María Antonieta (1755-1793) ha viajado en el tiempo como la "loba austriaca". Fue uno de los personajes que más odio despertó en el pueblo francés y la figura clave para el inicio del proceso revolucionario. Una reina consorte que, lejos de mantenerse a la sombra de su marido, Luis XVI, acrecentó su mala fama mientras la Revolución Francesa estalló y la hicieron responsable del inicio del proceso revolucionario que terminó con la monarquía en la guillotina.
Son muchos los consortes reales que, como María Antonieta, tuvieron un papel clave en la historia. Algunos pasaron desapercibidos, otros fueron odiados por el pueblo. Pero muchos de ellos marcaron la historia. Esposos y esposas de la monarquía que llegaron al trono. Algunos se conformaron con mantenerse en la sombra, otros en cambio, quisieron más, buscaron su parcela de poder y tomaron decisiones dignas de un rey.
Lo cierto es que un consorte real no puede sancionar ni promulgar leyes como tampoco pueden convocar o disolver las Cortes. A diferencia del soberano, ellos no tienen obligaciones y responsabilidades establecidas, lo que no significa que su papel haya sido irrelevante. Así lo explica la historiadora Cristina Barreiro en su nuevo libro Consortes reales. Esposas y esposos de la monarquía desde el siglo XVIII hasta hoy, un paso en el tiempo por las biografías de aquellos que ocuparon el puesto del rey o reina consorte en la Edad Contemporánea. Ciento cuatro aproximaciones biográficas a consortes reales de los que noventa y seis corresponden a mujeres y solo ocho a hombres. Desde María Antonieta, pasando por Isabel de Braganza, María Cristina de Nápoles, Felipe de Edimburgo o Sissi.
La granadina odiada por los franceses
Eugenia de Montijo (1826-1920) fue, sin duda, una de las consortes reales más poderosas y que más se implicó en la vida política. No fue para menos, ya que tuvo que desempeñar el cargo de regente en tres ocasiones.
Nada más llegar al poder tras casarse con Napoleón III, Eugenia de Montijo donó a la caridad los 600.000 francos del regalo de bodas para joyas que le hizo París. Fundó hospitales, asilos y orfanatos. Promovió, además, la causa de los derechos de las mujeres a la educación universitaria. Y todo esto mientras los franceses observaban con recelo a la granadina.
Apoyó la investigación de Lois Pasteur, uno de los mejores químicos de la época. Durante el Segundo Imperio francés (1852-1870), en un momento en el que el campo de las artes y las letras estaba censurado, la emperatriz defendió la cultura y el arte, protegió a escritores y periodistas, y los invitó a sus residencias. Admiraba a María Antonieta y se convirtió como ella en un icono de la moda, legado que perdura hasta el día de hoy y ha servido de inspiración para muchos diseñadores.
Las reinas consorte en España
De muchos es sabido, y de otros tantos olvidados, que Isabel de Braganza (1797-1818) fue la impulsora de la creación del Museo del Prado. Hija del rey Juan VI de Portugal, se casó con su tío Fernando VII. Vino a España en septiembre de 1816. Y pese a que desde el primer momento quiso ganarse el afecto de los españoles, sus ojos saltones y su rostro mofletudo generó muchas burlas.
Cuenta Barreiro en su libro que la portuguesa, una mujer culta y con sensibilidad artística, descubrió el enorme patrimonio que tenía su país de adopción y que fue ella quien convenció al rey para catalogar, unificar, trasladar y exponer al público la riqueza artística de la Corona, que se acumulaba en los sótanos. Más tarde nacería el Museo del Prado.
Isabel de Braganza fue la impulsora del Museo del Prado y María Antonieta una figura clave para el proceso revolucionario
Aunque algunos de los consortes reales no se implicaron ni en la política ni en la cultura, sus comportamientos tuvieron consecuencias en el pueblo. María Cristina de Nápoles (1806-1878) llegó a España a finales de 1829 con el objetivo de dar por fin, tras tres matrimonios fallidos, descendencia a Fernando VII. Pero el rey murió y fue ella quien tuvo que ponerse al frente en 1833. Como cuenta la historiadora, sus relaciones con el guardia de corps Fernando Muñoz no sentaron especialmente bien en el pueblo, y partió al exilio en 1840.
Otra María Cristina, esta vez de Habsburgo (1858-1929) , hija de Carlos Fernando de Austria-Teschen y la archiduquesa Isabel Francisca, vino a España para casarse con Alfonso XII. Tuvieron dos hijas, y cuando estaba embarazada del tercero, el rey murió por tuberculosis a los veintisiete años.
Una vez más, una reina consorte se quedaba viuda y debía tomar las riendas y ejercer la regencia. La historiadora relata que algunos pensaban que no estaba preparada para hacerse cargo de las tareas de gobierno y "se equivocaban".
"Ejerció como regente durante dieciocho años en nombre de su tercer hijo Alfonso XIII. Durante su regencia se aprobó el sufragio universal masculino y España se vendió con éxito gracias a grandes celebraciones como la Exposición Universal de Barcelona o los actos de IV Centenario del Descubrimiento de América, que tuvieron lugar en Sevilla", explica Barreiro.
Y no solo eso. Ordenó la construcción del Palacio de Miramar en San Sebastián, además de extender la imagen del ocio y los baños, que por entonces estaban prohibidos.
En España hubo más reinas consortes. Como Victoria del Pozo (1847-1876), la mujer de Amadeo de Saboya que nunca fue querida en España pero realizó una importante labor asistencial o Mercedes de Orleans (1860-1878), la primera esposa de su primo Alfonso XII. También llegó al trono Victoria Eugenia (1887-1968), quien impulsó la institución Damas Enfermeras de la Cruz Roja para mejorar los cuidados sanitarios en España.
Ellos también tuvieron su lugar
De entre tantas mujeres, Barreiro también bucea entre los reyes consortes de la Edad Contemporánea, que aunque fueron menos, también tuvieron su protagonismo en la historia. En España, es el caso de Francisco de Asís (1822-1902). Hijo del infante Francisco de Paula, nieto de Carlos IV y primo de su esposa, Isabel II. Cuenta Barreiro en el libro que el rey consorte quiso su parcela de poder, aunque le costó ganarla. Simpatizó con las corrientes neocatólicas, aunque, explica la historiadora, "en el fondo lo hiciese solo para no verse excluido de la política".
Hubo más, pero probablemente el rey consorte más conocido sea Felipe de Edimburgo (1921-2021), hijo del príncipe Andrés, el más pequeño de los hijos rey Jorge I de Grecia y la gran duquesa Olga. En su caso, siempre permaneció en la sombra de la reina Isabel II. Fue el papel que le deparó la historia, ir siempre dos pasos por detrás de ella. Un hombre deportista, gran defensor del medio ambiente que protagonizó infinitos titulares y fue el eterno consorte de la reina. Su muerte en abril de 2021 dejó a la corona inglesa tocada, pero no tanto como cuando lo hizo su mujer, Isabel II, quien murió en septiembre de 2022.
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