Literatura

Mujeres de la mafia: víctimas y verdugos

En sentido horario de izquierda arriba: Maria Angela Di Trapani, Lea Garofalo, Teresa Marino, Concetta Cacciola

Giusi Vitale, Maria Angela Di Trapani, Teresa Marino, son nombres desconocidos para el gran público, pero con una ficha policial que las ha convertido, durante años, en las mafiosas más buscadas de Italia. Mujeres criminales que han tomado el puesto de sus maridos encarcelados. Despiadadas como ellos, dispuestas a todo por defender el honor de su cosca, la familia mafiosa. Capaces de mantener en vida la estructura delictiva de la organización a medida que la policía estrechaba el cerco a los boss.

Las verdugos

Giusi Vitale, 47 años, ha sido detenida dos veces. Desde 1998 estuvo al mando del clan de los Vitale. Fue la primera mujer en llegar tan en alto en el escalafón criminal y también una de las primeras en arrepentirse, en 2005. “Es lo mejor para mis hijos”, dijo antes de convertirse en testigo de estado.

Teresa Marino, 41 años, se encargaba del tráfico de droga incluso cuando estaba en arresto domiciliario. Nunca se arrepintió y ahora le espera un largo juicio sobre el que pende una petición de condena a 350 años de cárcel.

La mafia ha aceptado el papel de las mujeres al vértice de la organización con el fin de mantener su estructura criminal

A Maria Angela Di Trapani la llamaban La Padrona, es decir la dueña. Cuando la detuvieron en 2017 ya había pasado 8 años en la cárcel. Sin escolarizar, gestionaba las extorsión a los pequeños comerciantes de algunos barrios de Palermo. Para detenerla se movilizaron 200 agentes de los Carabinieri.

Maria Angela, Giusi y Teresa han conseguido subvertir las ancestrales reglas de la mafia. Una organización secreta de corte masculino en la que el papel de la mujer estaba rígidamente sometido al hombre.

Las víctimas

Sin embargo no todas las mujeres que cargan con el apellido de una familia cosca, son mujeres de mafia. Hay otras mujeres que han pagado un alto precio por alejarse de la sombra de Cosa Nostra. El periodista estadounidense Alex Perry ha recopilado en su libro Las buenas madres (Ariel) la vida de las mujeres “rebeldes” de la Ndrangheta, la rama calabresa de la mafia. Mujeres que se han enfrentado a una maquinaria de muerte a menudo solas y con un apoyo mínimo del estado italiano.

Mujeres como Lea y Maria Concetta, que habían decidido de colaborar con la justicia italiana y que la justicia ha sido incapaz de protegerlas. Para sus familias sólo eran delatoras que merecían una punición.

La justicia italiana ha sido incapaz de proteger las mujeres de la Ndrangheta que habían decidido colaborar con las investigaciones

Lea Garofalo, 35 años, fue ejecutada en 2009 por su marido. Su cuerpo fue quemado para eliminar cualquier tipo las pruebas. Maria Concetta Cacciola, murió con 31 años, en 2011, seis meses después de convertirse en testigo protegido.

Sus padres consiguieron encontrar su paradero, en principio secreto. Con el engaño y la amenaza la convencieron a volver a casa. Si seguía colaborando con las investigaciones, nunca volvería a ver sus hijos. Si decidiese regresar, todo se arreglaría. De vuelta Rosarno, su pueblo de Calabria, la obligaron a tragar ácido clorhídrico. Fue encontrada con la boca llena espuma blanca y sangre.

En el caso de Lea, en 2006 se le denegó el programa especial de protección porque su contribución no fue considerada relevante. Consiguió esconderse con su hija durante los tres siguientes años pero al final su marido, Carlo Cosco, logró secuestrarla, torturarla y disolver su cuerpo en 50 litros de ácido. En 2009, poco después del homicidio de Lea, el Presidente de la República le otorgará la Medalla de Oro por el mérito civil admitiendo el fracaso del estado en el proteger a sus colaboradores.

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