El mediático y propagandístico baño de flashes de Manuel Fraga -ministro de Turismo en 1966- en las aguas colindantes de Palomares se había convertido en un esfuerzo por demostrar que la radiación del pequeño pueblo almeriense era más mito que verdad. Con un bañador que le agarraba la cintura de una forma precisa, a la vez que sofocante, y acompañado de el embajador de Estados Unidos en España, Angier Biddle Duke, la nación apostó por seguir la estela de que, ante todo, Spain is different incluso si sus aguas estaban rodeadas de plutonio.
El 17 de enero de 1966, y con la nación sumergida en una Guerra Fría que posicionó a España de la mano de Estados Unidos, Palomares, pedanía del municipio almeriense de Cuevas del Almanzora, recibió una radiación 75 veces más potente que las bombas que estallaron en Hiroshima en 1945 debido a la colisión de dos aeronaves.
El milagro se posó sobre la humilde barriada que vivía sin alumbrado ni asfalto, usaba burros como medio de transporte predilecto y tenía calles de tierra y piedra. La eclosión provocó el desprendimiento de cuatro bombas termonucleares, dos de ellas esparciendo sus restos en el aire y tierra, y las otras dos cayendo en suelo almeriense sin estallar. No hubo ninguna fatalidad española en el siniestro.
Movistar+ recupera su compleja historia, su trama completa y sus secretos mejor guardados en Palomares, días de playa y plutonio, un documental de cuatro episodios dirigido por Álvaro Ron en el que se traza un organigrama lineal que busca explicar los huecos, las incógnitas y las incertidumbres del choque nuclear que convirtió al pueblo almeriense en el centro del universo.
"Es una historia apasionante y muy desconocida, en el fondo es un regalo poder contarla", admite a El Independiente su director. Combinando el género documental con fragmentos ficcionados, Álvaro Ron pretende situar al espectador "en la piel de los protagonistas".
Ron afirma que el misterio, accidente o el término que se pretenda usar para hablar de Palomares continua "abierto", lo que, admite, "hace más partícipe a todo el mundo". Rascando e investigando, el director del documental considera "sorprendente" que la historia del pueblo almeriense "no se haya contado antes".
Un 'top secret' de Estado
Cayeron más de 125.000 kilos de restos de aviones, motores y trozos de hierro. Nubes de fuego y humo se erigieron sobre el cielo almeriense. La palabra "nuclear" quedó vetada de titulares y coberturas de prensa: desde Estados Unidos hasta España, el accidente se tapó y se evitó generar alrededor de la zona un completo "estado de alarma" y de neurosis social.
No queremos hacer un juicio ventajista con la mirada de ahora. Se hicieron cosas, no en favor de la población, si no en favor de la guerra"
ÁLVARO RON, DIRECTOR DE 'PALOMARES'
La España de la apertura franquista no quería comprometer el turismo y tenía en Estados Unidos una potente alianza a la que permitió emplear sus tierras como asentamientos de guerra. España era "paz, turismo y desarrollo", no la base militar que hacía peligrar a sus habitantes en pleno choque de potencias e ideologías mundiales. La censura franquista impedía informar sobre todo lo anterior, pero como los protagonistas del accidente de Palomares enuncian en el documental de Movistar+, el riesgo de que los aviones de guerra, y con munición nuclear, se pasearan por los azulados cielos de España les exponía a verdaderas contingencias.
"No queremos hacer un juicio ventajista con la mirada de ahora o juzgar a las personas que tuvieron que tomar las decisiones que tuvieron que tomar", afirma Álvaro Ron. "Se hicieron cosas, no en favor de la población, si no en favor de la guerra en la que estaban sometidos", añade. "Todavía existen problemas en algunas zonas de Palomares" derivados de la colisión de las aeronaves americanas, algo que el director de la docuserie considera "trágico".
"No quiero dictarle al público lo que tiene que sentir, pero deseo acercar un relato muy desconocido e importante de nuestra historia reciente a través de sus protagonistas", explica el director. Empatizar y comprender se convierten, así, en los objetivos detrás del Palomares de Álvaro Ron.
El episodio Margallo
Si hay algo que define al accidente de Palomares, son los innumerables Gobiernos posteriores que prometieron enfocar sus esfuerzos y propuestas en honrar lo sucedido. José Manuel García-Margallo, ministro de Exteriores en 2015, y el secretatio de Estado estadounidense, John Kerry, se comprometieron en dicho año a limpiar los terrenos que seguían empapados con materiales nucleares.
Así, y para "reparar un error cometido hace 50 años", Estados Unidos se comprometió a llevarse la tierra contaminada de Palomares, una ciudad que más de cinco décadas después seguía estando marcada por el accidente. El 19 de octubre de 2015, y tras firmar dicho acuerdo, Margallo apuntó que la limpieza se empezaría a ejecutar "en el plazo más breve posible" con las "infraestructuras necesarias para ello". "Bien está lo que bien acaba", remarcó en su momento.
Que nadie asocie Palomares con la contaminación, porque no se lo merecen y es una lacra que tiene solución"
ÁLVARO RON, DIRECTOR DE 'PALOMARES'
En octubre de 2020, el senador de Compromís, Carlos Mulet, indicaba que Estados Unidos aún no se había comprometido a limpiar y rehabilitar el entorno, tal y como había prometido en 2015.
Los habitantes de Palomares que vivieron la tragedia "están cansados de ver esfuerzos que luego no llegan a nada, de ver a gente que viene a prometerles cosas y luego no las hacen", afirma el director del documental. En referencia a episodios como el acuerdo entre Margallo y EEUU, "parece que siempre se truncan para dar carpetazo y solucionar el problema. Que nadie asocie Palomares con la contaminación porque no se lo merecen y es una lacra que tiene solución", afirma Ron.
Recrear los años 60 en 2020
Rodar Palomares, días de playa y plutonio no fue del todo rodado. Las entrevistas de los personajes internacionales que aparecen en sus cuatro capítulos se hicieron en remoto, con complicaciones aeroportuarias de por medio y con las fuentes dispersas en ciudades con escasa proximidad la una de la otra. Para más inri, se añadió a la mezcla una pandemia mundial.
Más allá de la logística, la clave de la serie de Movistar+ -en colaboración con la productora 93 metros- es la recreación, por medio de la ficción, de los escenarios que componen el relato acontecido en la pedanía almeriense: "Ha sido lo más complicado, porque había que encontrar lugares que se parecieran al Palomares de los años 60", afirma su director. "No somos una superproducción de Hollywood", por lo que tuvieron que rodar en cónclaves como Águilas o Cartagena, lo más similar a cómo el pueblo lucía hace cinco décadas. Ron considera un "grandísimo esfuerzo" el producir un "formato que no es una ficción", pero "que requiere tanto o más trabajo" que dicho.
"Ojalá que con este documental ayudemos a conocer el problema y pongamos nuestro granito de arena para que la gente no tenga que seguir viviendo con la lacra de algo que no buscaron", concluye el director.
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