Vivió en un desván secreto de la calle Prinsengracht nº 263, en Ámsterdam, para definir la supervivencia o la muerte. Lo hizo sin la estrella de David que auguraba lo segundo, con su familia y cuatro personas más, y con el diario bajo el brazo que marcaría después la historia de una niña que se escondió de los nazis durante la ocupación de los Países Bajos y que, descubierta y deportada a un campo de exterminio hoy hace 77 años, murió de tifus un año antes de su liberación.
Ana Frank (Fráncfort del Meno,1929 - Bergen-Belsen, 1945) se ha convertido en uno de los símbolos más destacados del Holocausto nazi. La joven de descendencia judía, sufrió en primera persona la expansión de Hitler por Europa, la ocupación nazi, y el terror que supuso la Segunda Guerra Mundial. Ana creció en Alemania hasta 1933, cuando la hostilidad hacia los judíos y la toma de poder de Hitler hizo que, junto a sus padres Otto y Edith Frank, se mudara a Ámsterdam. Instalados en la ciudad de los canales, en el número 37 de Merwedeplain, la paz duró hasta 1940, cuando los nazis también invaden los Países Bajos. Los parques, cines y tiendas se prohíben para 'el cáncer de la democracia' que Hitler señalaba y pretendía erradicar: los judíos, que pronto empezaron a vestir la estrella de David para ser identificados y deportados a los campos de concentración: «Tanto los judíos como los cristianos están esperando, todo el planeta está esperando, y muchos están esperando la muerte. (…) Me da mucho miedo pensar en todas las personas con quienes me he sentido siempre tan íntimamente ligada y que ahora están en manos de los más crueles verdugos que hayan existido jamás. Y todo por ser judíos», plasmaba la joven en sus escritos.
Es difícil en tiempos como estos pensar en ideales, sueños y esperanzas, solo para ser aplastados por la cruda realidad»
ana frank
La familia Frank decide entonces escapar de la persecución y pasar a la clandestinidad. Es en la primavera de 1942 cuando Ana y su familia se esconden en el desván que guardaría sus secretos y escritos. Porque fue allí donde, con tan solo 13 años, Ana empezaría a escribir y emprender el viaje que la llevaría a la muerte: «Los judíos deben llevar una estrella de David; deben entregar sus bicicletas; no les está permitido viajar en tranvía; no les está permitido viajar en coche, tampoco en coches particulares. Después de mayo de 1940, los buenos tiempos quedaron definitivamente atrás. Es difícil en tiempos como estos pensar en ideales, sueños y esperanzas, solo para ser aplastados por la cruda realidad. Es un milagro que no abandone todos mis ideales. Me aferro a ellos porque sigo creyendo, a pesar de todo, que la gente es buena de verdad en el fondo de su corazón», escribió.
El 4 de agosto de 1944 la Gestapo, policía oficial de la Alemania nazi, descubrió el escondite de los Frank, que fueron arrestados y enviados provisionalmente al campo de Westerbork y más tarde, el 3 de setiembre del mismo año, a Auschwitz-Birkenau. Aquel día, los vigilantes del campo condujeron a mil diecinueve judíos a un tren de vagones para el transporte de ganado. Muchos murieron hacinados y otros, como la familia Frank, tres días y dos noches después, llegaron al fatídico destino.
A su llegada a Auschwitz Ana es junto a su hermana enviada al campo de trabajo para mujeres, y a principios de noviembre de 1944, trasladada nuevamente al campo de Bergen-Belsen, lugar donde fallece a consecuencia de la enfermedad del tifus epidémico.
'El diario de Ana Frank', relato de la barbarie nazi
Su historia personal no hizo justicia a lo que sus ojos vieron, pero su diario sí. Después de la detención, Miep Gies, una de las mujeres que ayudó a la familia Frank a esconderse en la que se conoce como 'La casa de atrás', recogió los diarios y numerosas hojas sueltas de Ana que los agentes de la Schutzstaffel, la organización militar y de seguridad al servicio de Adolf Hitler y del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, habían arrojado al suelo en el registro del escondrijo. La mujer los guardó en un cajón con la intención de devolvérselos en cuanto regresara tras la guerra, pero el único que regresó fue Otto Frank, su padre. Y fue él quien no cejó hasta publicarlo cumpliendo así con el sueño de la niña: «¿Llegaré algún día a ser periodista y escritora? ¡Espero que sí, ay, pero tanto que sí! Porque al escribir puedo plasmarlo todo: mis ideas, mis ideales y mis fantasías. Me parece que lo mejor de todo es que, lo que pienso y siento, al menos lo puedo escribir, de lo contrario, me asfixiaría completamente», escribió Ana en abril de 1944.
La joven había escrito cinco cuadernos y varias hojas sueltas que detallaban la vida de una familia judía en Holanda durante la guerra, con hondas reflexiones sobre la vida en medio de la zozobra y la experiencia de vivir escondidos de los alemanes. Además, Ana había escrito cuentos y cartas que se dirigían a Kitty, un personaje ficticio que la joven había creado tras leer una serie de libros.
Sus escritos se publicaron el 25 de junio de 1947 bajo el título El diario de Ana Frank. Su padre hizo en esta obra una compilación entre la versión escrita por Ana, sus textos originales del diario, y algunos de sus cuentos. El diario se ha convertido con el tiempo en una de esas lecturas obligatorias o al menos, lecturas que merecen ser leídas por no quedar exentas de trascender en el tiempo como long seller que brinda, como pocos libros lo hacen, la oportunidad de revivir la represión nazi y poner en valor la supervivencia, fuerza moral y el recuerdo de aquella niña lúcida e inteligente que soñó con ser escritora, periodista, y un pájaro con alas con las que rozar la libertad: «Me siento como un pájaro con alas cortadas, que se tira contra los barrotes de la jaula. ¡Déjame salir!, grita una voz dentro de mí!».
Los otros Ana Frank
Ana Frank dejo constancia de los dos años y medio que paso ocultándose de los nazis como lo hicieron otros caídos en el olvido absoluto y en la Guerra Civil o la de Irak. Es el caso de Contxita Simarro, que comenzó a escribir su diario con tan solo 11 años, a principios de 1938, poco antes de salir de Barcelona con sus padres y hermana huyendo de los bombardeos franquistas que asediaban la ciudad. Como en una película, Contxita escribió siete cuadernos que convertidos en el libro Diario de una niña en tiempos de guerra y exilio (1938-1944), narra la estancia en la ciudad condal de la niña, sus perspectivas, miradas, emociones y sentimientos en torno a la guerra, al drama que acontece en Europa, y a los elementos de su vida cuotidiana como niña.
También sobre la Guerra Civil y el exilio de 1939 se han publicado las memorias de José Luis Barceló, Madrid 1938: Diario de un niño en Guerra o Encarnación Martorell, Con ojos de niña. Un diario de la Guerra Civil Española, que con 12 años y en el estadillo de la guerra, comenzó a escribir su historia en forma de relatos cortos.
En el marco del Holocausto nazi, Reina Spiegel, de 17 años, fue fusilada por los nazis en el pueblo polaco de Przemysl, y al igual que Ana Frank, la adolescente escribió un diario donde narró sus sueños y horrores de la guerra: «¡Quiero vivir! He experimentado muy poco en esta vida; no quiero morir. La muerte me da miedo […].”. ¿Qué podemos decir, qué podemos comentar a casi ochenta años de estos acontecimientos…?». La joven polaca se escondió en una pequeña ciudad de provincias al sudeste de Polonia que estuvo bajo la ocupación soviética, hasta que los nazis invadieron la Unión Soviética en 1941. Como Ana Frank, Reina soñaba con ser poeta, pero la barbarie nazi se lo impidió. Junto a su familia, Reina se escondió en el sótano de una casa de la familia huyendo de su deportación a un campo de exterminio, pero fueron descubiertos y la joven fue ejecutada a tiros el 30 de julio de 1942. Sus textos fueron descubiertos hace unos años y en 2018, se tradujeron al inglés y al español.
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