El recurrente asunto de la relación Gibraltar con España ha adelantado este año su habitual temporada de verano al invierno, y vuelve a ser tendencia política y mediática en nuestro país. El asunto volvió a emerger con fuerza la semana pasada cuando la ministra de Exteriores, Arancha González Laya, anunciaba un preacuerdo de última hora con Gibraltar para evitar un Brexit duro en la zona.
Este principio de conformidad incluye al Peñón dentro del llamado espacio Schengen, por lo que se retirará la valla fronteriza y los únicos controles que se realizarán a partir de ahora serán en el puerto y el aeropuerto. Este asunto, vendido como un éxito por el Gobierno socialista por salvar 10.000 puestos de trabajo españoles que hubieran quedado en una situación complicada ante un Brexit duro, ha sido también muy criticado por la oposición por haber desechado la oportunidad de oro que se presentaba para reclamar la soberanía compartida.
Esta cosoberanía, por la que diferentes gobiernos han estado luchando durante tantos años, se sitúa ahora en una situación muy complicada de lograr al quedar Gibraltar en una posición territorial y económica privilegiada, además de optar a una relación comercial con Europa óptima. Todo es bueno y satisfactorio para el Peñón con un preacuerdo que, como colofón, deja completamente de lado el tema de la soberanía.
Este debate territorial se está haciendo mayor. Desde que Gibraltar pasó a manos inglesas en 1713 tras el Tratado de Utrecht, todos los intentos por recuperar este enclave estratégico del Estrecho han sido inútiles. Ni el debate patriótico de cada verano, ni las diferentes resoluciones de la ONU emplazando a España y Reino Unido a alcanzar un acuerdo han ablandado la postura de los ingleses, que primero alegaban que no discutirían este asunto mientras en España hubiera una dictadura y, una vez muerto Franco, su posición ha seguido bastante inamovible pese a ser una de las últimas 17 colonias que quedan en el mundo.
Las altas tasas de paro en las zonas españolas próximas al Peñón, y los beneficios fiscales de Gibraltar, tampoco animan a sus habitantes a pensar remotamente en algún tipo de situación diferente a la actual. Y, tras este preacuerdo, parece que van a quedarse tranquilos por muchos años.
Los planes de Indalecio Prieto
Este eterno debate soberanista que ahora vuelve a florecer con el Brexit hubiera sido mucho más amplio de haber prosperado una desconocida proposición realizada por el Gobierno de España a los ingleses durante la Guerra Civil, concretamente por el ministro de Guerra socialista Indalecio Prieto en 1938. Pocos lo saben hoy, pero Prieto y la República estuvieron decididos a vender los puertos de Vigo, Cartagena y Mahón a los británicos a cambio de su apoyo en la guerra.
El primero en abrir este incómodo melón para la República fue, precisamente, un republicano llamado Alberto Bayo, quien fracasó durante la guerra en el famoso desembarco en Mallorca, pero triunfó por su desempeño como guerrillero en la contienda y, posteriormente, como maestro de guerrilleros al instruir a Fidel Castro, Che Guevara y sus hombres para derrocar a Batista en Cuba.
Bayo cuenta en sus memorias Mi desembarco en Mallorca que el que fuera ministro socialista de Guerra, Indalecio Prieto, “trató de entregar a España”. En ese polémico capítulo, del que dice que su revelación fue la causa de la no publicación de la obra hasta 1944, anticipa en un momento dado a sus lectores que “lo que voy a decir es muy grave”. Tan grave como que Prieto ofreció los puertos de Vigo, Cartagena y Mahón a los oficiales británicos Pearson y Goddard a cambio del apoyo militar contra Franco.
En su exposición, Bayo detalla incluso que el ministro, justo después de tratar de ceder esos enclaves del país a cambio de ayuda, le dijo que “lo que has oído debes olvidarlo ahora mismo”. La reacción de Bayo fue de sorpresa y estupefacción, descrita con el detalle del que se siente embargado por la decepción ante lo que presenció: “fue como si Dios se convirtiera ante mis ojos en un traidor a nuestra causa.
Todos hubiéramos preferido ver a nuestra Patria vencida en manos de Franco que victoriosa sin sus tres formidables bases navales” porque “a Franco le arrancaremos su presa de sus ensangrentadas manos; al inglés no se la habríamos quitado jamás”, sentencia. Visto con la perspectiva que da el caso de Gibraltar, y la firme posición británica al respecto, a Bayo no le faltaba razón.
Hoy, de haberse materializado esta venta, Reino Unido controlaría con casi total seguridad los principales enclaves del noroeste, este y sur peninsular, además de todas las entradas y salidas a la isla de Menorca. Este asunto tan grave ha pasado durante años casi desapercibido para los historiadores. Solamente el inglés Burnett Bolloten profundizó en el asunto en 1948 cuando localizó en Lima a uno de los oficiales ingleses a los que Prieto le hizo este ofrecimiento.
El oficial inglés al ser preguntado no lo negó, pero tampoco se lo pudo asegurar, al tratarse de un tema confidencial que solo el Ministerio de Exteriores estaba autorizado a confirmar, según le explicó. En cualquier caso, de no haber sido cierto, la negativa directa hubiera sido la respuesta más lógica, por lo que las dudas sobre este asunto no hicieron más que empezar a decantarse por la balanza del testimonio de Bayo.
Hoy, 77 años después, volvemos a acercarnos a este asunto gracias al doctor en Historia mallorquín Manuel Aguilera Povedano, quien ha acabado por confirmar este suceso.
A la caza del 'Informe Goddard'
Aguilera, gran conocedor de la figura de Bayo por su relación con la isla, decidió ahondar en este asunto y acudir a fuentes británicas para que confirmaran sus sospechas ante las revelaciones de Bayo. Su investigación coincidió con la apertura de los archivos ingleses, momento en el que “el informe de los oficiales Pearson y Goddard debía ser consultable en el Foreign Office de Londres.
Allí lo busqué durante dos semanas, pero no hubo suerte. Después vi que los papeles de Goddard se guardaban en un archivo militar y llegué a escribir una carta a la familia. Nunca hubo respuesta. Había perdido la esperanza cuando el historiador Julius Ruiz, de la Universidad de Edimburgo, tuvo la amabilidad de pasarme una copia de todos los papeles de la Guerra Civil Española del Foreign Office. En el catálogo que él mismo elaboró sí aparecía la palabra ‘Goddard’, y allí estaba el informe”.
El ansiado y, hasta hoy, secreto documento descansaba en ese archivo para acreditar a un incrédulo Aguilera el intento de venta de Prieto a Reino Unido de esos enclaves estratégicos para los intereses territoriales y geopolíticos de España. En el escrito, fechado el 1 de marzo de 1938, el coronel Goddard comunicaba oficialmente al Gobierno inglés que el ministro Indalecio Prieto les había ofrecido los puertos de Cartagena y Mahón. Salvo Vigo, que no aparecía, la versión de Bayo cobraba oficialmente toda credibilidad.
También añadía Goddard que Prieto aprovechó para preguntar a Inglaterra si era favorable a la causa republicana, y que le agradaría especialmente una visita de la flota británica a Menorca para poder neutralizar la ocupación italiana en Mallorca. Ante esta proposición confidencial, según narra Bayo, a Prieto solo le quedaba “esperar la contestación con impaciencia”. Esa respuesta nunca llegó. O, al menos, nunca fue positiva. Ni siquiera ese apetitoso botín en forma de enclaves españoles fue suficiente para que los británicos se inclinaran por apoyar a la República.
Hoy, y a pesar de la perspectiva que ofrece el tiempo y el contexto histórico, estas revelaciones con probabilidad escocerán especialmente a vigueses, cartageneros y mahoneses, que observarán con alivio cómo su soberanía sigue a salvo, pese aquel no tan lejano intento de traición.
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