Nació ruso, en 1892, como Aleksandr Aleksándrovich Alejin. Vivió como francés con el nombre de Alexander Alekhine, tras abandonar la Rusia soviética, y murió como campeón del mundo de ajedrez, en 1946, en Lisboa. Sus últimos y tormentosos años de vida, marcados por el conflicto que arrasó Europa, junto con el retrato de una generación de ajedrecistas, protagonizan la novela La diagonal Alekhine (Alfaguara) de Arthur Larrue.
Amado por su juego -el jugador es considerado una de las grandes figuras de la historia del ajedrez- terminó sus días repudiado por los demás jugadores por su colaboración forzosa con los nazis. Siendo campeón del mundo escribió una serie de artículos para justificar la supremacía nazi frente a los judíos.
“Los nazis trataron con Alekhine de ilustrar lo que sería un juego ario basado en la ofensiva, una especie de claridad frente a un juego judío que sería calculador, mezquino y sin honor”, explica Larrue. “La oposición entre estos dos estilos y esa forma dónde situar a uno por debajo del otro para plantear un sistema de valores y discriminación -para ser francos y directos- es una mierda. Los artículos de Arlequín que trataron de explicar esto teniendo en cuenta toda su producción literaria son una mierda”, asegura el autor de La diagonal Alekhine. Sin embargo, aclara, sus otros libros sobre ajedrez sí que buscaban la verdad y todavía son consultados por los jugadores actuales por su calidad.
Huyendo de Capablanca
La rivalidad de Alekhine con el jugador cubanano José Raúl Capablanca al que arrebató el título fue mítica en su tiempo. El cubano encarnaba el talento natural de un jugador intuitivo y creativo frente a un Alekhine agresivo, estudioso y metódico.
“Tengo que decir que mi libro es ambiguo, es un libro que conjuga al mismo tiempo la admiración y el desprecio. Yo creía profundizar en esa ambigüedad y escribir un texto un libro que pueda ser incómodo que tenga esa duplicidad yo creo es que esta es la esencia íntima de esta novela”, asegura el escritor.
La colaboración de Alekhine con los nazis hizo un daño irreparable en su figura como campeón del mundo, sus coetáneos le repudiaron, especialmente porque muchos de los jugadores a los que se enfrentó durante años fueron perseguidos, recluidos y asesinados por los nazis. Jugadores como Rudolf Spielmann que murió en Estocolmo tras huir del nazismo o David Przepiórka que fue ejecutado en Palmiry, localidad polaca en cuyos bosques cercanos fueron ejecutados miles de judíos polacos. Jugadores que tienen un papel destacado en la novela de Larrue.
“Se trata de una generación bastante excepcional, no sólo por la calidad de los jugadores sino porque es la última generación de artistas-ajedrecistas, justo antes de que el ajedrez se convirtiera en un juego de profesionales”, explica a El Independiente. “Fueron una generación de hombres solos, más libres, más artistas”, añade Larrue.
Alekhine en España
Durante la Segunda Guerra Mundial el ajedrecista pudo disputar partidas en la España de Franco, con el beneplácito de las autoridades nazis. En La diagonal Alekhine, Arthur Larrue refleja dos de los viajes que realizó por territorio español. En Madrid concedió una entrevista a Valentín González, periodista de Informaciones, en la que explicó sus tesis nazi de que los jugadores arios eran superiores a los jugadores judíos.
El juego posterior a la Segunda Guerra Mundial cambió porque el mundo de después era distinto. “El ajedrez es un lenguaje de una sofisticación que se puede comparar incluso con la propia lengua. El ajedrez expresa en cada momento su tiempo, su época. El ajedrez de la época de Alekhine, fue desde finales del siglo XIX hasta 1946, la primera parte del siglo XX. Todas las modificaciones de carácter político e intelectual han tenido un eco, una aplicación en el ajedrez. Incluso si tomas por ejemplo la revolución puramente científica de la mecánica cuántica, incluso ahí, en la misma época el ajedrez de los hipermodernos [en el tiempo de Alekhine] va a poner en cuestión una forma de jugar al ajedrez tradicional o clásico y van a poner en tela de juicio los principios fundamentales del ajedrez”, mantiene el autor.
Si pudiéramos sentar a Alekhine con Magnus Carlsen y dejarlos jugar lo más probable es que Magnus ganara".
Arthur Larrue
Por ese motivo una partida entre Alekhine y un campeón actual como Magnus Carlsen sería muy desigual. “Si pudiéramos sentar a Alekhine con Carlsen y dejarlos jugar lo más probable es que Magnus ganara, que fuera muy superior al ruso nacionalizado francés. Porque ahora tenemos ordenadores y Magnus se beneficia de un conocimiento del juego y una fuerza matemática analítica que jamás tuvo Alekhine, que practicaba el ajedrez únicamente como ser humano. Él estaba sólo frente al vértigo de la partida”. Explica el escritor francés quien también cree que, en un momento dado, Alekhine podría ganar porque “era un jugador extraordinario, como artista que era”.
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