El historiador José Enrique Ruiz-Domènec, que acaba de publicar El día después de las grandes epidemias, recuerda que "la historia enseña que tras grandes epidemias llegaron épocas de esplendor", como pasó con el Renacimiento o la Ilustración.
Ruiz-Domènec ha explicado en una entrevista con Efe que en todas las grandes epidemias que ha analizado a lo largo de la historia existe "el común denominador que la sociedad las ha considerado un desafío que exigía una respuesta a su altura, y otro elemento común es que las grandes epidemias polarizan las decisiones a tomar en las gestiones para salir de ellas: existen decisiones muy acertadas y muy desacertadas".
A su juicio, esta polarización debería ponernos en guardia, pues aunque "grandes momentos de la historia han surgido de una gran epidemia, también es verdad que muchas sociedades han entrado en colapso". En definitiva, resume el historiador, "una epidemia, que es una rebelión de la naturaleza, exige una toma de posición del ser humano ante su responsabilidad en la historia".
En El día después e las grandes epidemias (Taurus/Rosa dels Vents) el autor concluye que a la plaga que asoló el Imperio bizantino siguieron el primer esplendor del islam y el nacimiento de Europa; de la peste negra del siglo XIV surgió el Renacimiento, o las pestilencias del siglo XVII llevaron a Europa al borde del colapso, tras lo cual surgió el espíritu revolucionario que alumbró la Ilustración.
La principal enseñanza que se puede extraer de la experiencia del pasado es que "la mejor manera de hacer frente a una gran epidemia es gestionar con acierto un cambio profundo en el paradigma económico, social, político y cultural". Recuerda que las mejores soluciones se han dado cuando "el espíritu creativo se ha puesto al servicio del bien común" y advierte que "hoy, las soluciones deben ser acordes al espíritu del siglo XXI, no al del siglo XX con su inmensa carga de falacias acumuladas en forma de posverdades".
Cree Ruiz-Domènec que la humanidad aprenderá de la experiencia del pasado porque existe hoy un mejor conocimiento del pasado tras décadas de renovación en la epistemología de la historia, lo que permite entender los métodos empleados por las sociedades precedentes para solventar el desafío de una gran epidemia.
A su juicio, existen las condiciones para una época de esplendor "si nos liberamos de las lacras del siglo XX, nacionalismo extremo, populismo radical, codicia desorbitada, consumismo abusivo, frivolidad sin freno". A favor, la sociedad actual cuenta con "el gran legado de los últimos siglos: la ciencia médica, la tecnología aplicada, el saber histórico, la creatividad artística, el valor de la lectura, la educación, la tolerancia con el adversario político, la flexibilidad en la defensa de las ideas, la generosidad social, el desarrollo económico sostenible, el valor del trabajo bien hecho, el sentimiento de libertad y de fraternidad universales, la capacidad de razonar en situaciones extremas, la alegría de vivir".
El autor piensa que la tecnología puede jugar un papel decisivo en ese renacimiento, pero debe ir más allá de obtener una vacuna rápida en apenas unos meses. "Podemos mejorar la sostenibilidad con máquinas no contaminantes, sugerir algoritmos que impidan el uso indebido del conocimiento que a menudo han servido para falsificar la realidad, hacer efectivas las utopías urbanísticas para mejorar la calidad de vida y la higiene de las ciudades, construir viviendas dignas controlando los excesivos beneficios de las constructoras mediante una robótica exigente, favorecer el diálogo entre culturas y creencias diversas, poner fin al hambre y a la falta de agua en muchos lugares", enumera.
Una gran epidemia, apunta, es una rebelión de la naturaleza, y a veces se coordina con otros rasgos de esa misma rebelión, como puede ser "el cambio climático, tal como se produjo en el siglo VI, XIV o XVII; o por el desarrollo de una guerra de ámbito global, como en el siglo XVI o en el siglo XX", de ahí la obligación de proteger el planeta. Y añade que se podría aplicar el conocimiento de la alta tecnología militar para el desarrollo de una humanidad
en paz, y hay precedentes en otras épocas: "en el siglo IX los guerreros dejaron las hachas que eran un instrumento de guerra en manos de los leñadores, lo que permitió sacar de los bosques de Europa enfermedades como el paludismo".
En el pasado también se encuentran, subraya el historiador, comportamientos ajenos a la ciencia como los protagonizados por Trump o Bolsonaro. "En el Imperio Bizantino en tiempos de Justiniano y Teodora, y pese a las advertencias del historiador Procopio, se dieron respuestas de carácter populistas, y lo mismo en el siglo XIV en medio de la Peste Negra, cuando algunos ignoraron las observaciones de personas juiciosas como el escritor Boccaccio; por no hablar de los indeseables que vieron en la gripe de 1918-1920 la ocasión para asaltar el poder, dejando de lado los consejos de la medicina o de sabios como Albert Einstein o Max Weber". En su próximo proyecto, Ruiz-Domènec volverá a recurrir a la historia de larga duración para "entender el trágico trasiego de pateras partiendo del lejanísimo movimiento de los pueblos del Mar en el siglo XII a.C., tres mil años de historia de descubrimientos sobre los seres humanos que hicieron su historia alrededor del Mediterráneo".
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