Empezó tarde a escribir, lo hizo a los 40 años. Fue en 2013 cuando Arantza Portabales (San Sebastián, 1973) se estrenó como escritora, y tras obtener el Premio Narración Breve de la UNED por su microcuento Circular C1: Cuatro Caminos-Embajadores, no ha parado de escribir. Lo alterna con su trabajo de toda la vida, el de interventora. Y aunque reconoce que disfruta de los dos trabajos, por ahora no le "obsesiona" dedicarse exclusivamente a la escritura.
Se lanzó a la novela negra con el asesinato de una niña por alguien de su círculo familiar que plasmó en Belleza Roja (Lumen, 2019), más tarde lo hizo con La vida secreta de Úrsula Bas (Lumen, 2021), y ahora acaba de publicar El hombre que mató a Antía Morgade (Lumen, 2023), tercer libro del dúo policíaco Abad y Barroso. Ahora tendrán que descifrar un nuevo caso lleno odio y venganza. Portabales narra la historia de Carlos, Mónica, Eva, Lito, Iago, Xabi y Antía, que formaban parte de un piso tutelado, un proyecto pionero para chicos sin hogar, pero cuando Antía, la hermana pequeña de Carlos, se suicida tras haber sido víctima de abusos sexuales de uno de los educadores, todos comienzan a tomar caminos diferentes. Veinte años más tarde se vuelven a reunir rodeados de secretos que todos intentan ocultar.
Pregunta. Empezó a escribir relatos, luego pasó a la novela narrativa, y más tarde se lanzó a escribir novela negra. ¿Se va a quedar en este género o no se cierra puertas?
Respuesta. Volveré algún día a escribir otra vez novela intimista, escribo de vez en cuando microrrelato, este año he escrito uno para un libro colectivo para el 8M. Para mí todo es lo mismo, no hay géneros. Decía Domingo Villar que "si hay muertos ya es negra", pero al final el muerto es una excusa. A mí me gusta contar lo hay a mi alrededor, lo que veo y cómo lo veo. Para mí eso es la escritura. No hay otra forma de ver la literatura, sino como el arte de contar la vida, el género no me importa.
P. Parece que últimamente están de moda tanto las novelas negras como las series o películas policíacas. ¿Por qué cree que nos gusta tanto este género?
Este libro es como el Titanic, ya sabemos que se va a hundir, pero seguimos leyendo"
R. Nos reconcilia con nuestra propia normalidad. Ese binomio tan simple de bueno y malo, esas fronteras difusas que nos cargamos los escritores para hacerte reflexionar, que ni este era tan bueno ni esta tan maravillosa. Luego tiene la parte lúdica de entretenimiento. Cuando uno hace una policial tú estás queriendo saber qué ha pasado y al final eso tiene un componente de entretenimiento brutal.
Cuando me dicen que la novela negra es la que mejor retrata la sociedad, son excusas intentando justificar por qué nuestro género tiene tanto éxito. Claro que retrata la sociedad, pero la novela romántica también y la histórica. Eso es la literatura, ir contando lo que pasa a nuestro alrededor. Si hay muerto, hay muerto, si hay amor, hay amor.
P. Aunque la novela sea negra, según vas avanzando se van tocando otros temas, como las amistades a lo largo de los años, el perdón, la venganza...
R. Ya lo decimos al principio, del pasado se vuelve, pero de la muerte no. Esta novela trata mucho del dolor y del miedo. Todos los personajes tienen miedo, todos son víctimas y son sospechosos. Son personajes muy frágiles que han estado muy expuestos ante la vida, y que 20 años después vuelven exactamente al mismo punto de partida. Cuando eran jóvenes el sistema los dañó, y ahora que son adultos el sistema vuelve a dañarlos. Por eso necesitaba un colectivo tan vulnerable, desde el punto de vista psicológico también.
P. ¿Es posible olvidar? A lo largo del libro varios personajes como Carlos no se deshacen del pasado.
R. No son capaces. Estos personajes viven anclados en el pasado y no consiguen avanzar su futuro. Lo que vivieron les pesa muchísimo. He tenido que hacer un ejercicio de dolor que yo no sentía, me he puesto en primera persona en la voz de un hombre, que ha perdido, no solo a una hermana, sino a la única persona que tenía en el mundo en el proceso de devastación que eso produce a todos los niveles. Él no es capaz de salir de ese bucle de pérdida, de culpa. Me ha costado meterme en ese personaje.
P. Habla de que mirar a otro lado a veces también te hace cómplice. Aborda cómo es contar que has sido víctima de abusos sexuales ahora y cómo era hace 20 años.
R. Trato el tema del abuso y lo difícil que es ser víctima en esta sociedad. Las víctimas tienen que ser perfectas. ¿Por qué hablamos del caso Nevenka si es el caso de Ismael Fernández? ¿Por qué hablamos de la víctima cuando hay que hablar del abusador? ¿Por qué una mujer que denuncia y gana un juicio tiene que acabar viviendo en Inglaterra? ¿Por qué callar es más fácil a día de hoy, en pleno de 2023, que hablar?
Venimos del caso de Dani Alves. Una víctima que ha renunciado a su responsabilidad civil, que le va a hacer mucha falta para intentar poner todos los mecanismos para paliar su dolor y que renuncia simplemente para mostrar a la sociedad su inocencia. Seguimos exigiendo ejemplaridad a la víctima sin poner el foco en el abusador. Sigue así a día de hoy, hace 20 años ya ni te cuento.
P. Cuando leía el libro me encontré con una frase que podría definir perfectamente la trama de la novela: "El odio, cuando lo invade todo, no deja espacio para nada más" ¿Es así en al vida real?
R. Al final el odio y el amor se van tocando en sus extremos. Las emociones en su punto superlativo nos anulan en nuestra capacidad racional. Por eso nos volvemos idiotas cuando nos enamoramos, y por eso uno deja de ser persona cuando se limita a odiar.
P. Todo encaja en el libro. La pistola está en el lugar correcto, la mochila, las jeringuillas... Nada se pasa por alto. ¿Lo piensa ya desde el principio o una vez va escribiendo va viendo dónde encajar las cosas?
R. La historia en sí la tengo ya toda planificada. Los personajes, su rol, las motivaciones. La arquitectura de la novela existe, pero luego hay que ir poniendo ladrillos, y los ladrillos van quedando mejor de un color o de otro. Esto al final es un Cluedo, hay que ir dejando pistas y eso es muy entretenido. Al lector le coloco en una situación muy privilegiada, va sabiendo cosas antes que Abad y Barroso, y eso le hace poderoso, por eso gustan tanto mis novelas.
P. Las víctimas y los culpables se confunden en el libro. En mi caso me estaba volviendo loca intentando descifrar quién había sido y cómo lo había hecho.
R. Pero, ¿a que no es importante? Mira, este libro es como el Titanic, ya sabemos que se va a hundir, pero seguimos leyendo. Al final ya nos da igual quién muere y quién mata, lo que nos importa es qué ha pasado para que esa gente muera y mate.
P. ¿Somos víctimas de los estereotipos? El policía Alex Veiga dice en el libro que "los estereotipos son tremendamente útiles en su profesión". ¿En la novela negra también lo son?
R. Totalmente. Yo siempre utilizo personajes muy estereotipados, lo hice en Belleza Roja y La vida secreta de Úrsula Bas, y lo he vuelto a hacer aquí. El cantante triste, el triunfador, la modelo trepa... Al final son importantes porque el lector conecta de lleno con ellos, conoce a alguien así. Acabar destruyendo el estereotipo también es importante, pero para que el lector entre de lleno y se sienta identificado es útil.
P. Ya es la tercera novela del dúo de los policías Abad y Barroso… ¿Habrá más?
R. Pregúntaselo a la gente. Abad y Barroso nunca nacieron con vocación para quedarse, y ahora que todo el mundo quiere que se quede, van a seguir fluyendo. No soy mucho de planificar. Lo que sí tengo claro es que seguramente volverán porque estoy muy cómoda escribiéndolos, porque la gente está cómoda leyéndolos, pero solo van a volver en el momento que surja una buena historia que contar. Al final ellos son adyacentes a la historia.
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