Rosario Raro publicó hace siete años Volver a Canfranc, novela de la que ya se han publicado 15 ediciones y de la que hay una ruta literaria en la localidad oscense. Raro publica ahora El cielo sobre Canfranc (Planeta), un regreso al mismo lugar y tiempo, pero con una novela diferente.
“No es la segunda parte de Volver a Canfranc”, sentencia Raro. “Es una historia completamente distinta que, eso sí, sucede en el mismo lugar y en la misma época, durante la Segunda Guerra Mundial. En este enclave aragonés a ocho kilómetros de la frontera con Francia”, añade. En este regreso la autora quiere hacer “un fresco de todos los personajes que pasaron por allí, algunos muy famosos, y que se vaya componiendo toda esa lámina de cuando la estación Internacional tenía tanta vida”.
En El cielo sobre Canfranc el protagonismo recae en el amor imposible entre un paracaidista alemán y una joven del pueblo que trabaja para la Resistencia. El momento histórico de la novela sitúa a Canfranc en una suerte de “Casablanca del Pirineo”, como le llama Raro ya que por este lugar pudieron escapar del horror nazi miles de judíos e intelectuales y artistas europeos perseguidos.
Raro sigue atraída por este lugar. “Esta estación parece el palacio de un imperio que ya no existe, algo de otro tiempo. Hay quien ha dicho que es como un trasatlántico lanzado al corazón del Pirineo, porque claro, sorprende ver un edificio así en el fondo de un valle, porque si estuviera en Viena o en París, nos sorprendería menos”, explica.
Pero Raro reconoce que volvió a la estación, para hacer un viaje literario lejos de la pandemia. “Durante todos los meses de confinamiento fue mi ejercicio para borrar las paredes. Porque mientras estaba escribiendo sobre el Pirineo pues notaba el oxígeno, cosas de la sugestión y la imaginación. Y esto de poder elegir dónde estás, con quién, y que sucedan las cosas que quieres, tiene mucho que ver con la magia de la escritura”.
La autora se apoyó en el trabajo de documentación que hizo para su primera novela. “Yo no soy historiadora, yo he estudiado Filología Hispánica y me he dedicado a la literatura sobre todo. Y claro, por eso tengo que comprobar absolutamente todos los datos con mucho rigor, me gusta ser muy cuidadosa en esos detalles”. Ha tenido que ampliar algunos conocimientos técnicos de la historia nueva, pero los escenarios y la historia oral del lugar a la que accedió hace años ya las tenía.
El incendio de Canfranc
La novela arranca el día 24 de abril de 1944, que es cuando se quemó el pueblo de Canfranc, un episodio muy destacado. “Son dos núcleos de población distintos, está el pueblo viejo, hay gente que aún le sigue llamando el pueblo quemado de Canfranc. Y luego, cuatro kilómetros más arriba, en dirección a Francia, está Canfranc, estación que se forma como los poblados del oeste en torno al ferrocarril se fueron construyendo dependencias, viviendas para los obreros, para los forestales, para los ingenieros, hasta que se creó una ciudad y de hecho el incendio, lo que supuso fue que muchos habitantes del pueblo de Canfranc se trasladaron arriba, a la estación de Canfranc, que allí le llaman los arañones, porque es el fruto de endrino, con lo que se hace el pacharán y abunda mucho por ahí”, explica.
El incendio fue el punto final a años de un relativo esplendor de Canfranc".
Rosario raro
El fuego fue la puntilla para la localidad y el final de una época de esplendor. “Canfranc tuvo mucha importancia histórica, de hecho es paso del Camino de Santiago aragonés. El incendio fue el punto final a años de un relativo esplendor, porque en Canfranc podían cobrar impuestos de paso, de ahí su nombre campo franco”, explica Raro.
Una brasa de un fuego causó el incendio que arrasó la localidad. 130 casas quedaron destruidas, las pajas acumuladas en la parte alta de las casas para impermeabilizar y aislar las casas fueron el principal combustible del siniestro. La corrupción, instalada en la sociedad de posguerra y en el régimen de Franco hizo que el dinero destinado a su reconstrucción nunca llegarán a su destino.
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