"Recuerdo perfectamente ese 17 de diciembre de 1989 en que empezó todo. Yo era un estudiante en Timisoara y vi cómo se concentraban las personas en protestas pacíficas, pero la policía intentó disolverlas con disparos. Cinco días después de esto, Ceaucescu huía sabiendo que el régimen acababa de llegar a su fin", cuenta a El Independiente Radu Pavel Gheo, autor de Dulces sueños, queridos niños (Tres Hermanas) y "superviviente" del régimen comunista.
La marcha y posterior asesinato de Nicolae Ceaucescu -cuyas imágenes encuentras fácilmente en la red-, supusieron la caída de la última dictadura comunista de Europa oriental. "Recuerdo que esos momentos estuvieron llenos de alegría, la gente aprovechó para salir a la calle a bailar. Es algo que tenemos grabado en la memoria", dice el escritor. Este no fue el primer intento de golpe de estado, sino que, podría decirse, se trató del único que la policía secreta no logró detener.
Desde ese diciembre de 1989, hace casi 31 años, "las cosas han cambiado radicalmente". Si bien nuestro entrevistado y las personas más cercanas recuerdan el proceso de transición como "lento", cuando observan imágenes grabadas en esa década, afirman que la gente, las calles y los edificios están "irreconocibles". La Rumanía de Ceaucescu era un país grisáceo que carecía de la alegría que desprende en la actualidad. "Ahora tenemos muchos colores, y vivimos en una nación que nos garantiza libertad de expresión", valora Radu Pavel Gheo.
A los ciudadanos de las democracias occidentales, les resulta extraño carecer de libertades como la posibilidad de viajar a donde uno quiera. Sin embargo, en Rumanía uno podía convertirse en un sospechoso si no especificaba el motivo de su desplazamiento a otra ciudad. "Yo crecí en la frontera con la antigua Yugoslavia, y las personas que viajaban a la estación de tren que había al lado, tenían que enseñar obligatoriamente su carnet de identidad. Si no lo tenías, debías demostrar el motivo de tu viaje, o te detenían".
Una de las razones por las que había siempre agentes en esa estación cuyo nombre se había borrado, era porque muchos vecinos tenían la tentación de dejar todo atrás e irse a la tierra prometida de Yugoslavia, "que era lo que pensábamos". Y es que el régimen de Ceaucescu "no tenía nada bueno" y "fue malvado desde el principio", afirma Radu Pavel Gheo. La combinación de propaganda, el adoctrinamiento, la opresión, la humillación y el miedo que infundía estuvieron presentes desde el inicio. "La Rumanía de Ceaucescu no era Corea del Norte… pero casi", cuenta el escritor.
Crecer en la Rumanía comunista
Radu Pavel Gheo recuerda tener una infancia "normal" en la que creció junto a una familia protectora y, lamentablemente, "normalizó" las restricciones y prohibiciones que imponía el régimen. La gente de su alrededor no se metía en política, y él se limitaba a estar con sus amigos. Sin embargo, la cosa empeoró cuando, a los 18 años, tuvo que dejar su hogar para cumplir el servicio militar. Recuerda que, a medida que crecía y era más mayor, "la vida me resultaba más dura, y aumenta el número de encuentros que tienes con las autoridades, además de las restricciones".
Pese a las adversidades que le rodeaban, la infancia del escritor rumano está plagada de buenos recuerdos. Por ejemplo, el amor de la adolescencia es algo "que no puedes etiquetar de malo" por el hecho de que tuviera lugar en un régimen totalitario. Aun así, "los buenos momentos de mi juventud me ponen feliz y triste al mismo tiempo. Es lamentable que alguien se pusiera tan contento por recibir un nuevo par de vaqueros o un libro del mercado negro". cuenta Radu Pavel Gheo.
"Permíteme que te cuente un chiste sobre recuerdos memorables, aunque recurra al régimen de la Unión Soviética", nos propone en su entrevista con El Independiente. "Para un norteamericano, el mejor momento de su vida fue darse un apretón de manos con el Presidente de Estados Unidos. Para un británico, recibir una invitación a tomar el té con la reina. Para un soviético, lo mejor que puede pasarle es que un agente llame a su puerta y pregunte por su vecino en lugar de por él". Así es cómo eran los buenos momentos que vivían en Rumanía personas como nuestro entrevistado.
El momento más duro de la vida de Radu Pavel Gheo llegó durante su servicio militar, cuando miembros de inteligencia le interrogaron no una, ni dos, sino múltiples veces, en las que estaba "completamente aterrorizado". Le amenazaron con llevarle a juicio, a prisiones militares, a trabajos forzados en caso de que tuviera información secreta que pudiera interesarles. "Y lo único que tenía era 18 años". En algún momento pensó en suicidarse, porque tenía un arma. "Estoy orgulloso de no haberlo hecho, en su lugar, me limité a hacerme el loco, utilizar la retórica del régimen y jurar que era un patriota dedicado a la causa".
Más tarde, el escritor descubrió un archivo de la Securitate, la policía secreta rumana, que recopilaba información relativa a él que se remontaba al año 1988. "Encontré copias de cartas personales, y algunas líneas estaban subrayadas". Descubrió que estuvo en el punto de mira de los agentes desde que descubrieron que vivía en la frontera con Yugoslavia, y que había ayudado a gente para que cruzara ilegalmente al otro lado. "Por aquel entonces, yo solo era un adolescente ingenuo, algo que también sabía ese agente que se limitó a juntar datos sobre mí para mejorar en su carrera".
Aunque no encontraron nada para incriminarle, Radu Pavel Gheo teme lo que hubiera pasado si el régimen no hubiese llegado a su fin ese diciembre de 1989. Afirma que habría tenido problemas en el trabajo, y habría vivido bajo la atenta mirada de los espías del gobierno.
"Ahora tenemos muchos colores, y vivimos en una nación que nos garantiza libertad de expresión"
Antes de que las imágenes de Ceaucescu muerto acabaran en internet, a la vista de todos, los rumanos temían que el régimen dictatorial continuara. Esperaban que el sucesor fuera su hijo, Nico. Sin embargo, parecía estar más interesado en sí mismo que en ponerse al frente de un país.
Cuenta que tuvo la oportunidad de viajar a Berlín en la primavera de 1991 y que no le costó identificar dónde estaba emplazado el muro que dividía a la capital en dos partes. El escritor reconoce que el mundo capitalista, aunque ya no lo tiene idealizado como cuando era joven, es muy diferente al sistema comunista que él conoció. Y es que, el capitalismo y la "democracia" no son perfectos, pero pueden perfeccionarse. Sin embargo, "los regímenes comunistas son imperfectos desde el principio, y no hacen esfuerzos por mejorar".
De hecho, si comparásemos las vidas de un niño criado en la Rumanía de Ceaucescu y un niño criado en la Gran Bretaña democrática, descubriríamos que el "rumano querría todo lo que el inglés tiene y el inglés nunca querría la vida del rumano. Puede que esté exagerando, pero es esencialmente cierto".
Con Dulces sueños, queridos niños, Radu Pavel Gheo habla de la infancia, de su inocencia y de los sueños que cualquier joven espera conseguir una vez alcanzada la edad adulta. Aunque en muchos casos esos deseos sí se cumplen, no se convierten en realidad de la forma deseada. Por ejemplo, el autor cuenta la historia de Cristina, una joven que desea viajar a Estados Unidos para forjarse una carrera como actriz en Hollywood. Sin embargo, cuando Cristina se muda al país de las oportunidades, "acaba haciendo cine para adultos". Dulces sueños, queridos niños es un libro que habla de la madurez, de la inmigración a la que aspiraban todos los adolescentes rumanos y la responsabilidad de elegir de forma sabia.
Por eso escribió este libro, que fue galardonado en su país, con el Premio Nacional de Narrativa, y en el que habla de su generación, su mundo y de una infancia que estuvo llena de inconvenientes. "Hablo de unos años que me tienen traumatizados y que estuvieron condicionados por un régimen autoritario. Espero que los lectores se interesen por esta especie de coming of age que está influido por unas circunstancias adversas", concluye Radu Pavel Gheo.
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