Un maremoto ocurrido en el siglo III d.C. inundó el barrio portuario extramuros de Sevilla, donde se asentaba uno de los principales puertos de la Hispania romana, y destruyó edificios como el almacén del Patio de Banderas del Real Alcázar, según ha puesto de manifiesto una investigación interdisciplinar.
El estudio, en el que han colaborado investigadores de las universidades de Sevilla, Granada, Huelva, Jaén, Aix-Marsella (Francia) y Tübingen (Alemania), se ha llevado a cabo en la plaza del Patio de Banderas del Real Alcázar de Sevilla, donde desde 2010 hay un proyecto de investigación de excavaciones en distintas localizaciones del monumento para estudiar la ocupación humana en este punto de la ciudad desde sus orígenes hasta la actualidad.
Según ha explicado a EFE Mario Gutiérrez-Rodríguez, investigador principal y autor de la tesis que dio lugar al estudio, fue allí, en el entorno del Patio de Banderas y a seis metros de profundidad con respecto a la superficie actual de Sevilla, donde se localizó un edificio público de época romana, un almacén del barrio portuario extramuros de Hispalis, la Sevilla romana, donde abundaban inmuebles administrativos, de culto, producción y almacenamiento.
El edificio hallado destacaba por dos motivos: su buen estado de conservación, con muros de varios metros de altura, y el hecho de que hubiera sido destruido de forma "traumática", como evidenciaban señales externas.
Entender ese proceso de destrucción a través de un estudio interdisciplinar, que ha visto la luz en una monografía publicada por 'Springer' en su serie Natural Sciences in Archaeology, ha sido el objetivo de este trabajo, cuyos resultados han demostrado que el edificio fue destruido por "un evento de oleaje extremo", un maremoto.
Tres son las principales líneas de evidencia que avalan esta interpretación, según el investigador. Por una parte, en el contexto de destrucción del edificio había numerosos materiales arrastrados que nada tenían que ver con la forma en la que el almacén fue construido: "Mármoles, inscripciones, pinturas y columnas que, sin duda, fueron arrastrados por el evento desde un edificio ubicado en las inmediaciones".
La segunda línea de evidencia fueron los sedimentos encontrados dentro del edificio: el almacén estaba colmatado por un depósito micro laminado de 80 centímetros mezclado con arena, lechos limosos y con abundantes fragmentos de conchas. Fueron las conchas, junto con otros organismos marinos microscópicos denominados foraminíferos, las que permitieron identificar que esta inundación vino del mar, ya que las especies identificadas en ese depósito procedían de ambiente marino y de estuario.
Para los autores solo había por tanto una conclusión posible: "Hubo un gran evento catastrófico que provocó una inundación marina de gran magnitud capaz de alcanzar el barrio portuario de Hispalis con la violencia suficiente como para destruir edificios como el almacén del Patio de Banderas", detalla.
El tsunami ocurrió en el siglo III después de Cristo, en concreto, las dataciones de carbono 14 y de los materiales encontrados en la excavación permiten afinar esta fecha entre los años 197-225 d. C. En aquella época, el de Sevilla era uno de los principales puertos de la Hispania romana, desde el que se exportaba a Roma y otros puntos del Imperio todo el aceite producido en la Bética, la provincia romana que a grandes rasgos coincide con la actual Andalucía. "Lo interesante -explica- es que este mismo evento está siendo identificado por otros investigadores en distintos puntos del litoral de Portugal, Huelva y Cádiz, así como en la desembocadura del Guadalquivir", lo que parece indicar que el sur de la Hispania romana sufrió las consecuencias del maremoto.
Y a ello podrían responder las dos inscripciones enigmáticas de época romana que fueron descubiertas hace unas décadas en Écija (Sevilla), y que señalaban que la provincia de la Bética estuvo exenta de pagar impuestos (provincia inmunis) unos años después de que produjera el maremoto. "Nunca sabremos si esta medida se tomó por las consecuencias de esta catástrofe, ya que estas políticas se tomaban también en otras circunstancias adversas como invasiones, pandemias o sequías, pero la unión causa-efecto entre el maremoto y estas inscripciones resulta muy sugerente", precisa Gutiérrez-Rodríguez.
Junto a Mario Gutiérrez-Rodríguez, han participado en el estudio los investigadores José N. Pérez-Asensio, Enrique García Vargas, Miguel Ángel Tabales, Antonio Rodríguez Ramírez, Eduardo Mayoral Alfaro, Paul Goldber y Francisco José Martín Peinado.
Para Gutiérrez-Rodríguez, el estudio es un ejemplo del potencial de la arqueología como herramienta para el desarrollo futuro de las sociedades, dado que no es descartable que maremotos como el que inundó el barrio portuario de Sevilla lleguen a las costas. "Y conocer la magnitud de fenómenos similares que ocurrieron en el pasado nos deben ayudar a crear políticas efectivas de protección para el futuro", opina.
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