Peter Frankopan (Londres, 1971), catedrático de Historia Global en Oxford, ha estudiado en profundidad cómo la historia de los humanos se repite constantemente y lo ha recogido en La Tierra Transformada (Crítica). Un libro que recorre la historia de la humanidad poniendo el foco en cómo los cambios en los entornos naturales han sido determinantes para su evolución o colapso.
Las decisiones que se toman ante los problemas que amenazan a las civilizaciones son claves para que se adapten a los cambios y sobrevivan. La mala gobernanza de los dirigentes puede ser devastadora para el devenir histórico de un pueblo. Explica el historiador que los cambios son lentos y dolorosos, que los colapsos no llegan de un día para otro, si bien reconoce que la humanidad, en estos momentos, afronta un problema como es el del cambio climático que se produce ante nuestros ojos.
Pregunta: ¿Qué nos enseña el pasado para los retos inminentes de nuestra civilización?
Respuesta: El pasado nunca nos enseña nada sobre el futuro. El mundo en el que vivimos hoy, con nuevas tecnologías, nuevas conexiones, es un mundo sin precedentes. Así que es muy difícil pensar que el mundo de hoy es como el Imperio Romano o de la historia de hace millones de años.
Ahora tenemos las temperaturas globales más altas que hemos tenido en muchísimo tiempo y las concentraciones más altas de dióxido de carbono de hasta diez millones de años. Así que estamos viviendo el cambio más rápido de los últimos tiempos, nuestras condiciones son muy diferentes. De la historia aprendes que si vives en un entorno que cambia rápidamente las sociedades pueden colapsar muy rápidamente. Así que las grandes ciudades del pasado en Mesopotamia o en el valle del río Indo ya no están ahí. Eso tiene una conexión con la sobrecarga de consumo, la falta de habilidad de adaptación y la falta de habilidad de encontrar alimentos o agua. Hace 4.000 años las grandes ciudades no estaban en Europa, hace incluso 500 años las grandes urbes estaban en Asia y no en Europa.
Si vives en un entorno que cambia rápidamente las sociedades pueden colapsar muy rápidamente.
El Imperio romano colapsó, las cosas que son grandes no necesitan mucho para que fallen. Si estás conduciendo rápidamente en la autopista una tuerca que falle puede generar un accidente letal. Así que lo que hemos aprendido del pasado es lo importante que es la adaptación y el compromiso con el mundo natural alrededor nuestro, no solamente por el calentamiento global, sino todos los factores ecológicos. Deberíamos aprender sobre civilizaciones pasadas y cómo se tomaron decisiones buenas y malas. La desaparición de estas civilizaciones no se debe a momentos dramáticos y catastróficos, normalmente, el declive es algo lento. Simplemente se ve que cada año es peor que el anterior. Es muy complicado, si quieres aprender del pasado, probablemente, lo más importante es que si no te adaptas a tiempo mueres lentamente.
P: ¿El cambio climático demuestra la incapacidad de gobernanza de los humanos?
R:Los malos gobernantes no es que tomen malas decisiones a propósito, es que es difícil saber qué hacer bajo presión. Se vió con el coronavirus, se tuvieron que tomar decisiones muy rápidamente como cerrar los colegios, cerrar el espacio aéreo, decidir quién era un trabajador indispensable y esas cosas. No son fáciles. Pero entonces estaban decidiendo estas cosas como si fuera la primera vez que pasaban, pero las precauciones de la pandemia se tenían más claro en el pasado por la gente que hoy, tenían una idea mejor acerca de cómo se propagan las infecciones, así que no es solo cosa de los gobernantes.
P: En tu libro se aborda cómo transformar el medio ambiente no ha sido siempre una buena idea. Hay quién confía en la tecnología para abordar la crisis climática.
R: La inversión en las nuevas tecnologías es por el reconocimiento de que el mundo está cambiando muy rápidamente ante nuestros ojos, como en Cataluña, las reservas de agua en Barcelona y alrededores plantea la cuestión de si va a ser vivible Cataluña en los próximos años. Necesitamos precipitaciones y la tecnología sólo llega hasta un punto, porque vamos a llegar a un punto en el que ya no van a poder tener eficacia.
P: ¿Eres optimista o pesimista?
R: Si estudias historia, todo tiene que ver con guerra, opresión, desigualdad, conflicto, odio. Es muy difícil no pensar que los humanos son muy peligrosos cuando se les deja solos. Para mí, como historiador, lo que más me interesa son los periodos de la historia donde no ocurre nada y como han dicho siempre los historiadores alemanes, esas son las páginas que están en blanco en los libros de historia, porque todo el mundo quiere estudiar el conflicto y el colapso. Pero hay muchas partes de la historia donde la gente aprende a convivir.
Estos últimos años, aparte de Irak y Afganistán, hemos tenido mucha paz y se nos ha dado muy bien. Somos capaces de hacer eso, pero no se necesita mucho para que eso fracase. La guerra que ha empezado Putin ha cambiado Europa para siempre, nos ha conectado más que nunca al resto de Europa. Pero es difícil apostar por un mundo de paz y y de armonía, porque la historia siempre tiene que ver con los recursos, con utilizar el poder para explotar los unos a los otros. Se nos da muy bien como especie especial ver cómo nos podemos autodestruir. ¿Soy optimista o pesimista? Me gustaría decir que soy pragmático primero, pero como historiador te diría que soy muy cauteloso a la hora de pensar que los próximos 20 o 30 años serán felices.
P: Los cambios en el pasado fueron lentos, casi inapreciables. Pero ahora la velocidad de las transformaciones es clave. ¿Estamos preparados para abordar este asunto clave que es la velocidad del cambio?
R: En las últimas semanas hemos visto cómo las temperaturas de Centroeuropa han subido siete grados por encima de la media sólo en febrero. En Estados Unidos han subido tres grados. Y eso no sólo nos afecta a nosotros, eso afecta a todos los ecosistemas, los polinizadores, a las plantas, a nuestros cultivos. Si eres un historiador como yo y piensas en las cosas básicas como de dónde sacamos proteínas, calorías, carbohidratos, agua. Cuando eso empieza a haber impacto en la agricultura, en las reservas de agua y entonces no estamos listos. Cataluña es un lugar, pero Montevideo también se quedó sin agua hace poco. Estambul, la ciudad habitada más grande de Europa, tiene tres grandes reservas de agua y el año pasado uno estaba al 6% de capacidad y dos estaban por debajo del 3%. ¿Y cómo se arregla esto? Pues tendremos que utilizar el agua más sabiamente. Tenemos que invertir, invertir en educación para explicar a la gente lo que está pasando y necesitamos planes de emergencia. Pero no me parece que tengamos esas habilidades en estos momentos.
P: ¿Esto nos conduce a un cambio social para el que no estamos preparados?
R: No es que se vaya a convertir en un problema social, es que ya lo es. Ese es uno de los motivos por los que en países avanzados como España se tiene la idea de que la democracia está colapsando. Un estudio en Cambridge el año pasado ha revelado que en Europa, más del 50% de los menores de 45 años creen que las elecciones no sirven para nada. Cada año, durante los últimos diez años, el mundo se está convirtiendo en un sitio menos libre, más autocrático y menos democrático.
P: ¿Estamos respondiendo frente a la crisis climática con roles sociales que ya hemos visto antes?
R: Se parece a las religiones. Tenemos al lobby del clima está diciendo que ya estamos viviendo el fin del mundo. Y también están los ateos que dicen, como Donald Trump, que dice he leído la ciencia, pero no me la creo [en referencia a los informes del IPCC] y tenemos la mitad de los congresistas republicanos americanos que no piensan que exista el cambio climático que tengan algo que ver con la acción humana. Esto tiene que ver con cómo se organizan las religiones. Tenemos evangelistas que van a explicar lo que pasaba. Si no cambias, morirás. El movimiento medioambiental conecta la moralidad con la degradación. Entonces, el motivo por el que nos castigan las sequías, el desastre y la enfermedad es porque elegimos vivir de maneras malas. Y eso es muy parecido a lo que pasaba en las religiones judeocristianas, y en las chinas: Dios te castiga si te castigas y si te comportas inmoralmente.
P: Lo que ocurre es que los activistas son los que tienen ahora la ciencia de su parte y los negacionistas, los que la rechazan.
R: Sí, eso es verdad. Mi trabajo no es convencer a los que no quieren oír hablar de algo. Cuando salió mi libro, alguien me dijo que el clima siempre ha cambiado que la naturaleza siempre ha cambiado que por qué nos debería importar ahora. Yo le dije porque todos los lugares donde ha nacido la civilización ya no están aquí. Entonces, si quieres adoptar la visión de que no pasa nada, entonces lo que importa es estar en el sitio correcto. Si estás en el sitio equivocado, en el momento equivocado, la carencia de comida, el fallo burocrático, la enfermedad, la hambruna, etc. Así es como las grandes ciudades del pasado colapsaron.
Del pasado se pude aprender que si no te adaptas mueres lentamente
P: Leyendo su libro los survivalistas que se encierran esperando el fin del mundo parecen los más juiciosos ante el panoram que dibuja
R: Para mí lo mejor de ser humano es salir por la tarde y hablar con los amigos, conocer a extraños y compartir ideas con una copa de vino y observar cómo hacemos cosas juntos y tener esas experiencias comunes. Los survivalistas que viven al fin en un bosque tienen puntos referenciales importantes del pasado como los monjes que vivían en una cueva, en un desierto y esperaban el fin del mundo. Eso está muy bien, pero la experiencia humana, lo mejor que hacemos, es hacer cosas juntos. Esa es la cuestión, cómo hacemos eso de manera mejor, cómo mejoramos la calidad de vida que tenemos, las ideas, los libros, la música que hacemos. Eso tiene que ser una vida más disfrutable que vivir en un búnker con una escopeta protegiendo mis reservas de sopa.
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