A lo largo de los últimos años, desde sectores tauromáquicos, la estrategia en defensa de los espectáculos taurinos se ha centrado a menudo en pretender sostener que el antitaurinismo es una simple moda, algo pasajero, sin fundamento y sin unos sólidos principios históricos y culturales que lo sustenten.
¿El antitaurinismo una moda?, ¿qué hay de verdad en esta calificación, cuando menos, atrevida? Dejémoslo claro ya desde el principio: no hay nada de cierto. Más bien al contrario, el antitaurinismo español es tan antiguo como la propia tauromaquia. Es decir, desde el primer espectáculo taurino que se celebró en nuestro país, ya surgieron importantes voces que objetaban los dos pilares básicos en los que se fundamenta esta diversión: el regocijo ante la expectativa de que se produzca la muerte de personas, y el tomar como un mero entretenimiento la tortura y muerte de un animal, el toro.
Al pretender calificar como algo pasajero a esta corriente pretendían restarle valor
Entonces, ¿por qué tanto empeño en repetir hasta la saciedad que el antitaurinismo era una “simple moda”? La respuesta es sencilla: al pretender calificar como algo pasajero a esta corriente pretendían restarle valor, minimizar su impacto y desmerecer sus sólidos cimientos, reduciendo una tradición histórica de siglos a algo tan fugaz, digamos, como la canción del verano. Pero, como sostengo, que el antitaurinismo español pueda ser una moda no se lo cree nadie. Sin embargo, desde sectores taurinos seguían insistiendo, una y otra vez, en esta misma idea. Por ello resultaba necesario combatir, con un mínimo de rigor académico y científico, a esta campaña de desprestigio y poder concluir, de una manera tajante e inequívoca, que de moda nada de nada.
Rigor y ciencia, sí, porque no es lo mismo dar una opinión en una conversación entre amigos, o publicar un comentario en las redes sociales, que sostener un dictamen después de años de estudio e investigación. Esto es lo que me propuse en 2015, cuando inicié una tesis doctoral titulada El pensamiento antitaurino en España, de la Ilustración del XVIII hasta la actualidad y que pretendía precisamente eso, arrojar luz sobre medias verdades que parecían repetirse como mantras.
El antitaurinismo español se trata de una corriente social y de pensamiento tan antigua como la propia tauromaquia
De hecho, la hipótesis central de mi investigación doctoral se fundamentaba en esta cuestión: ¿de verdad el antitaurinismo es una moda? Tres años después, en 2018, cuando defendí públicamente mi tesis y obtuve el grado de doctor en Historia Contemporánea, una de las principales conclusiones que pude extraer de mi trabajo resultó ser que el antitaurinismo español no solo no podía considerarse una moda, sino que, como digo, se trata de una corriente social y de pensamiento tan antigua como la propia tauromaquia.
El primer vestigio de antitaurinismo español aparece ya en el siglo XIII
Posteriormente, de la tesis doctoral nació el libro Pan y toros. Breve historia del pensamiento antitaurino español (Plaza y Valdés Editores, 2018), un ensayo en el que recojo las principales conclusiones de mi trabajo académico. La mayoría de estas conclusiones resultan sorprendentes. Por ejemplo, el primer vestigio de antitaurinismo español aparece ya en el siglo XIII, y se lo debemos nada más y nada menos que al rey Alfonso X El Sabio quien, en sus célebres Leyes de Partida, llega a calificar a los toreros como personajes “infames”.
Otro dato sorprendente es que, desde muy antiguo, la mayoría de autores ya denunciaban la crueldad ejercida contra el toro en estos espectáculos. Ya entonces se concebía como una barbaridad inhumana el entretenerse viendo sufrir y agonizar a un animal hasta la muerte. En este sentido, conviene citar al destacado renacentista y humanista Gabriel Alonso de Herrera quien, en su Obra de Agricultura, de 1513, ya denuncia la terrible muerte de los toros durante las corridas; o al religioso Fray Luis de Escobar, que en 1550 condena la barbarie que supone matar tan cruelmente a un ser inocente como el toro; o al historiador jesuita Pedro de Guzmán quien, en 1614, que sostiene la misma tesis. En definitiva, son muchos los autores que, desde hace siglos, vienen denunciando la tauromaquia por la crueldad que se ejerce sobre el toro.
El antitaurismo presente en todas las épocas
Sea como fuere, lo que está demostrado científicamente es que relevantes hombres y mujeres, generación tras generación, manifestaron a través de su obra, de su pensamiento o de su acción, severas críticas a la tauromaquia. De hecho, en cada época histórica ha habido antitaurinismo. En el Renacimiento, los humanistas denunciaron la barbarie en que se fundamenta esta diversión, que embrutecía y denigraba al hombre.
Grandes poetas del Siglo de Oro español, como el inmortal Quevedo, también se opusieron a estos espectáculos, y no sólo por la muerte de personas, sino también por el martirio al que se somete al toro por mera diversión. De hecho, Quevedo no entendía cómo a un animal pacífico y noble como el toro, al que se refería como “el marido de la vaca”, se le pudieran infligir tales tormentos, ni que todo eso pudiera ser tenido como un regocijo, como motivo de celebración, de “fiesta” y de alegría.
Los ilustrados fueron antitaurinos en bloque
Siguiendo con este breve repaso histórico, los ilustrados también denunciaron la tauromaquia. ¿Cómo no iban a hacerlo, si pretendían la divulgación del conocimiento y de la cultura, el progreso social de su país y la mejora del espíritu del pueblo español? Los ilustrados fueron antitaurinos en bloque. De Jovellanos a Blanco White, de Cadalso a Goya, de Clavijo y Fajardo a José Vargas Ponce.
El pensamiento antitaurino español constituye un enorme patrimonio, una seña identitaria
Más adelante, ya en los siglos XIX y XX, costumbristas como Larra o Mesonero Romanos, regeneracionistas como Joaquín Costa o Giner de los Ríos, escritoras como Pardo Bazán o Carolina Coronado, o la práctica totalidad de los integrantes de la Generación del 98 —Unamuno, Machado, Baroja o Azorín—, suman sus célebres nombres al impresionante acervo cultural e histórico que supone el antitaurinismo español. Porque, que quede claro, el pensamiento antitaurino español constituye un enorme patrimonio, una seña identitaria y una tradición que nos debe colmar de orgullo. Sin embargo, en este país, se ha intentado silenciar este gran bagaje cultural y social, relegándolo al olvido de la historia. Desde los sectores taurinos, y también desde las instituciones —como explico en Pan y toros, taurinizadas desde hace siglos—, se ha pretendido enterrar esta corriente para, a continuación, decir que no es más que una simple moda. Falso.
A la vista de los datos y de las referencias históricas, el antitaurinismo español no puede ser considerado una moda a no ser, claro está, que una moda pueda durar más de ocho siglos... En todo caso, continuar diciendo que se trata de algo pasajero resultaría tan imprudente como pretender defender que valores tan intrínsecamente humanos como la compasión, la conmiseración o la empatía son una simple moda.
El antitaurinismo español no es una moda, nunca lo ha sido
Lo cierto es que no podemos tolerar que el pensamiento único taurino siga tergiversando la historia. Muy al contrario, es nuestro deber reivindicar con orgullo a todas esas mujeres y hombres que, en tiempos de menos libertades y derechos de los que gozamos hoy en día, dieron la cara por una España de progreso, de cultura y de justicia, alzaron la voz por una España moderna y capaz de mirar hacia el futuro dejando atrás tradiciones tan bárbaras como la tauromaquia. El antitaurinismo español no es una moda, nunca lo ha sido. Apareció hace siglos para enfrentarse a la crueldad de la tauromaquia, y no desaparecerá hasta que seamos capaces de superar la idea de que el sufrimiento de un ser vivo pueda ser motivo de alegría, de “fiesta” o de diversión.
Juan Ignacio Codina Segovia, periodista, doctor en Historia Contemporánea y autor de Pan y toros. Breve historia del pensamiento antitaurino español (Plaza y Valdés Editores, 2018).
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