Desde los años 20 hasta 1975 un grupo de hombres formado por españoles y saharauis patrullaban a camello lo que en aquel momento se conocía como el Sáhara Español. Al principio, su función era evitar problemas cerca de la frontera de Marruecos pero, tras la llegada de Franco al poder y la perseverancia de altos mandos del Ejército, se fueron haciendo más grandes, más fuertes y con más recursos.
Son conocidos como las Tropas Nómadas y fueron la última unidad indígena del Ejército español y del resto de ejércitos europeos, que durante aquellas décadas se desplazaban principalmente a camello y vivían con pocos recursos. "Hombres que vivieron y que entendieron el desierto, que lo amaron y que se ensamblaron con él de forma rigurosa y real y que de manera sencilla dejaron su huella en sus arenas", asegura en Hermandad de las Tropas Nómadas su presidente, el teniente general Antonio Ramos-Yzquierdo Zamorano (Santa Cruz de Tenerife, 1936).
Él llegó recién salido de la academia, con 23 años, en 1958. Su primera función -fuera de las Tropas- fue la de detonar de manera segura explosivos que no habían conseguido cumplir con su función. "Ingresé en los servicios de artillería del Sáhara, en realidad lo que yo hacía era poner en orden las municiones y volar los explosivos de las bombas que se habían quedado sin detonar. El Gobierno sabía que había explosivos por algunas zonas porque volaba alguien, algún curioso que le daba con un pico a las bombas y acababa muriendo. Por ejemplo, al lado de un campamento donde había casi exclusivamente mujeres y niños había un reguero de bombas de 50 kilos, peligrosísimo, y gracias a Dios no explotó ninguna. Me tuve que llevar a una mujer con sus dos hijos y su cabra para encontrarlas porque ella sabía dónde estaban", recuerda.
Durante aquellas misiones al ahora teniente general Ramos-Yzquierdo le empezó, como dice él, a gustar el desierto. "Entonces me pasé a la agrupación de Tropas Nómadas en el año 1961. Su misión era la de controlar el territorio, los movimientos de gente, ver dónde estaban, darles protección, perseguir ladrones... una misión genérica de control de paso y fronteras".
Aquel regimiento había dividido el Sáhara Español en dos zonas, diferenciadas por su peligrosidad. "En la zona Norte, en la que sólo había un grupo cuando yo ingresé, la situación era más militar porque teníamos tres fronteras (Marruecos, Mauritania y Argelia) mientras que en el Sur sólo lindábamos con Mauritania, que era mucho más pacífica y no había casi ningún conflicto", asegura y añade que "la diferencia de las patrullas estaba en el respeto por las convenciones militares de seguridad, En el Sur salían a patrullar con 20 saharauis y un solo militar europeo, todos a camello y con el único armamento de su pistola. Salías porque confiabas en la gente; en aquella época las radios no funcionaban y no tenías mucho equipamiento".
Él pasó del Norte al Sur al cabo de un año, donde en vez de tres compañías (cada una formada por 20 europeos-españoles y 130 saharauis) tenían dos y una sección reforzada. "Me mandaron a un puesto del interior, en el extremo sureste del territorio, en Aguenit, la unidad estaba en un fuerte en ruinas, la única habitación que tenía techo era la que ocupaba el teniente. Al principio todo lo hacíamos en camello, nos movíamos donde había lluvia porque era como se movían los nómadas, aunque luego ya tuvimos un conductor y una radio. Pero como muchas veces no teníamos gasolina para arrancar, pues no lo movíamos mucho y eso provocaba que se quedase sin batería y teníamos que usar a los camellos para remolcarlo", explica.
Te mandaban a cualquier sitio, sin teléfono, claro, y las cartas... pues imagínate, las dejabas en un fuerte, de ahí a Aaiún y de ahí a tu casa"
Y recuerda que todos los españoles que iban era de remplazo y las condiciones no eran muy fáciles. "Te mandaban a cualquier sitio, sin teléfono, claro, y las cartas... pues imagínate, las dejabas en un fuerte, de ahí a El Aaiún y de ahí a tu casa. Cuando llegaba el correo era una auténtica fiesta. Además, donde dormíamos tampoco era para mucho. Cuando los geólogos, algunos ingleses, vinieron en 1963 y 1964 alucinábamos con sus campamentos. ¡Tenían agua caliente y aire acondicionado! Imagínate. Nosotros, que incluso en Villa Cisneros el agua estaba racionada y la vida para las mujeres no era del todo fácil por la falta de comodidades".
Menos orden cerrado y curso de conductor
A los saharauis que les acompañaban se les reclutaba en dos zonas, en El Aaiún o Villa Cisneros; eran soldados voluntarios y se les instruía en la misma compañía donde se quedaban. Aunque, como cuenta Ramos-Yzquierdo, "la instrucción de ellos era diferente a la de los europeos. No había tanto orden cerrado y las enseñanzas eran relativas al armamento individual, el mosquetón que tenían, y luego el curso de conductor y mecánico, pero la adaptación a los saharauis de los manuales españoles era complicado".
Allí, alrededor de los fuertes, se crearon escuelas en las que al principio los propios militares impartían las clases (los que realizaban el servicio militar y eran maestros podían escoger esta opción) y que luego se fueron profesionalizando con maestros que llegaban desde la Península. También lo más parecido a centros de salud donde se atendía lo más básico. "Partos, niños muy pequeños. Me acuerdo de una vez que estábamos en una de las bases y una mujer a la que se veía ya muy embarazada salía todos los días con las cabras. Un día volvió sin tripa y con el niño en brazos, había dado a luz sola en mitad de la nada. Y era lo habitual. Gracias a la sanidad se evitaron muchas muertes tanto en el momento de dar a luz como en los bebés", recuerda.
No hubo en ningún momento ningún asalto cultural, ni religioso. Aunque nosotros intentábamos paliar ciertas injusticias. Por ejemplo, la esclavitud existía y nosotros la teníamos prohibida"
La situación política en aquel momento era muy tranquila, sin contar con "el problema del 61 de los petrolitos aquellos". Y la relación con los saharauis, muy buena. "No hubo en ningún momento ningún asalto cultural, ni religioso. Aunque nosotros intentábamos paliar ciertas injusticias. Por ejemplo, la esclavitud existía y nosotros la teníamos prohibida, pero no podíamos hacer nada o podíamos hacer muy poco. Un día nos llegó la noticia de que un chico de 11 años se había escapado de los que se consideraban sus amos, que estaba huyendo y cuando lo cogimos lo llevamos al puesto. Ellos vinieron, diciendo que era suyo, desde Mauritania a reclamarlo y les dijimos que no, que era soldado de España y lo afiliamos. Se quedó de soldado, se llamaba Manolo y aprendió español y tuvo una profesión", asegura.
El teniente general Ramos-Yzquierdo se fue de allí tras cinco años en las Tropas Nómadas. "Me pusieron en Villa Cisneros de teniente. Era una ciudad muy agradable, 18 grados todo el año, tenía playa y piscina pero no era lo que yo quería y me fui a Ifni al grupo de artillería. Allí estuve otros cinco años. Luego volví a la Península, a Burgos, y regresé ya de capitán hasta el 69 que cerramos Ifni", explica aunque ha seguido la actualidad del Sáhara casi al segundo y para él el problema comienza en 1976.
"Lo que hicimos en el 76 estuvo mal hecho, legalmente mal hecho de acuerdo con el Derecho internacional. España, que era la potencia administradora para la ONU, puesto que nos habían situado al Sáhara español como territorio no autónomo con derecho a su independencia, no podía dejarlo así libremente". Y recuerda que desde 1960 se busca un referéndum de autodeterminación por el que en 1973 se inició un censo de población realizado por el comandante Cuevas, "donde se vio que había unos 74.000 habitantes".
Lo consideraron una traición y esta carta de Pedro Sánchez la denominan 'la segunda traición' aunque está vez más sentimental"
"Luego todos sabemos lo que pasó. En 1976 con Franco muriendo se organizó la Marcha Verde, se lo dimos a Marruecos y hasta hoy. Obviamente a los saharauis eso no les sentó muy bien, lo consideraron una traición, y esta carta de Pedro Sánchez la denominan 'la segunda traición' aunque está vez más sentimental", dice y explica que la misiva no tiene demasiada trascendencia más allá de que su valedor moral les deja colgados porque "la última resolución de la ONU, del pasado mes de diciembre, sigue diciendo que tienen que hacer un referéndum y que esa población tiene derecho a elegir qué quiere hacer, qué quiere ser".
Pero para eso habría que realizar otro censo, porque el de 1974 se ha quedado obsoleto y, como dice Ramos-Yzquierdo, "el Polisario no está por la labor y Marruecos no se quiere pronunciar". "Mi opinión del Frente Polisario no es muy buena. Nació como una organización que se basaba en los actos terroristas y, aunque no fue militarmente nunca una amenaza para España, porque se limitan a hacer un golpe de mano sobre un puesto aislado, ponían bombas en camino..., pero hubo algunas víctimas. Lo más importante que hicieron fue el secuestro de las dos patrullas nómadas, que se basó en que nuestros soldados saharauis se habían pasado al Polisario, porque eran casi todos jóvenes de El Aaiún, y hubo un error militar y Ángel Morales, un soldado nuestro de Burgos, murió, por lo que no simpatizábamos para nada con el Polisario, otra cuestión es con el pueblo saharaui", sentencia.
Pese a esa mala relación, sabe que "el Frente Polisario ha sufrido mucho. Han bombardeado a su gente, la han atacado con napalm, les hicieron salvajadas y eran en su mayoría a campamentos de mujeres y niños. Ahora están instalados en Tinduf y están malviviendo. Dicen que tienen una zona liberada que no llega ni al 10% del Sáhara y le están haciendo frente a Marruecos, pero yo creo que tienen pocas posibilidades, a no ser que consigan una alianza, pero no es previsible".
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