En el centro de Moscú se "esconde" un monumento de hormigón. Tiene cuatro metros de altura y su naturaleza y significado sorprenden a gran parte de los rusos que lo ven por vez primera. Solo de muy cerca es posible leer la inscripción al pie de la obra y comprobar que se trata de un auténtico fragmento del muro de Berlín, donado por el Museo Checkpoint Charlie.
El monumento, inaugurado en la capital rusa hace 23 años, se sitúa a pocos metros del Centro Andréi Sájarov, encargado de difundir el legado del conocido disidente soviético y Premio Nobel de la Paz. Sájarov fue, precisamente, uno de los mayores críticos del muro y de otras barreras entre las personas. "Las divisiones amenazan a la Humanidad con la destrucción", dijo.
A través de las ventanas de esta institución se ve una parte del muro berlinés adornado con coloridas mariposas de metal, que simbolizan la libertad. Los autores de la obra -dos escultores y un pintor- hicieron un agujero en el hormigón para dar una vía de escape a las mariposas. A la vez invitaban a los rusos a asomarse a la etapa de cambios que afrontaba el país tras la desaparición de la URSS, allá en el año 1991.
Pese a su valor simbólico, muchos rusos desconocen que en el centro de Moscú hay un fragmento de su historia.
"Una construcción terrorífica"
"Hoy día pocos moscovitas saben siquiera que este monumento existe y si preguntamos sobre su opinión respecto a la caída del muro, la mayoría, posiblemente, no sabrá qué decir", advierte el director del Sájarov, Serguéi Lukashevski. Pero algunos, de nuevas y viejas generaciones, miran hacia el fragmento de muro y le llevan la contraria.
"Fue una construcción terrorífica, que destruyó muchas familias y vidas. Su caída fue una fiesta grandiosa no solo para Alemania, sino para todo el mundo", sostiene Irina, una estudiante de periodismo de 18 años. Ella nació 12 años después de ese hito histórico, y lo que sabe del muro se lo han contado sus padres y los libros.
"También hay muchos documentales, incluidos los que hicieron algunos periodistas rusos, por lo que no es difícil de encontrar información. Me alegro de que la gente conozca esta página de la historia", agrega.
Coincide con ella su compañero Iliá, de 17 años, quien guarda una visión positiva de los sucesos de 1989. Tiene la convicción de que "lo logramos" y "finalmente destruimos el muro".
El fin del comunismo
La "perestroika", el proceso de apertura política iniciado por Mijaíl Gorbachov en 1985, trajo vientos de cambio a la URSS, pero era algo poco tangible. Por el contrario, el fin del muro fue el ejemplo vivo de las transformaciones que se avecinaban.
Para el diseñador ruso Filip, de 29 años, la construcción que dividió Berlín durante casi tres décadas, escenificaba las dos ideologías de aquel momento: "la occidental y la soviética". Su caída, para él, supuso "el punto final" del régimen comunista.
La noche en que sucedió no emocionó especialmente a Natalia, una pensionista que, como millones de personas, no supo ver “las consecuencias” que tendría para el futuro de su país. "Pero los hay quienes quedaron muy sorprendidos, porque había que pensarlo un poco mejor antes de ponerse a destruir nada", admite esta mujer de 67 años.
Muros contemporáneos
Los tiempos cambian, y lo que era una monumento dedicado a la libertad se ha convertido en un monumento a los sueños incumplidos para muchos activistas de derechos humanos. "Puede que ahora, cuando los derechos fundamentales de los ciudadanos rusos están siendo pisoteados, el monumento tenga una nueva vida", opina el director del Sájarov.
Con todo, del pasado se pueden obtener muchas lecciones, y la principal es que "la destrucción física de un muro no lleva a la desaparición de todos los muros en sí", dice en referencia a las nuevas barreras físicas e imaginarias entre personas y países.
Los muros, argumenta, son una respuesta a los miedos humanos. "El miedo ante algo diferente, ante algo peligroso. Y no importa si las amenazas son reales o ficticias porque la gente los percibe como algo real".
Desaparición de la URSS
Las heridas, como las que dejó el muro de Berlín, cicatrizan pero no sanan por completo, dice ante él la historiadora Elena, de 43 años. Se trata de "un gran dolor", un dolor que ha sido superado, pero no olvidado. "Es algo que siempre recordaremos", dice.
Para ella, su caída fue un "gran acontecimiento para todo el mundo", pero, sobre todo, para los berlineses que pudieron "desplazarse con libertad y comunicarse sin miedo".
Antón, arquitecto, opina que la noche del 9 de noviembre de 1989 tuvo repercusiones "tanto políticas como económicas", pero este moscovita de 46 años cree que, incluso pasados treinta años, no es fácil decir "quién tenía razón y quién no", porque las diferencias entre las dos Alemanias se mantienen. Eso pese al "logro de la reunificación".
Fuera como fuese, las actividades con ocasión del 30 aniversario de la caída del muro de Berlín no serán numerosas en Rusia, donde el año clave para la sociedad fue el 1991, cuando desapareció la URSS, y no 1989, cuando cayó el muro.
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