Su vida es un viaje por todas las dinastías de finales del XIX. Fue testigo de las dos grandes guerras y de la Guerra Civil española. Antifranquista, aunque simpatizante del bando nacional, se le acusó de espía y llegó a encararse con Franco. No fue una mujercita tranquila ni discreta, todo lo contrario: Beatriz de Sajonia-Coburgo (1884-1966), princesa británica de nacimiento e infanta española por matrimonio, fue una personalidad arrolladora.
Esta personalidad inquieta, curiosa y vivaz le hizo ganarse el apodo de Bee, abeja en inglés. Fue también lo que llamó la atención de Cristina Barreiro, profesora en la Universidad CEU San Pablo y autora de Bee: Beatriz de Sajonia-Coburgo, una princesa victoriana en España (La Esfera de los Libros), una novela de alta divulgación histórica sobre la vida de este atractivo personaje.
Poco se sabía de la infanta Beatriz más allá de ser "una prima de la reina y que el rey Alfonso XIII, que era muy picaflor, estaba coladito por ella", comenta Barreriro a El Independiente. "Eso es lo que se sabía y poco más. Me parecía poco para una figura histórica".
Por ello, la autora se embarcó en un viaje para conocer más a Bee, pudiendo acceder a un archivo inigualable: su nieta, Beatriz de Orleáns-Borbón, le invitó a la residencia de la infanta en Sanlúcar donde, sumergiéndose en sus cartas, documentos, menús de las coronaciones, inventarios de ropas y joyería, pudo crear un perfil completo de esta figura, desconocida por muchos pero querida por tantos.
Una princesa rebelde
La princesa Beatriz tenía un pedigrí inigualable: por línea paterna, nieta de la reina Victoria de Inglaterra; por rama materna, del zar Alejando II, el "libertador de los siervos". Esto la convirtió, desde su nacimiento, en princesa de Gran Bretaña e Irlanda, así como en miembro de la familia imperial rusa.
Sin embargo, su estatus royal no le hizo amoldarse a nada. Su indomable personalidad le hacía tener un gran carácter, despertando desconfianza en los círculos cortesanos españoles. "La veían en exceso cosmopolita y un poco avanzada respecto a los hábitos, en cierto modo, rancios, que aún se respiraban cerca de María Cristina de Habsburgo", señala Barreiro.
En 1902, Bee se enamoró de su primo el duque Miguel de Rusia, por entonces heredero al trono imperial. De no haber sido por la prohibición de la Iglesia ortodoxa rusa respecto al matrimonio entre primos hermanos, la vida de la princesita habría terminado muy pronto, en la Rusia de 1917.
Con el corazón roto, la pobre Beatriz viajó a Egipto con su tía y su prima, Victoria Eugenia de Battenberg, futura reina de España. Las dos se volvieron inseparables, y fue en la boda de esta con Alfonso XIII donde Bee conoció a Alfonso de Orleáns, su futuro marido.
Pero Ali —como se llamaba al infante— levantaba envidias en su primo Alfonso XIII, por ser "una especie de príncipe perfecto: guapo, ocurrente, vital, deportista y muy patriota. Y que, sobre todo, había logrado construir con Bee una familia de tres hijos sanos y apuestos. Precisamente lo que los reyes no tenían por culpa de la dichosa hemofilia. Y esos condicionantes son los que, a mi juicio, provocaron las decisiones tan injustas del rey con los infantes de Orleáns", recalca la autora.
Una infanta exiliada
El rey de España era consentido y caprichoso desde su infancia. La envidia que sentía por su primo y su bella esposa fue causante de los dos exilios que vivió el matrimonio.
El primero fue a raíz de su boda, en 1909. Alfonso XIII dio su autoridad para el casamiento, pero con la boca muy pequeña, pues Bee no quería convertirse al catolicismo. La boda se produjo en Coburgo, Alemania, y "al informarse al gobierno de España, al gobierno de Antonio Maura, conservador, se les prohibió la entrada en España". En el fondo, el rey se debe al gobierno, y Alfonso XIII no dio la cara por su primo.
Beatriz con el rey Alfonso XIII, primo carnal de su marido. Fotografía tomada en Santander. Los infantes de Orleans acababan de regresar de su primer «exilio».
Durante la Primera Guerra Mundial, en 1916, la pareja sufrió un segundo exilio. Según Cristina Barreiro, el círculo próximo a Alfonso XIII sentía envidia de los infantes de Orleáns, al ser los favoritos del rey y de la reina. Por ello, planearon una especie de artimaña para enviar al marido de Bee a Suiza como representante militar de aviación. Pero en Suiza no existía tal división.
Con todo, Alfonso y Bee siempre fueron fieles a Alfonso XIII y, por supuesto, a la monarquía. "Es algo que nos sorprende mucho, pero al mismo tiempo hay que entenderlo. Si nos metemos en la mentalidad de la realeza de esa época, su finalidad es servir a la monarquía", defiende Barreiro.
Una mujer en guerra
La vida de Bee discurre desde el periodo victoriano hasta el tardofranquismo. Durante la Guerra Civil, fue muy activa en su apoyo a la causa nacional, "no porque fuera franquista, que no lo era (más bien lo contrario), sino porque pensaba que la victoria nacional supondría el retorno de la monarquía, lo que no ocurrió".
La pintura fue siempre una de las principales aficiones de la infanta. Con sus hermanas Missy y Ducky compartía el gusto por el arte. Será ella quien diseñe el emblema de la aviación del Ejército español: unas alas de pájaro con un sol en el centro.
Ni su género ni su estatus de infanta le impidieron ser una pieza clave en el desarrollo de la guerra. Consiguió dinero en Londres para medicinas y ambulancias, entró en Lérida vestida de enfermera como miembro de Sanidad Militar, visitó zonas "liberadas" y se entrevistó con el General, como ella le llamaba, para hacerle saber sus demandas...
Con todo, la infanta Beatriz de Sajonia-Coburgo fue una mujer implacable, que no permitió ser domada por nada ni nadie. Es, en palabras de Barreiro, "una biografía que, aparentemente, sólo puede ser muy royal, pero con una connotación política enorme".
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