Isabel de Farnesio partía con desventaja dentro de las paredes del Palacio del Buen Retiro de Madrid: era la segunda esposa. Lo era de un Felipe V con serios problemas de salud que la dejó viuda, con un hijastro reinando desde un trono que ella prefería tener cerca y seis hijos propios a los que colocar en un panorama real poco favorable para ella. Pero a los problemas, soluciones, e Isabel de Farnesio siempre se cercioró de tener más de las segundas que de los primeros.
Cuatro generaciones más tarde, el rey consorte de Isabel II, Francisco de Asís, vivió su propio drama real rodeado de rumores de infidelidad por parte de su esposa y centrado en conseguir más poder del que tenía. Un desasosiego que también sintió su hijo, el rey Alfonso XII, pero desde el otro extremo del amor, cuando falleció su amada María de las Mercedes al poco de casarse.
Y, en medio, el Palacio de Riofrío. El nexo de unión de estos tres personajes históricos que en la actualidad forma parte de Patrimonio Nacional y que ha vivido las pasiones humanas, reales y Reales, desde dentro.
Si no puedo estar en tu palacio, me construyo el mío
Isabel de Farnesio era una mujer fuerte, nacida en Italia en el ducado de Parma y con mucho carácter. Firmaba las cartas como “El Rey y yo” y las decisiones las tomaba principalmente ella, en gran medida debido a los graves problemas mentales que sufría su marido (y cuyas consecuencias también la hicieron sufrir a ella, tanto física como psicológicamente).
Cuando Felipe V muere en 1746, el hijo pequeño de su primer matrimonio, Fernando VI, se convierte en rey de España. Esto dejaba a Isabel de Farnesio lejos del trono del que había sido más reina que consorte durante 32 años, y a sus seis hijos con un futuro incierto.
La italiana tuvo siete hijos con el monarca, de los cuales uno, Francisco, murió al poco de nacer. Ella se ocupó personalmente de que los seis restantes estuviesen bien posicionados: Felipe heredó el ducado familiar, Luis viró hacia la carrera eclesiástica, María Ana Victoria fue reina de Portugal, María Antonia Fernanda subió al trono en Cerdeña, María Teresa Rafaela se casó con el Delfín de Francia (pero falleció antes de poder reinar); y Carlos III llegaría a ser rey de España.
Pero hasta que ese condicional de Carlos III pasase a ser un presente, Isabel de Farnesio sobraba más que aportaba en el Palacio del Buen Retiro de Madrid. Fernando VI era el rey, y prefería no tener cerca a una madrastra que pretendía seguir llevando las riendas de la misma manera que había hecho con su padre cuando ella era consorte. Así que hizo lo que cualquier persona con poder y ganas de dejar de ver a alguien hubiera hecho: ordenó a Isabel de Farnesio que abandonara el Palacio de Madrid y se marchase a la Granja de San Ildefonso. Y así lo hizo.
Pero quien tuvo, retuvo, e Isabel de Farnesio quería tener su propio palacio, uno creado por y para ella. Una manera de decir "sigo aquí" a la que Fernando VI dio el visto bueno y que se tradujo en el comienzo de la construcción del que sería el Palacio de Riofrío.
Riofrío, el palacio en el que nunca llegó a vivir Isabel de Farnesio
¿A dónde se van las exreinas cuyo hijastro ha decidido echar expresamente de la corte? No hay una norma general, pero Isabel de Farnesio pudo sentar precedente en un coto privado de caza de la provincia de Segovia. Situado cerca de la localidad de Navas de Riofrío, el Palacio de Riofrío es una joya con fachada salmón escondida entre kilómetros y kilómetros de encinas y abedules.
Rodeado por 700 hectáreas de bosque, la primera piedra de este palacio se colocó en 1751. Isabel de Farnesio confió su diseño al arquitecto Virgilio Rabaglio con un objetivo: crear un palacio de estilo neoclásico que no tuviese nada que envidiar al de Madrid. Y por eso quiso que su futura residencia contase con un convento, iglesia, teatro, caballerizas y casas de oficio propias, con cuarteles para la guardia y rodeado por grandes jardines de estilo francés.
Con esas promesas de lujo todavía construyéndose, pasó el tiempo y llegó la noticia de que Fernando VI había fallecido. Esto significó el ascenso al trono de Carlos III y, por tanto, la vuelta a Madrid de Isabel de Farnesio, ya que por fin era su hijo biológico el que reinaba.
¿Qué pasó entonces con el Palacio de Riofrío? Si ella ya no iba a vivir allí, no tenía sentido seguir construyéndolo. Así que las obras cesaron, reduciendo las expectativas de construir un imponente palacio en las montañas segovianas, demasiado cerca del Real Sitio de La Granja, a crear uno un poco más discreto, aunque no con menos encanto. El Palacio de Riofrío pasó a ser el clavo de una relación sentimental que Isabel de Farnesio prefirió tener con el Palacio de Madrid. Pero el hecho de que la persona que concibió su construcción no llegase a vivir ahí no significa que nadie lo hiciera. Aunque tuviera que pasar más de un siglo para que eso pasase, y que solo tuviera dos huéspedes reales en toda su historia.
El verdadero palacio de Francisco de Asís
Durante más de cien años, el Palacio de Riofrío estuvo deshabitado. Reinaron Carlos III, Carlos IV y Fernando VII, y ninguno de ellos llegó a dormir en las habitaciones que Isabel de Farnesio había pensado ocupar en algún momento. No fue hasta mitad del siglo XIX cuando otro rey consorte, Francisco de Asís, se convirtió en su primer huésped.
Lo hizo sin estar acompañado de la reina, Isabel II de España, con el fin de encontrar aire puro, tanto literal como figuradamente, en el que no escuchase los rumores de las supuestas infidelidades de su mujer. También, posiblemente, para intrigar. Francisco de Asís no contaba con el poder político que a él le hubiera gustado, y siempre quiso ser más rey que consorte.
Así, encontró en el Palacio de Riofrío un lugar al que huir y en el que conspirar, cazar y realizar otras actividades igual de necesitadas de tiempo (aunque más inofensivas) como pintar. Una afición que el consorte desarrolló entre las paredes de este retiro en Segovia.
El hogar de Alfonso XII durante su duelo por María de las Mercedes
La siguiente figura real que encontró refugio en la dehesa de Riofrío fue el hijo de Francisco de Asís, Alfonso XII, en 1878. Aunque en su caso la razón estuvo mucho más cercana al amor que al desengaño: vivir el duelo por la muerte de su mujer poco después de contraer matrimonio, María de las Mercedes.
Se habían conocido en 1872, cuando ella tenía casi trece años y él había cumplido los quince. Dos años más tarde, Alfonso XII fue proclamado rey y él le prometió que ella sería su reina. Eran primos y el enlace no era bien recibido por la madre de Alfonso XII, Isabel II, ya que el padre de la novia (el Duque de Montpensier) había formado parte de la Revolución de 1868 para intentar destronar a Isabel II. Pero se enamoraron. Vivieron un noviazgo secreto durante dos años que incluyó escapadas al teatro, a los toros y paseos por la Castellana de Madrid; y que terminó en boda el 23 de enero de 1878. Pero la unión no duró más de cinco meses y tres días.
En el verano de ese mismo año, María de las Mercedes se alejó del ojo público. Su salud comenzó a empeorar, y las razones se relacionaban con su reciente aborto natural. Falleció pocos días más tarde, el 28 de junio, con 18 años. Hoy sabemos que el motivo real de su muerte fue una infección por tifus (enfermedad relacionada con la pobreza, dado que surge por el contacto con insectos como las pulgas), algo que se supo en su momento pero que no se trató a tiempo, ni quiso hacerse público para evitar un posible escándalo.
Tras el fallecimiento de María de las Mercedes, el Palacio de Riofrío se convirtió en el refugio que Alfonso XII necesitaba para pasar su duelo. Encontró consuelo en el aislamiento de este retiro castellano, y de cuyas paredes cuelga, actualmente, el único retrato que llegó a pintarse de la joven pareja, el día de su boda.
Las pasiones que le quedan por vivir al Palacio de Riofrío
Podría parecer el segundón, el hermano pobre. Pero lo cierto es que el Palacio de Riofrío ha sido, y es, ejemplo de estilo arquitectónico, con un gran valor en su decoración. Y prueba de ello son sus imponentes escaleras enfrentadas, cuyas columnas y escalones fueron creados a partir de una sola pieza. También destacan las más de 600 obras de artistas como Luca Giordano, Van Dyck, Tiziano o Correggio; y el mobiliario que fue testigo de toda la historia que vivió este palacio: porcelanas francesas, jarrones de época con motivos chinescos, lámparas de cristal o una gran colección de relojes.
Desde que forma parte de Patrimonio Nacional, el Palacio de Riofrío ha sido reformado para que hoy podamos visitar cómo era el dormitorio de Francisco de Asís, el salón de billar o la sala de servicio al comedor; además de una sección dedicada a dioramas que representa la gran biodiversidad que vive alrededor de este terreno en el que se fijó primero Isabel de Farnesio.
Y aunque solo las paredes del Palacio de Riofrío saben realmente lo que ocurrió en sus pasillos y habitaciones, visitarlo es revivir su Historia una y otra vez.
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