En un mundo de ganadores la derrota es una suerte de disidencia. Excepto si caes en un espiral de autodestrucción en forma de excesos como lo hace Julián Bellón, un «Ulises viendo Ítaca ya a lo lejos» y el protagonista de la primera novela del periodista Antonio Agredano (Córdoba, 1980).
Para él, la derrota hasta su tiempo de descuento es una resignación, un habitual. Es eso, o un tiempo de redención antes del pitido final.
Antonio Agredano es más melancólico que nostálgico, confiesa en palabras para El Independiente. Se emboba con su niñez, con la familia, con lo que tuvo, y con «esa vida» sacada de la realidad. Porque a los niños, dice, «se les saca de la realidad». «Los problemas se solucionan a espaldas de los niños. Las carencias se maquillan. Los padres no suelen confesar sus miedos a sus hijos. Ni sus anhelos». Para él, como para su personaje, la infancia es un búnker donde dormir en silencio y evitar la escucha de los bombardeos que hay ahí fuera. «La infancia de Julián Bellón era así. Ajena a las tragedias».
Pero la infancia es un bunker que sin embargo no es eterno y que como el hombre sacado de la caverna de Platón, supone al final un choque entre realidad y recuerdo, entre memoria y verdad, entre estabilidad y tambaleos. Y eso es Prórroga, la historia de un portero retirado de 40 años que se enfrenta a su partido más difícil: el que todos jugamos contra nosotros mismos.
La novela, relato de un exfutbolista a quien le asaltan los recuerdos de lo que fue en forma de depresión y bares, es una metáfora sobre fútbol y vida, sobre ambas cosas a la vez, y sobre la búsqueda de un último paraje de felicidad de aquel niño que se puso de portero aún soñando con marcar un gol, el joven que más tarde fue guardameta profesional, y el que hoy es un hombre roto y acorralado por sus recuerdos: «El fútbol es imperfecto e imprevisible. En eso me recuerda a la vida. Hasta los mejores futbolistas comenten errores infantiles, y hasta las vidas más luminosas están salpicadas por la tragedia. Nada garantiza la felicidad. Derrotas, victorias y empates. Todos los días jugamos un partido. El fútbol no está del todo bien representado en la literatura de nuestros días. Es difícil encontrar una novela adulta y emocional con un futbolista como protagonista. El fútbol está en la literatura visto desde los aficionados, desde los despachos, pero pocas veces tan a ras de césped», dice Agredano.
Hasta los mejores futbolistas cometen errores infantiles, y hasta las vidas más luminosas están salpicadas por la tragedia»
antonio agredano
Prórroga no es una obra autobiográfica a pesar de que Agredano también se pone cada semana los guantes, como Julián: «Con mis 41 años sigo dando panzazos y luego me levanto como un robot»; y a pesar de la invitación que hace a nuestro medio de fantasear con eso: «La prórroga es el tiempo extra que se regala en un partido para acabar con el empate. A Julián Bellón, el protagonista de mi novela, también la vida le ofrece un tiempo para ganar lo que parecía que había perdido. El deporte había dejado de ser un juego, se había convertido en una obligación, en un empleo, y no fue capaz de domesticarlo. Prefirió huir, fantasear con otras vidas; cerrar una puerta que, con el tiempo, descubre abierta de nuevo. A Julián la vida le dió un tiempo para el reencuentro, para la curación de sus heridas, para el amor, para sí mismo. Es un Ulises viendo Ítaca ya a lo lejos. ¿Autobiografía? Animo al lector a que fantasee con eso, con cuánto de mí hay en el personaje. Sobre mí no me atrevo a preguntarle ni a mi madre. Los escritores somos todos un poco de 'pichita tibia'. Soltamos barrabasadas de todo el mundo en todas partes y luego hablamos de nosotros un poco ahí como pidiendo perdón, refugiándonos en nuestros personajes. ¡Qué espanto!».
Publicado por la editorial Panenka, el cordobés ha escrito esta novela con el «apoyo, la confianza y las palabras de un buen amigo escritor», aunque asegura que la coquetería y el dinero son «el motor» de su literatura, junto a la poesía, a la que nunca abandona. Por el momento, Antonio, «un ciudadano educado que escribe sobre su vida allí donde le paguen por hacerlo» reconoce no haber pensado «ni un segundo» en su segunda novela, aunque a su vez sabe que quiere escribirla: «Prórroga está gustando mucho, se está vendiendo, estoy feliz. Sería un necio si no quisiera alargar este estado de sonrojo y júbilo tras la publicación de mi primera novela».
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