentalidad, les impedía ver cualquier otra opción. “Quizá sea demasiado injusto pedirles ser diferentes de lo que eran pero hoy tenemos la experiencia del pasado y no es demasiado tarde para impedir que se repitan los errores del pasado”.
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