El yacimiento medieval de la torre de Meira (Moaña, Pontevedra) está plagado de incógnitas que, poco a poco, se van desvelando. Ubicado en lo alto de un valle de impresionantes vistas, se sabe que en su día allí no hubo una sola torre, como se pensaba en un principio, sino que se alzaba todo un castillo del que aún se desconoce su origen. Un lugar excepcional, que se ha convertido en todo un reclamo para los visitantes, y que esconde alguna que otra curiosidad única.
"Se sabe que fue un castillo medieval que fue derribado durante la Segunda Guerra Irmandiña, que tuvo lugar en Galicia entre 1467 y 1469, cuando las clases bajas se rebelaron contra el poder", relata Benito Vilas, el arqueólogo al frente de la investigación. Desde entonces quedó completamente abandonado, hasta que en 1976 se realiza una primera excavación que no recaba demasiados datos. El relevo lo tomó en 2021 la investigación encabezada por Vilas, en la que colaboran de manera conjunta la empresa Arbore Arqueoloxía, el Concello de Moaña y la Diputación de Pontevedra.
Las últimas excavaciones han servido para encontrar tesoros de todo tipo. Hay restos de fragmentos de cerámica de Manises, la mas exclusiva de la época, una pequeña cruz de bronce y algunas monedas (entre ellas una de Constantino III, un emperador romano del siglo V d.C). También se encontraron colmillos de jabalí, que podrían ser los restos de un festín. Y un bolaño de piedra, una especie de antepasado de los proyectiles usados en los cañones. Pero el objeto más extraño se encontró hace muy poco: un falo de piedra.
"Ha sido el objeto más inesperado de los que hemos encontrado, con toda seguridad. Es la primera vez que se encuentra un falo de piedra en un yacimiento medieval aquí en Galicia. Pensamos que podría ser un amuleto, porque como adorno parece muy atrevido y como consolador no funciona. Pero como es la primera vez que vemos algo así no lo sabemos. No se puede descartar la idea de que alguien se aburriera y como tontería quisiera tallar un gran pene de piedra", comenta Vilas entre risas.
La pieza, que mide unos 14 centímetros, es realmente rara. Aunque Vilas explica que esta clase de representaciones sí se pueden encontrar en iglesias románicas con bastante frecuencia, no son nada comunes en yacimientos medievales. De hecho, en España los investigadores solo encontraron precedentes en Cataluña, mientras que en Portugal parecen también casi inexistentes y en Francia sí parecen más frecuentes.
Un castillo para "controlar" todo el valle
"Lo que más sorprende del yacimiento es las vistas que tiene. Y es que la torre principal del castillo en su día debió servir para controlar territorial y visualmente todo el valle de Moaña. El castillo era muy visible, seguramente para que el pueblo sintiera en todo momento que estaba controlado por un señor al que le debían obediencia", asegura Vilas. "A nivel de cachondeo mucha gente dice que se podría hacer aquí una piscina infinita, porque el yacimiento tiene forma rectangular", bromea el arqueólogo.
Las excavaciones se han dividido en tres fases. La primera se realizó en 2021, tuvo una duración de dos meses y tenía como objetivo investigar y restaurar la torre principal. La campaña de 2022 estuvo centrada en recuperar la muralla. Y ahora, en 2023, está en marcha la tercera fase, la más ambiciosa de todas, que investiga el patio de armas. Y es que allí han hallado los restos de una enorme estructura, de más de cien metros cuadrados, que fue donde precisamente apareció la pieza fálica.
"Es una estructura gigantesca, incluso más grande de lo que pensábamos porque tiene otras adosadas. Parece que dentro había un pequeño hogar, con una chimenea con horno", relata Vilas, que explica que por el momento no hay más campañas de excavación planeadas para el futuro aunque considera que allí aún queda "mucho trabajo por hacer". Y es que el yacimiento completo está en un terreno equivalente a dos campos de fútbol.
Aún queda por saber cuándo se construyó el castillo y qué nivel de influencia llegó a tener. Pero, mientras las excavaciones siguen avanzando, el lugar ya es visitable para el público, que alucina al verlo. Lo cuenta Vilas: "La gente se acerca a hacernos preguntas mientras trabajamos. Y lo que más les sorprende es que todo esto estuviera aquí. Sobre todo la gente mayor que recuerda haber estado en este mismo sitio trabajando en el campo. No se esperaban que se pudiera conservar todo esto".
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