La mañana del 21 de junio de 1941 empezaba la "Operación Barbarroja". Tres millones de soldados de la Wehrmacht cruzaban el confín de la Unión Soviética. El dominio nazi ya se extendía sobre la mayoría de Europa, desde Francia a Polonia. En un mensaje radiofónico desde Berlín, el Führer Adolf Hitler, explicaba las razones de la invasión: defender Alemania de los "semibárbaros" soviéticos y alejar el peligro de la "brutalidad" rusas.
Durante años la propaganda de Goebbels había instalado el miedo del "terror rojo" en la mente de los alemanes. Los comunistas no tenían respeto ni en dios ni en la familia. A los soldados se les decía que sólo aniquilando la URSS habrían salvado sus esposas del terrible destino de las mujeres soviéticas, obligadas a trabajar en las fábricas y a servir en el ejército.
A Lidumila le gustaba disparar a los nazis entre los ojos y la sien
Entre estas mujeres estaba Liudmila Pavlichenko. Con su fusil y apenas 24 años formaba parte de las unidades de francotiradores del Ejército Rojo. Convencida comunista, obrera y estudiante, su afición al tiro la convirtió en una de las primeras mujeres en alistarse como voluntaria para detener a los nazis.
Pasó los siguientes dos años y medio en la primera línea del frente. Primero en la defensa de su ciudad, Odesa y después en el sitio de Sebastopol. Dos derrotas que costaron a los soviéticos 400.000 muertos. Liudmila fue herida gravemente dos veces y fue reconocida con la medalla de Héroe de la Unión Soviética. En 1942 Stalin la envió a Estados Unidos y Gran Bretaña en uno de los viajes de propaganda amistosa entre los aliados que combatían la Alemania de Hitler.
Lady Muerte en el mundo
Liudmila Pavlichenko fue la primera ciudadana soviética en ser recibida por un presidente estadounidense, Franklin Delano Roosevelt, y se ganó la simpatía de su mujer Eleanor. Woody Guthrie le dedicó la canción Miss Pavlichenko.
Pavlichenko fue la primera mujer soldado a ser recibida en Estados Unidos
Cuando tenía ya sesenta años reunió sus recuerdos en una autobiografía, Lady muerte, publicada ahora en España como La francotiradora de Stalin (Crítica). Su vida se convierte en un modelo a seguir, en una exaltación de la mujer soviética valiente y sin complejos. La crónica de la guerra se difumina en un atestado ideológico en favor de los progresos en el campo igualdad entre hombres y mujeres alcanzados en la URSS.
Pavlichenko se retrata feminizando todos los estereotipos machistas: le gusta la acción, las armas y su sueño era ser artillero. Su lenguaje no escatima momentos de brutal crudeza: “No podía salir de mi asombro: los soldados alemanes parecían borrachos. Por entonces había desarrollado mi método favorito de disparo: dar al enemigo entre los ojos y la sien”, recuerda en un episodio de la defensa de Sebastopol.
Una feminista de la Guerra Fría
La francotiradora de Stalin, escrito entre el final de los años ‘60 y el principio de los ‘70, es también un a herramienta de propaganda en la Guerra Fría. Eleanor Roosevelt, la primera dama de los Estados Unidos, es descrita como una mujer “fea” a pesar de los momentos de intimidad y los regalos que le hizo la esposa del mandatario estadounidense.
La Unión Soviética era entonces el primer país del mundo en emplear las mujeres en tropas regulares de combate y la francotiradora comunista desató la curiosidad de la prensa. En sus memorias Liudmila condena la actitud “machista” de los periodistas estadounidenses que la tratan como un mono de fiera, preguntándole si se daba baños calientes en el frente, si tenía tiempo de usar el pintalabios en trinchera o qué tipo de ropa interior le gusta. El relato del viaje de Pavlichenko de a Washington es una de las páginas más exquisitas de la literatura sobre las relaciones entre los Aliados y “Uncle Joe”, así llamaban en EE. UU. a Josif Stalin.
De vuelta a Rusia para Liudmila empezará una nueva vida: será retirada del frente para ocuparse del entrenamiento de las nuevas reclutas. Antes de ser ascendida a teniente y pasar a la reserva será recibida por Stalin para informar personalmente sobre sus contactos en el extranjero. Al principio vivirá esta decisión como una punición pero al final obedecerá. Su nuevo empleo no durará mucho: en 1953 recibió una pensión por las secuelas de la guerra. Su mito volvió a renacer en 2015, cuando se convirtió el la protagonista de la película rusa La batalla de Sebastopol.
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