"Los pétalos de esa rosa cayeron hace tiempo. Aquí están sus espinas", reza la contraportada de Memorias de la rosa, la autobiografía de Consuelo de Saint-Exupéry, publicada en España por Espinas. La editorial, creada por Alicia de la Fuente, busca darle la vuelta al canon literario haciendo un hueco para todas aquellas autoras que no lo tuvieron en su momento por su género.
El de la creación literaria es un sector que se ha ido feminizando con los años gracias a nombres como Isabel Allende, Amélie Nothomb, Gloria Fuertes, Annie Ernaux o Sara Mesa, pero sigue reinando un gran silencio en el pasado que se hace evidente al abrir un libro de texto. Y esa espina es la que busca sacar Alicia.
"Me encanta bajar a la librería y ver que hay un crisol precioso de autoras. Me llama la atención, por ejemplo, el surgimiento de las latinoamericanas. Ahora lo llaman boom, algo que a ellas les molesta, porque no es un boom: ellas siempre han estado ahí, pero hasta ahora no las habíamos mirado", reflexiona, en entrevista con El Independiente.
De la Fuente matiza que, pese a que se hayan popularizado los nombres de muchas autoras, a estas se les sigue exigiendo un extra y se tiende a considerar que hacen una "literatura menor" o "de mujeres".
"Clarín decía 'que las mujeres no escriban, pero si lo hacen, que lo hagan de sus cosas'. Parece que las mujeres no podíamos hablar de los temas que nos afectan, de prostitución, de denuncia social, de críticas a las religiones, de guerras... se buscaba que, en lugar de esto, se quedaran en la cocina, y se vuelve una y otra vez a ese discurso que nos relega a la esfera privada, como esa en la que vivió Consuelo", añade.
El inicio de este proyecto, sin embargo, lleva nombre de hombre: Fiódor Dostoievski (Crimen y Castigo, Penguin Clásicos). "Era una gran seguidora y, tras leer muchas de sus biografías, me encontré con una de su mujer que no se había publicado en España. Entonces, tuve la posibilidad de acudir a una editorial o dar el paso yo misma, que tenía formación para ello. Al empezar, me di cuenta de que había muchas autoras interesantes y que había que traerlas a la actualidad", recuerda.
Mucho más que el 'consuelo' de Saint-Exupéry
Al leer a dichas autoras, entre las que están Mercedes Cabello, Eva Canel, Marie Barshkisteff y Matilde Cherne; destaca cómo encontró discursos políticos y sociales muy comprometidos, así como que fueron apartadas de manera injusta, algo que la empujó a crear su propia editorial.
Pero, ¿qué hay de Consuelo? Lejos de ser la mera rosa testaruda de la que habla Antoine de Saint-Exupéry en El Principito (Salamandra), fue una artista multidisciplinar que destacó en escultura, en escritura y en pintura, aunque también presentó programas de radio aprovechando que hablaba tres idiomas a la perfección y tenía formación en materias como Derecho y Periodismo.
Consuelo Suncín escritora y artista salvadoreña-francesa, y esposa del famoso escritor y aviador Antoine de Saint-Exupéry, creador de El principito.
— HistoriadeElSalvador (@EShistoria32) January 30, 2022
Fotografía de Consuelo Suncín-Sandoval Zeceña, tomada en Armenia, El Salvador, 1919. pic.twitter.com/bGY0azdrar
Nació en 1901 como Consuelo Suncín-Sandoval Zeceña en el seno de una familia acomodada de Armenia, El Salvador, aunque rápidamente comenzó a viajar. Su tercer marido fue Tonio, como ella llamaba al aviador. Le conoció en Buenos Aires gracias a su amigo, el también escritor Benjamin Crémieux.
Por encima de dedicarse a la creación en todas sus formas —en Memorias de la rosa, recoge cómo el propio Antoine comenta que sería mejor poeta que él si se lo propusiera—, se dedicó a perseguir a su marido allá por donde su trabajo, sus aparatosos accidentes, sus amistades o sus crisis existenciales lo llevaban.
La salvadoreña vivió así en diversos lugares de Francia, en Nueva York, en Marruecos, en Panamá, España, fue refugiada durante la guerra… todo ello siguiendo las promesas de un marido que, pese a sus incontables infidelidades, faltas de respeto y humillaciones; impidió el divorcio y siempre mantuvo que tarde o temprano estabilizarían su relación, algo que no pasó jamás.
"No hay un 'boom' de autoras. Ellas siempre estuvieron allí, pero no las mirábamos"
alicia de la fuente
Además, la autora cuenta cómo el desamor y la incertidumbre provocaron en ella ansiedad, insomnio y que fuese internada varias veces. "Desperté en una cama del hospital Vaugirard, en la sala de los indocumentados. Me habían recogido, en la acera (…) La Policía se había presentado dos veces en el apartamento para asegurarse de que mi marido no tenía ninguna intención de ir a buscar a su mujer a esa sala de ruinas humanas. Tuvieron que pedir a la portera que fuera al hospital para identificarme", expresa Consuelo en uno de los capítulos más duros de su autobriografía.
En el prólogo del libro, la activista Pamela Palenciano habla de cómo, tradicionalmente, muchas mujeres aprendían a estar toda la vida esperando el amor y el reconocimiento de otros, algo de lo que hay incontables ejemplos. De hecho, al conocer la historia de Consuelo, resulta difícil no pensar en Frida Kahlo y Diego Rivera o en películas como La flor de mi secreto (1995, Pedro Almodóvar), donde una vulnerable Marisa Paredes pierde la cabeza mientras espera que Imanol Arias regrese con ella y termina, según el personaje de Chus Lampreave, "como vaca sin cencerro":
En un relato que suena antiguo por los viajes transatlánticos, la comunicación por carta o la aparición de personajes como Salvador Dalí, Marlene Dietrich o Max Henst, entre los intelectuales amigos de la pareja; aparecen también comportamientos para los que hoy se utilizarían términos tan contemporáneos como refuerzo intermitente, gaslighting o love bombing, todo ello formas de manipulación para perpetuar relaciones abusivas.
Al señalar a uno de los autores franceses más queridos, con Memorias de una rosa pasó lo que suele ocurrir siempre que se cuestiona a un personaje consagrado del mundo de la cultura, como podría ser Picasso en España o Neruda en Chile: primero hubo una polémica y después se optó por correr un tupido velo.
El responsable de la publicación del libro fue su heredero universal, su jardinero y mayordomo español José Martínez-Fructuoso. La edición española lleva como portada una ilustración de Jana Domínguez inspirada en los propios dibujos de Antoine que muestra a una gran rosa, pero sin la protección de cristal, observada por un payaso y una avioneta.
Los viajes de él por ser piloto y su tendencia a la infidelidad compulsiva complicaron la relación. En sus escritos Consuelo define a Antoine, o Tonino como le gustaba llamarle, como cruel, infantil e infiel.
— Ana T (@anamontparnasse) November 15, 2020
Aquí la vemos posando con la escultura que hizo de él. pic.twitter.com/7XOOGNV3xD
En la batalla del mercado, Alicia pone en valor el trabajo de las editoriales pequeñas y proyectos como el suyo por ser "ediciones mucho más cuidadas", algo que asegura que se nota con tan solo "tocar las páginas". Eso sí, si algo caracteriza trabajos como el suyo es la especialización.
La especialización de las editoriales pequeñas
"Las editoriales grandes están un poco esclavizadas por la producción continua y constante y por el ahorro. Nosotros, al estar especializados, siempre sabremos más que otro editor que publique temas muy variados. Para formarse sobre cosas concretas, es mejor buscar en lo pequeñito", recomienda.
En el caso de la autobiografía de Consuelo, el manuscrito, que recoge la parte de su vida compartida junto a Antoine, fue escrito dos años después de la desaparición de su marido, en 1944. De este nunca se encontró el cuerpo y la salvadoreña nunca dejó de esperarle ni de escribirle, aunque sí que dejó de enviarle las cartas que redactaba cada domingo.
Consuelo falleció a consecuencia de un ataque de asma en Grasse, Francia, el 28 de mayo de 1979 y fue enterrada en el cementerio de Père-Lachaise en París junto a los restos de su segundo marido, Enrique Gómez Carrillo.
Fue casi 20 años después, en 1998, cuando un pescador encontró cerca de Marsella una pulsera de plata donde estaban grabados los nombres de Antoine y Consuelo. Ya en el año 2000, aparecieron en el mismo lugar los restos del avión del último vuelo del escritor, quien había sido destinado a una misión de reconocimiento fotográfico del frente alemán en Córcega.
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