El 17 de junio de 1885 llegó al puerto de Nueva York una desmantelada Estatua de la Libertad, después de ser enviada a través del océano Atlántico en 350 piezas repartidas en más de 200 cajas. Este monumento, además de simbolizar la amistad entre Francia y Estados Unidos, conmemora la Revolución Americana. Los encargados de crear esta estatua de cobre y hierro fueron Frederic Auguste Bartholdi y Gustave Eiffel, que se inspiraron en la madre del primero para crear el rostro del monumento y colocaron siete puntas en la corona para representar los continentes del mundo.
El trabajo en la estatua dio comienzo en los albores de la década de 1870. Cinco años después, se propuso a los franceses financiarla y a Estados Unidos proporcionar el sitio y erigir un pedestal. A la ya construida cabeza se sumó el brazo que sujeta la antorcha, piezas que se exhibieron en varias exposiciones internacionales antes de aterrizar en Nueva York. También se presentó el brazo con la antorcha en la Exposición del Centenario en Filadelfia en 1876, y en el Madison Square Park en Manhattan desde 1876 hasta 1882.
Aunque la inauguración de la Estatua de la Libertad estaba prevista para el año 1876, con motivo de la conmemoración del centenario de la Declaración de Independencia de Estados Unidos, los esfuerzos de recaudación de fondos basados en subastas, una lotería y combates de boxeo, necesitaron más tiempo de lo previsto, tanto en Europa como en Estados Unidos. Para apoyar la construcción, el editor Joseph Pulitzer del New York World inició una campaña de donaciones que atrajo a más de 120.000 contribuyentes que donó menos de un dólar.
Finalmente, la Estatua de la Libertad fue completada en París en el verano de 1884. El monumento, que consistía en una figura femenina con un brazo levantado que sostiene una antorcha, costó a los franceses cerca de 250.000 dólares. Esta llegó finalmente a la isla de Bedloe en el puerto de Nueva York (entre la ciudad de Nueva York y el condado de Hudson, Nueva Jersey) el 17 de junio de 1885. El deseo de Bartholdi era que la Estatua de la Libertad se erigiera en esa isla, puesto que cualquiera que llegase a la ciudad a través del puerto de Nueva York, podría contemplarla antes de desembarcar. De hecho, lo primero que vieron los doce millones de inmigrantes que llegaron al país con la esperanza de cumplir el sueño americano, fue la Estatua de la Libertad.
Después de unir todas sus piezas, la estatua, de casi cien metros de altura, fue bautizada como Libertad iluminando al mundo e inaugurada el 28 de octubre de 1886 por el presidente Grover Cleveland. Esta era la estructura de la ciudad de Nueva York más alta en ese momento. A pesar de que su superficie tenía originalmente tonos cobrizos, el paso del tiempo ha provocado que sufriera un cambio de color de forma natural que derivó en ese azul verdoso actual.
Esta obra monumental que reivindica la libertad estadounidense, concentra cada año a cerca de cuatro millones de turistas que visitan Nueva York, y no quieren perderse uno de sus mayores atractivos. Es por ello, que ante la avalancha de personas que desean contemplar de cerca el monumento, las oficinas de turismo recomiendan comprar las entradas con meses de antelación. Algunos de los afortunados que logran esos preciados tickets, se aventuran a ascender por las trescientas cincuenta y cuatro escaleras para subir a la corona. Desde su cima se contemplan impresionantes vistas del horizonte de Manhattan.
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