En una época en la que los terraplanistas no sólo alzan la voz en las redes sociales, sino que se enorgullecen de sus teorías, no viene mal echar la vista cinco siglos atrás. Concretamente a 1522, cuando un barco de apenas 28 metros de eslora atracaba en Sanlúcar de Barrameda después de 1.082 días navegando. Fue una demostración más de que la Tierra era redonda. Fue el éxito de la expedición Magallanes-Elcano. El triunfo de la Nao Victoria.
"Refutaron que la Tierra era redonda. Por entonces, ya se sabía que era esférica. De hecho, lo sabemos desde los griegos, que tenían calculado hasta el radio", cuenta Luis Fariña en las entrañas del Museo Naval, donde ha llevado a cabo un estudio y reconstrucción de la primera nave que dio la vuelta al mundo. "Lo otro, lo de que la Tierra es plana, es una interpretación de la época medieval. Ya sabemos cómo imponía la Iglesias sus ideas, que había un abismo al final del mar... Hoy en día sigue habiendo medievales que todavía lo piensan".
La expedición de Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano, formada por cinco barcos, partió de Sanlúcar de Barrameda el 22 de septiembre de 1519. Cruzó el Atlántico y logró el objetivo de encontrar un paso en Sudamérica hacia las islas de las especias: las naves atravesaron en noviembre de 1520 lo que se bautizó como el Estrecho de Magallanes. El Océano Pacífico se abrió ante los marineros, que enfilaron hacia las Islas Molucas, abriendo una nueva ruta entre España y las especias. De ahí ya surcaron aguas conocidas, las del Índico, hasta bordear África y regresar a España. Tras deserciones, naufragios, luchas y enfermedades, sólo regresó una nave: la Victoria comandada por Elcano.
Un hito a la altura de la llegada a la Luna
Así contado, y en 2019, no parece una proeza. Pero vayamos cinco siglos atrás: en un mundo en el que la tecnología y los conocimientos eran los que eran, un barco de 28 metros de eslora y siete de manga (más pequeño que cualquier Ferry que conecta las islas Baleares), la incertidumbre del viaje, la falta de alimentos (algunos historiadores aseguran que comían hasta ratas y serrín), enfermedades como el escorbuto...
"Para mí es un hito en la historia de la humanidad. Revolucionó el mundo. A partir de aquí empiezan los grandes viajes, los grandes descubrimientos", señala Luis Fariña mientras sierra una madera en el taller del Museo Naval. "Con esta gente se inicia una nueva era. Es una epopeya que se puede comparar con la llegada a la luna, pero aquí había ya una tecnología muy sofisticada al alcance del humano".
Dos años y medio y 2.500 horas en el taller
Luis Fariña trata con mimo las maderas, sierra una pequeña hoja de pino y después coloca una diminuta pieza dentro de una pequeña barca. Será el asiento de esa pequeña maqueta. La mesa ya está prácticamente limpia, pero en los últimos meses la actividad ha sido frenética. Su equipo ha tardado 2.500 horas en construir una maqueta de la Nao Victoria en escala 1/24.
"En total, la construcción ha durado un año y medio, pero antes estuvimos más de un año investigando", aclara. La idea de fabricar una nueva maqueta surgió hace ya tres años. El catedrático en ingeniería naval Francisco Fernández González -que a finales de 2018- lanzó la investigación junto a Luis Fariña. Rebuscaron en el archivo de Indias, en el Castillo de Simancas de Valladolid (donde hay documentos antiguos de la Armada) y en el propio Museo Naval.
"Fue como un proyecto de ingeniería y sacamos muchos datos a partir de los cuales reconstruir el modelo", indica Fariña, que recuerda que no existen planos de cómo era la Nao Victoria. No se sabe a ciencia cierta cómo era.
"Pero logramos adivinar cómo se distribuía la carga y a partir de ahí sacamos un plano de formas, un gráfico en 3D con todas las secciones. Realizamos cálculos hidrostáticos y curvas cruzadas y con eso fuimos al Canal del Pardo a hacer un estudio con ordenador de la forma del casco. Y salió un documento perfecto", añade. La base del proyecto ya estaba. Ahora había que montarlo.
Más de mil piezas fabricadas a mano
En esta etapa del proceso es cuando entran los otros dos modelistas: Fernando Sagra, José Antonio Álvarez. Comenzaron viajes a la sierra de Madrid para buscar la madera adecuada. "Todo se ha realizado con los mismos materiales: roble Común, pino europeo, tela de cáñamo y lino común", indica Fernando Sagra.
La maqueta está formada por más de mil piezas y el 99 por ciento están talladas a mano en este taller. "Lo único que no ha pasado por nuestras manos son los obenques", dice José Antonio Álvarez sobre esos cables gruesos que sujetan los mástiles.
La pieza será uno de los principales atractivos de la exposición "Fuimos los primeros", que abrirá sus puertas este viernes para el público en el Museo Naval de Madrid.
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