“En el año 1780, el 28 de junio, yo F. Bernad monje capuchino y misionero apostólico, cura de San Luis, condado de Ilinueses, provincia de Luisiana, obispado de Cuba, he enterrado en esta iglesia, inmediatamente opuesto a la balaustrada de la derecha, el cuerpo de don Fernando de Leyba, capitán de infantería del batallón de la Luisiana, y comandante de este puesto, habiendo recibido todos los sacramentos de nuestra Madre, la Santa Iglesia”, reza la partida de defunción de Fernando de Leyba, un héroe español de la Guerra de la Independencia americana. Su óbito a los 45 años de edad truncó una prometedora carrera militar. Durante los dos siglos posteriores, el olvido desdibujó su figura y la de sus descendientes, su hijas Josefa y Rita. Hasta ahora. Una investigadora ha logrado recomponer los lazos extraviados y ha localizado a sus herederos en México DF, zurciendo el árbol genealógico del militar español que cambió la contienda americana.

“Poco antes del verano llegué a Víctor, uno de los descendientes de Leyba. No quería entrometerme en su vida pero quería informarle de quién procedía y ofrecerle la información que tengo”, relata la investigadora Kristine L. Sjostrom, una estadounidense afincada en Sevilla que lleva más de tres lustros escudriñando archivos civiles, eclesiásticos y militares en busca de los interrogantes que aún habitan la biografía de Fernando de Leyba y Córdova Vizcaigaña, nacido en Ceuta un 24 de julio de 1734.

Partida de bautismo de Fernando de Leyba.

Una deuda pendiente

El hallazgo de Sjostrom resarce una deuda, un episodio de la Historia española que ha vivido instalado en la desmemoria. “Yo misma desconocía por completo a Leyba. Me habló de él un profesor estadounidense y comencé esta investigación”, reconoce Sjostrom, quien ha cumplido una misión digna de una avezada detective hasta acabar arrojando luz sobre las sombras. “Leyba tuvo una enorme influencia en la trayectoria posterior de la Guerra de la Independencia”, explica la experta a El Independiente. Al español, curtido en la guarnición de Orán, Nueva Orleans, Arkansas, San Luis y Cuba, le fue encomendado en 1769 el mando de la tercera compañía de fusileros del regimiento fijo de Luisiana, con Nueva Orleans como cuartel de operaciones.

El valor y la sagacidad de Leyba fueron decisivos una década después, cuando en plena Guerra de la Independencia, logró repeler un ataque urdido por los británicos contra la villa de San Luis de Ilinueses. “En aquel momento los americanos, liderados por George Rogers Clark, se abrieron paso por el río Mississippi y tomaron los puestos británicos. Los ingleses con ayuda de nativos de la zona trataron de recuperar las plazas y Leyba, que estaba muy cerca y tenía relaciones muy buenas con los americanos porque había recibido la orden de ayudarles con provisiones y municiones, fortificó San Luis y detuvo el ataque”, rememora Sjostrom.

La gesta del capitán ceutí

"La gran hazaña de Leyba fue la previsión que tuvo de construir una torre, donde colocó cinco cañones, y atrincheramientos alrededor del pueblo que fueron defendidos por los milicianos y habitantes del enclave", rememora Sjostrom.

Un reducido grupo de soldados del Regimiento Fijo de Luisiana, liderado por Leyba, defiende y acaba derrotando a un ejército muy superior de casacas rojas y sus aliados indios. Su gesta bloquea el ala sur del área de intervención en la Guerra de Independencia.

Ilustración de 'The Blessing of the First Stone of Fort San Carlos', por Mitchell Nolte, cortesía de THGC Publishing.

Un hábil militar

“Sabiendo que existía la posibilidad de que le atacaran porque había rumores y sin saber que España estaba ya en guerra con Inglaterra, decidió defender el pueblo. Hizo atrincheramientos y construyó una torre sobre la que situó los cañones y trajo milicias de otro pueblo para que hubiera un mayor número de defensores”, subraya la investigadora. “Fue esta defensa la que asustó y obligó a desistir a los indios. Si hubiesen conquistado San Luis, habrían tomado después Santa Genoveva, más al sur. El plan era bajar todo río Mississippi hasta Natchez, a unos 300 kilómetros de Nueva Orleans, mientras los ingleses también atacaban desde Florida con la intención de capturar todo el río y acceder a las batallas que se estaban librando en la costa este”, agrega.

Estuvo en el lugar preciso en el momento oportuno de la Historia e hizo lo que el deber le exigía

Kristine L. Sjostrom, INVESTIGADORA

“Leyba era el comandante de San Luis en el momento de la batalla, el 26 de mayo de 1780”, señala a este diario Dan Evans, secretario del capítulo Fernando de Leyba de los Hijos de la Revolución Americana, una organización estadounidense a la que pertenecen exclusivamente aquellos que guardan parentesco con quienes lucharon por la independencia frente al Imperio británico.

“El cálculo de Leyba le llevó a la construcción del Fuerte San Carlos y dirigió la batalla estando tan enfermo que tuvo que ser llevado físicamente a las murallas. Desafortunadamente sucumbió a la enfermedad un mes después, y está enterrado en San Luis, presumiblemente bajo nuestra vieja catedral levantada cerca del río Mississippi. La batalla fue un acontecimiento que casi se había olvidado hasta que llegaron personas como Kristine”, rememora.

Cartografía de la Luisiana, 1743.

Con su resistencia y su capacidad de anticiparse al golpe, el capitán ceutí, miembro de una familia con acreditadas raíces castrenses, evitó un rumbo que podría haber cambiado los renglones de la historia posterior. “Si los ingleses hubieran tomado Nueva Orleans, España tendría que haberse retirado hacia México o incluso hacia La Habana. Su acción cerró el acceso británico al oeste de Norteamérica. Influyó claramente en el futuro”, confiesa la investigadora, fascinada por el arrojo y, pese a sus destrezas, la humildad de Leyba.

Desafortunadamente sucumbió a su enfermedad un mes después, y está enterrado en San Luis

Dan Evans, secretario del capítulo Fernando de Leyba de los Hijos de la Revolución Americana

“Era un hombre normal, que luchaba para sacar adelante a su familia. Estuvo en el lugar preciso en el momento oportuno de la Historia e hizo lo que el deber le exigía. Cultivó los lazos diplomáticos con los americanos y verificó la información que recibía. Lo hizo muy bien y fue muy importante para el porvenir de los países involucrados”, dice quien ha buscado entre las cartas que Leyba remitió a sus superiores para trazar el retrato del hombre que se escondía tras la gesta.

“Al leer sus misivas en el Archivo de Indias, me sorprendió la sinceridad con la que escribía a sus superiores”, admite Sjostrom, autora de 'Fernando de Leyba, a life of service and sacrifice in Spanish Louisiana' (Una vida de servicio y sacrificio en la Luisiana española), un libro en inglés publicado esta pasada primavera. “En las epístolas, Leyba cuenta muchas anécdotas. En una de ellas, dirigida al gobernador de Nueva Orleans, le dice que le escribe como superior y como padre. Le relata sus problemas y se le escucha muy sincero. También solía narrar los problemas que tenía con los indios aliados o enemigos y usaba referencias bíblicas. Llega a decir: hoy soy Job”, esboza quien se ha convertido en una suerte de albacea de su memoria.

El encuentro fortuito de Kristine

Kristine L. Sjostrom llegó hasta el capitán de infantería español mientras buscaba su propia genealogía, vinculada a los protagonistas de la revolución contra el Imperio británico. "Mis antepasados vivían en Pensilvania y hacia el 1780 decidieron trasladarse a Kentucky, a la zona donde desemboca el Ohio con el Mississippi", narra. "El Gobierno americano quería construir ahí una fortaleza y se lo encargó a George Rogers Clark, que reclutó a milicianos y a sus familias para sostener el fuerte y cultivar la tierra. Mi familia acudió a la llamada con sus siete hijos. En aquel justo momento Fernando de Leyba estaba en la otra orilla del Mississippi, más al norte, pero con una relación muy estrecha con Clark".

En la fotografía, Kristine junto al monolito dedicado a Leyba en Ceuta. Fue inaugurado en marzo de 2019 y está ubicado en el Fuerte del Desnarigado, sede del Centro de Historia y Cultura Militar de Ceuta.

Josefa y Rita, las hijas

Entre los legajos que sobrevivieron a las vicisitudes del tiempo, el ceutí también aporta una ventana a su historia más íntima, a la de una familia finalmente tocada por la desgracia. “En una de las cartas se refiere a sus dos hijas, Josefa María (1769), apodada Pepita, y Rita (1771)”, subraya Sjostrom. A partir de esas menciones ha logrado recomponer el rompecabezas.

Partida de bautismo de Josefa en La Habana.

Antes de partir hacia América, Leyba había contraído matrimonio con María Concepción de César, oriunda de Cartagena. La primogénita nació en La Habana, la víspera de la salida de la expedición hacia la Luisiana española para asumir su cargo. La segunda descendiente, en cambio, vino al mundo cuando Leyba era ya comandante de Arkansas. Su cónyuge falleció “de melancolía” en 1779, apenas unos meses antes de que el capitán español padeciera el mismo destino.

Victoria en San Luis de Illinois 1780.

En un breve lapso de tiempo las pequeñas quedaron huérfanas, en mitad de un territorio hostil. “Fui consciente de que la familia de Leyba también había sufrido mucho. Siempre que investigo trato de indagar en la historia familiar, su relación con sus allegados y su parte más humana. Es lo que he tratado de hacer aquí”, indica la estadounidense.

En cuanto llegaron a sus oídos los planes de ataque contra sus posiciones, el capitán envió a sus hijas a Nueva Orleans, al cuidado de un cuñado que también servía en un regimiento. Cuando concluyó la guerra, las menores regresaron a España en compañía de su tío, Martín Pérez Monzún. Corría septiembre de 1783 y se dirigieron hacia Cádiz tras pasar por La Habana. El último paradero conocido hasta ahora situaba a las hermanas en el Convento de la Encarnación, un monasterio benedictino emplazado en el centro de Málaga y hoy desaparecido.

La miserable situación de doña María y doña Rita causa tanta compasión...

carta del gobernador de málaga al marqués de sonora

Su desembarco en un país que desconocían estuvo marcado por la más absoluta incertidumbre. “La idea inicial es que se hallaban en el convento esperando a la herencia de su padre, con la que pagar su dote y hacerse religiosas”, desliza la experta. “La esperada herencia no llega y tienen que buscar un plan alternativo”, añade. Tal es la precariedad en la que subsistían que en octubre de 1786 el gobernador de Málaga dejó por escrito la tragedia en una misiva al marqués de Sonora: “La miserable situación de doña María y doña Rita causa tanta compasión que algunas personas caritativas la han recogido y llevado como seculares al convento de la Encarnación, donde son atendidas a través de la caridad”.

Representación de Leyba, su esposa e hijas en una exposición inaugurada recientemente en St. Charles County, cerca de St. Louis. La escena representa una cena que Leyba ofreció a George Rogers Clark en 1778.

Tragedias familiares

“Y entonces buscan a familiares para poder vivir con ellos. La decisión definitiva es irse con un hermano de la madre que residía en Cartagena junto a su esposa y sus cinco hijos”. En la ciudad mediterránea se olvidan de sus aspiraciones de vida conventual y se casan. Es aquí donde interviene la proeza de Sjostrom, que ha desvelado toda su descendencia, situada en absoluta zona de sombras.

La pista de la familia de Rita se pierde en Cartagena, pero sí he podido seguirle el rastro a su hermana

Kristine L. Sjostrom, INVESTIGADORA

Josefa, la mayor, dio a luz a siete retoños: María Bárbara, María Ángeles, Isabel, Bárbara -fallecida poco después de nacer-, María Concepción, Josefa y Juan. Rita, en cambio, se desposó con un viudo, Francisco Martínez de Úbeda, que contaba ya con dos hijos. De la pareja nacieron cinco vástagos: José María, María Dolores -muerta a los dos años de edad-, Juan, Fernando y María Dolores. “Rita tuvo muy mala suerte. El marido y la mayoría de los hijos fallecen pronto”, rememora la investigadora.

El árbol genealógico de la hija pequeña de Leyba resulta escueto. Lleva a un callejón sin salida. Es, sin embargo, la rama de Josefa la que aporta descendientes hasta nuestros días, a través de los registros parroquiales y documentos de pensiones. “La pista de la familia de Rita se pierde en Cartagena, pero sí he podido seguirle el rastro a su hermana. Una de sus herederas aparece en Huelva en la década de 1960, pero no he podido dar con sus parientes actuales por protección de datos y porque no se puede hurgar así sin contar con el permiso de la familia”, cuenta la estadounidense.

Leyba no fue solo el comandante que salvó San Luis. Fue mucho más que eso. Fue un hombre muy dedicado a su trabajo y un buen militar

Kristine L. Sjostrom, INVESTIGADORA

De Sevilla a México DF

Sus esfuerzos han resultado más fructíferos entre los sucesores de María Bárbara Sarti Leyba, nieta de Fernando de Leyba. Parte de su linaje, formado por cinco hermanos nacidos entre 1898 y 1904, emigró a Ciudad de México en 1904. Se establecieron allí hasta la actualidad. Entre sus representantes, figura Víctor. “Debe rondar los cincuenta años. Lo localicé por la red social Linkedin y me confirmó que procede de esas personas a las que he logrado identificar en el árbol genealógico. De momento, estoy a la espera de que digan si quieren saber más”, comenta la protagonista de este azaroso recorrido por más de 240 años de historia familiar.

Esta búsqueda no tiene fin y no se detiene

Kristine L. Sjostrom, INVESTIGADORA

“En algunos casos, he podido averiguar sus ocupaciones laborales. Hubo herederos que fueron militares como Leyba, pero también llegaron generaciones que se dedicaron a otros menesteres como Hacienda y los negocios”, desgrana Sjostrom. Víctor, el último descendiente conocido, trabaja como director de ventas en una empresa mexicana.  

En la apasionante aventura de la búsqueda, Sjostrom ha alumbrado una densa madeja familiar y nuevos interrogantes, hilos que llevan a otros y no acaban. “Esto no tiene fin y no se detiene. Es como el trabajo de un detective. Hay que decidir en qué archivos consultar, escribir cartas, buscar en bases de datos y legajos, incluido internet. Cuando descubres algo, ese hallazgo suscita nuevas preguntas y datos para buscar en otros lugares. Es como ir sonsacando la información de los documentos, de aquí y de allí y muy poco a poco”, dice feliz.

“No sé aún si algunos de los que se marcharon a México acabaron emigrando a Estados Unidos. Resultaría interesante saberlo porque sería como conectar el pasado”, se interroga. “Tal vez sus herederos actuales nos puedan aportar a los historiadores algo que desconocemos o que hemos pasado por alto. Eso sería increíble”, murmura. “Fernando de Leyba no fue solo el comandante que salvó San Luis. Fue mucho más que eso. Fue un hombre muy dedicado a su trabajo y un buen militar”, concluye. En busca perpetua de la estirpe del héroe ceutí de la Guerra de la Independencia americana. 

La marcha de Gálvez