Los abuelos de James D. Fernández emigraron a principios del siglo XX a Nueva York. Provenían de una aldea de Asturias, pero viajaron a través del océano con el sueño de encontrar algo mejor. Su abuelo ya había hecho una parada en Cuba para liar puros en el oficio de tabaquero, y de ahí viajó a Estados Unidos. Su abuela, en cambio, dejó España cuando apenas tenía 18 años para trabajar junto a su hermana de criadora. Eran tantos los españoles (y asturianos) que emigraron a la gran manzana, que en uno de los picnics que organizaba el centro asturiano de Nueva York, ambos se conocieron y enamoraron.
No fueron los únicos. Muchos españoles se montaron en barcos dirección Estados Unidos con la intención de comenzar una nueva vida. Les preocupaba mantener las costumbres, no perder ese hilo con España. Pero todo cambió cuando comenzó la Guerra Civil (1936-1939). Lo que hasta entonces parecía una estancia a corto plazo, se alargó, se asentaron definitivamente ahí y nunca volvieron a su país natal.
El ukelele, que asociamos con Hawái, proviene de los emigrantes portugueses que formaron parte de la campaña de reclutamiento y fueron a trabajar a las plantaciones de azúcar
Ese parteaguas en el que las familias se dieron cuenta de que no iban a volver a casa durante la Guerra Civil hizo que la lucha por generar vínculos y transmitir la cultura española a los hijos desapareciera. El padre de Fernández, por ejemplo, nació en Nueva York y hasta los 8 años hablaba castellano en casa, pero cuando se dio ese cambio de 180 grados en los vínculos que sentían sus padres con España, el inglés pasó a ser el idioma principal. "No es que dieran la espalda a la familia, pero el sueño de volver desapareció", cuenta Fernández.
Como tantos otros, esta es una historia más de las miles de personas que emigraron a Estados Unidos en busca de un futuro mejor, de aquellas personas que se asentaron y nunca volvieron a España. La exposición Emigrantes invisibles. Españoles en EE.UU. (1868-1945), organizada por la Fundación Consejo España–EE.UU., recoge la historia de la emigración española a Estados Unidos durante el último tercio del siglo XIX y las primeras décadas del XX.
El mostrador de la tienda de puros Las Musas en Brooklyn, Nueva York
El Centro Vasco Americano, ubicado en Cherry St, Nueva York, contaba con su propio frontón
La muestra, que aterriza por primera vez en Almería tras su paso por Madrid y Gijón, conecta España y Estados Unidos a través de historias anónimas. La muestra reúne más de 300 de fotografías de las 15.000 que han recopilado los comisarios de la exposición James D. Fernández y Luis Argeo que, además, son descendientes de aquellos emigrantes. La muestra se completa con cartas y postales, grabaciones y películas caseras, pasajes de barco, listas de pasajeros, o incluso carteles de fiestas y anuncios comerciales.
Como cuenta Fernández, "no hay cifras exactas, pero pocos volvieron. Hay muchos emigrantes que fueron con el crack del 29 y decidieron que era mejor pasar hambre en Nueva York que en su aldea".
Viaje a Hawái para repoblar de raza blanca la isla
Las vivencias de aquellos que trabajaron en durísimas condiciones en las plantaciones de azúcar de Hawái es una historia bastante particular porque fue una emigración organizada. Hacia 1907 comenzó una campaña de reclutamiento.
En Hawái buscaban personas de raza blanca que repoblaran la isla y trabajaran en las plantaciones de azúcar
En 1898 la isla se había anexionado con Estados Unidos. La industria azucarera de Cuba estaba en ruinas, por lo que querían convertir Hawái en un centro de producción utilizando jornaleros europeos. En su viaje en busca de gente blanca con experiencia cultivando caña de azúcar, se dieron de bruces con los portugueses en Madeira. Muchos se apuntaron a la aventura. "De ahí el instrumento que asociamos con Hawái, el ukelele, que en realidad tiene su origen en Portugal", explica el comisario.
Además de reclutar a portugueses, llegaron a Málaga y al sur de España y comenzaron a repartir carteles con la intención de incorporar a gente, no solo era un proyecto de mano de obra para trabajar en las plantaciones de azúcar, también tenían intención de repoblar Hawái. Por eso buscaban familias enteras.
Dio la casualidad de que la situación en la que se encontraba el campo andaluz estaba tan mal que se apuntaron 8.000 personas. Vendieron lo poco que tenían, cogieron un barco en Málaga e hicieron una travesía de más de 50 días de mar para llegar a una isla perdida en medio del Pacífico y trabajar casi como si fueran esclavos. Se corrió tanto la voz que incluso se apuntaron extremeños y castellanos. "Gente de Zamora acabó yéndose a Hawái", cuenta Fernández.
Como explica el comisario, al llegar a la isla y al ver que las condiciones que describían en el cartel no se cumplían, muchos cogieron otro barco para ir a San Francisco donde creían que iban a tener más oportunidades. "De estos 8.000 creemos que más de dos terceras partes dieron otro salto a California. Y ahí viven sus descendientes ahora", añade.
Las fiestas de Brooklyn
Muchos de los que partieron a la isla del Pacífico pertenecían a Almería, precisamente donde se podrá visitar la exposición de forma gratuita en el Museo de Arte de Almería del 27 de abril al 25 de junio. En esas mismas fechas, el Museo Ibáñez de Olula del Río acogerá una exposición complementaria a la principal, que mostrará una aproximación a tres de los destinos más significativos para los emigrantes andaluces (Hawái, California y Nueva York).
Como cuenta el comisario, los almerienses protagonizan dos episodios de emigración, el de Hawái y el de un grupo de almerienses de Alhama, una pequeña aldea, que fueron a principios de los años 20 a Nueva York. Por aquella época, la economía de la aldea que se basaba en las uvas de barril, se vino abajo, por lo que muchos aldeanos viajaron a Estados Unidos y establecieron una especie de pequeña Alhama en Brooklyn, que se acabó llamando el grupo Salmerón. "Crearon una asociación cultural en la que intentaban mantener las costumbres y el español, organizaban partidos de fútbol y fiestas", cuenta el comisario.
El grupo Salmerón se formó en Brooklyn, Nueva York, por inmigrantes llegados de Alhama (Almería). Las fiestas andaluzas que organizaban en su sede tenían buena fama
Cuando comienza la Segunda República en 1931, todas las actividades benéficas que organizaban antes, las transformaron en actividades para apoyar la república. Estos almerienses juntaron el suficiente dinero para mandar una ambulancia totalmente equipada a la república.
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