Tal día como hoy, hace 75 años, la localidad alemana de Núremberg atraía todas las miradas hacia ese turbio photocall mundial que representaba la lista de acusados de los juicios que sentenciaron a muerte a doce líderes nazis por crímenes de guerra. Sin embargo, pese a la enorme expectación, en esa sala no se encontraban todos los actores principales.
El mayor responsable de millones de muertes y del Holocausto, Adolf Hitler, prefirió merendar una tarde cianuro y quitarse la vida antes de ser capturado por los soviéticos y, en el mejor de los casos, terminar juzgado y condenado a muerte. Otros muchos altos mandos nazis, cuando la derrota ya era inminente, ultimaron sus nuevas identidades, quemaron su uniforme de Hugo Boss, e hicieron las maletas para huir a diferentes rincones del mundo. En esa precipitada consulta al mapamundi nazi de destinos seguros había uno que les atrajo especialmente: España.
El idilio nazi con nuestro país tenía en ese momento todo el sentido, al confiar en que la presencia de Franco en el poder, al que tanto habían ayudado a ganar la Guerra Civil, ahora les beneficiaría en forma de protección y facilidades para iniciar esa nueva y discreta vida lejos de la justicia. Pero lo cierto es que esa magnética atracción de los nazis hacia nuestro país no era nueva, había comenzado años antes durante la II República. Entre 1933 y 1936, según reflejan los documentos requisados por la CNT al consulado alemán de Barcelona, y publicados en el libro El nazismo al desnudo, existían en España hasta 163 grupos formados principalmente por alemanes que trabajaban para la causa nacionalsocialista.
Llegó a haber hasta 5000 afiliados repartidos en 23 provincias. Solo en Barcelona, había más de mil. Estos miembros de grupos nazis en España estaban formados, principalmente, por comerciantes que simulaban pertenecer a organizaciones profesionales para burlar a las autoridades republicanas, cuando en realidad trabajaban al servicio del partido nazi.
La frialdad del sargento nazi interrogado por los republicanos
Esta relación nazi-española acabó de potenciarse al inicio de la Guerra Civil, momento en el que se multiplicó ese entramado de colaboración y connivencia de España y el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán. El apoyo que Hitler mostró a Franco, decisivo para el devenir de la guerra, tuvo su punto álgido con la llegada de la Legión Cóndor, la fuerza aérea del III Reich que apareció con la misión de bombardear sistemáticamente objetivos civiles y militares, desde Guernica a Málaga, pasando por Madrid.
En estos momentos, el violento discurso y la desmedida ambición de Hitler exportaban miedo a la España republicana, un temor desmedido a todo aquel que llevara consigo una esvástica. Este pánico hacia lo nazi también se reflejaba en el tipo de interrogatorios que los republicanos realizaban a los alemanes capturados y, sobre todo, en ese halo de superioridad y seguridad que transmitían los prisioneros nazis en sus respuestas. Ese temple en momentos críticos contrastaba con el pavor que reflejaban en sus respuestas los prisioneros italianos o marroquíes al ser interrogados.
Un claro ejemplo de esa altivez nazi en España la ofrece el sargento alemán Gherhard Imping, perteneciente a la Legión Cóndor, y capturado con solo 23 años. Imping, miembro de las Juventudes Hitlerianas, fue interceptado en diciembre de 1938 en el frente del Este, cerca de la frontera con Francia, por fuerzas del XIV Cuerpo del Ejército republicano. El interrogatorio al que fue sometido, rescatado por El Independiente del Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca, es un claro ejemplo del carácter de hielo en un momento de riesgo para su vida, y del desprecio que los nazis mostraban a sus enemigos. Menosprecio a sus rivales comunistas y, también, a la figura de su aliado Franco.
P: ¿Pertenece al ejército alemán?
R: No.
P: ¿A qué ejército pertenece?
R: A la Legión Cóndor.
P: ¿No forma parte del ejército alemán?
R: No.
P: ¿Qué le habían hecho los españoles para que se alistara en una unidad de tipo militar que lucha contra ellos?
R: Los españoles, en efecto, no me habían dado ningún motivo, ni me resultaba agradable luchar contra ellos, pero estaba influido por la propaganda de mi país, según la cual los españoles sufrían mucho y había que ayudarles.
P: Bombardeando las poblaciones civiles, ¿cree usted que se acabaría pronto el sufrimiento de los españoles?
R: Yo no soy aviador y no bombardeo.
P: ¿Qué le parecería a usted si los españoles interviniéramos en las luchas interiores de su país?
R: Desde luego, en las cuestiones internas de un país no deben intervenir extranjeros, pero por una parte se podría comprender.
P: ¿Qué opina de los judíos?
R: Que podían estar dentro de Alemania siempre que no ocuparan puestos destacados.
P: ¿Los cree con derecho a la vida o cree que se les debe exterminar?
R: Creo que tienen derecho a la vida.
P: Entonces, ¿reprueba los actos de su gobierno por los cuales se persigue y castiga a los judíos?
R: No he oído nunca que en Alemania se haya matado a judíos ni se les haya perseguido.
P: ¿Profesa usted alguna religión?
R: Soy católico.
P: ¿A quién cree deber más obediencia, al Papa o a Hitler?
R: En el caso de que el Papa indicara la conveniencia de desobedecer alguna orden de Hitler, entonces tendría que pensarlo.
P: ¿Hay muchos católicos alemanes en España?
R: Creo que la mayoría son protestantes.
P: ¿Defienden a gusto los protestantes la religión católica en España?
R: Sospecho que no ven con gusto esta defensa.
P: ¿Qué es lo que más le gusta de España y qué lo que le disgusta?
R: Me gusta el paisaje. Los Pirineos son algo grandioso y en ellos me encuentro como si estuviera en las montañas de mi país.
P: ¿Qué opinión tiene de Franco como figura militar?
R: No debe ser gran cosa cuando la guerra dura ya más de dos años. No creo en su genialidad.
P: Y como político, ¿lo cree superior o inferior a los jefes nazis?
R: Creo que no está a la altura de ellos.
P: ¿Qué soldado es más valiente, el italiano o el alemán?
R: Juzgo al italiano tan valiente como el alemán y al alemán tan valiente como al italiano.
P: ¿Cuáles son los países amigos de Alemania?
R: Italia, Rumanía, Polonia, Hungría, Portugal y la España nacional.
R: ¿Y cuáles los enemigos?
R: Francia, Bélgica, Inglaterra, Rusia y Estados Unidos.
P: ¿Qué necesita Alemania para ser grande?
R: No necesita más que las colonias que le quitaron en la guerra.
P: Entonces, ¿le sobran Checoslovaquia y Austria?
R: Austria es alemana. Si nos devolvieran las colonias no habría necesidad de extenderse hacia el este.
P: ¿Qué interés puede tener Alemania en España?
R: En primer lugar, persigue la obtención de ciertas ventajas económicas en la dirección y explotación de minas, industrias, transportes, etc. Además, interviene en España para evitar una España roja.
P: ¿Qué entiende por una España roja?
R: Un país atrasado que es preciso civilizar.
Pese a su pose arrogante, Imping fue finalmente fusilado en las matanzas republicanas de prisioneros de Girona, en febrero de 1939, debido al rápido avance de las tropas franquistas en la zona. Su cadáver fue repatriado a Westfalia, donde se le realizó un homenaje masivo y un periódico local le describió como un leal seguidor del Führer.
La dictadura de Franco, un paraíso de seguridad para los nazis
El final de la II Guerra Mundial vino acompañado de una persecución internacional a los líderes nazis que, en muchos casos, encontraron refugio en España. En 1945, al mismo tiempo que en Núremberg se juzgaba a los detenidos en Alemania, los servicios de espionaje franceses, británicos y norteamericanos se apresuraban a redactar listas negras de repatriación, pidiendo a los diferentes países donde se habían ocultado los nazis huidos, que facilitaran su deportación a Alemania para ser juzgados.
En el caso de España, este listado inicial ascendía a 104 personas, y fue remitido a Franco para que los entregara. Nunca lo hizo. La gran mayoría de los que llegaron a nuestro país gozaron de total impunidad y de protección hasta el fin de sus vidas. Muchos de ellos eligieron zonas de costa para, ya que estaban, disfrutar del sol, la playa y la mejor oferta de ocio posible para su feliz y cómoda retirada.
El historiador mallorquín, Manuel Aguilera, entrevistó a dos integrantes del ejército nazi, ambos miembros de las Juventudes Hitlerianas, que encontraron en Palma el lugar ideal para pasar sus últimos años. Lejos de arrepentirse, asegura Aguilera, "me exhibían con orgullo sus insignias y llegaron a decirme cosas tan graves que preferí omitirlas". Entre los 'jubilados' nazis en España destaca la figura del austriaco Otto Skorzeny, coronel de las SS y jefe de operaciones especiales de Hitler que, entre otras hazañas, consiguió liberar a Mussolini en septiembre de 1943 en una arriesgada operación de comandos.
De rostro inconfundible por su gran cicatriz en la cara, fue considerado como el hombre más poderoso de Europa. En España ni siquiera hizo el esfuerzo de ocultarse y, lejos de permanecer con un perfil bajo, hizo una gran fortuna como exitoso hombre de negocios gracias a los grandes contactos que cultivó. Incluso en marzo de 1958 llegó a ser portada de La Vanguardia por pronunciar una conferencia en el Instituto Nacional de Industria de Madrid.
Vivió entre Mallorca y Madrid, donde murió en 1975 después de una vida a todo lujo en nuestro país. Un final feliz, el de Skorzeny, similar al de cientos de nazis que huyeron de Alemania en busca de una protección que nuestro país, no solo les proporcionó sin problema, sino que además incluyó, de regalo, lotes de impunidad, riqueza y reconocimiento social.
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