Ricardo Dudda (Madrid, 1992) ha escrito un libro sobre su padre, que no es solamente un libro sobre su padre. El asunto es algo más complejo de lo que parece. Mi padre alemán (Libros del Asteroide), con el que Dudda ha sido finalista del II Premio de No Ficción Libros del Asteroide,
es una recopilación de recuerdos familiares, un trabajo de investigación periodística y un retrato de la historia europea de posguerra, es una semblanza de su padre y también una autobiografía.
El escritor y periodista madrileño lleva mucho tiempo rumiando esta historia familiar con la promesa de escribirla algún día. La de un padre que vivió como un refugiado en la posguerra alemana, que vino a España como profesor de alemán y acabó siendo publicista, que fue de los primeros en divorciarse en nuestro país, que tiene dos familias con dos esposas diferentes y que es tan luterano como devoto de la Virgen del Rocío. En definitiva, un personaje real digno de la ficción. "Desde que empecé a escribir, a ser periodista, siempre ha sido la historia que sabía que tenía que contar", explica Dudda en una entrevista con El Independiente.
Sin embargo, contar todo esto desde un punto de vista tan personal tiene daños colaterales. Ha acabado arrastrando a su autor, exponiéndole de una manera muy íntima. "Sí, yo estoy ahí como autor y como personaje, con mis vulnerabilidades, mis inseguridades, es la forma en la que no parece que me esté aprovechando de las vulnerabilidades del otro. Es como cuando el que va a contar un chiste empieza siempre riéndose de sí mismo y luego ya puede reírse de los demás. Y también porque me gusta mucho escribir diarios, de hecho muchas escenas han sido recogidas de ahí". Aun así, el escritor de Mi padre alemán no ha visto necesario recurrir a la autoficción para contar esta historia, pues la propia realidad ya tenía entidad suficiente para acabar escrita en un libro.
Gernot Dudda tiene 80 años, no lee libros de historia, lee la prensa. Es un hombre que vive en el presente y no mira hacia el pasado, o al menos no siente ese apego melancólico que suele acentuarse cuando uno crece. Lo que sí tiene es muy buena memoria y eso, entre otras cosas, ha quedado muy patente en este libro.
Un pesado hallazgo en el pasado familiar
Sin embargo, como suele ocurrir en todas las búsquedas hacia lo desconocido, los hallazgos acaban siendo impredecibles. Y eso es lo que ocurre en este relato cuando el escritor se topa de lleno con el pasado nazi de su abuelo. Un policía alemán que, como cualquier funcionario de la época, participó en el Holocausto judío. A partir de ahí, lo que había partido como una historia más o menos amable se vuelve un artefacto demasiado pesado con el que cargar. El cariz que toma el libro a partir de ese momento provoca un división y que acabemos hablando de dos libros distintos en uno solo.
Su autor reconoce que este hecho "fue algo que ralentizó muchísimo la escritura, porque era un libro que iba a ser sobre los años de refugiado de mi padre". Pero evidentemente quien guiaba a la familia en ese proceso era mi abuelo, porque era él el cabeza de la familia. Entonces todos los saltos de fronteras, las mudanzas forzadas, los desplazamientos, eran planeados siempre por mi abuelo".
Dudda explica que después de descubrir semejante noticia, optó por afrontar la verdad y hacérselo saber a su padre. "Me senté con él, se lo conté, estuve ahí una hora y media hablando y cuando terminé se quedó en silencio, nunca lo intento justificar ni nada, ni racionalizar, porque creo que la manera más humana de reaccionar frente a eso es simplemente callándose".
Otra de las consecuencias de este proceso entre el padre y el hijo fue también el que provocó un cambio de paradigma en su relación. "Siempre buscas en tu padre la firmeza, las certezas, o la idea de que, pase lo que pase, tu padre está ahí. De pronto te das cuenta de que él busca lo mismo en ti, busca en ti esas certezas y que le ayudes y le apoyes".
Perdedores e inocentes
Vivencias como las que pasaron la familia de Dudda son esenciales para acercarse a los grandes acontecimientos de la historia a través de las historias personales, las que demuestran el verdadero impacto que tuvieron en la vida de las personas. Y esto es algo que se muestra muy bien en Mi padre alemán. "No hay nada más contado que la Segunda Guerra Mundial, por eso es extraño que se desconozca lo que pasó después con sus refugiados, los crímenes de guerra del bando aliado. Este tipo de cosas no están dentro de la historiografía mainstream. Por ejemplo, el hundimiento del MV Wilhelm Gustloff, que es el barco al que casi se sube mi familia. Es un hundimiento en el que murieron miles de refugiados tras un bombardeo de los soviéticos. Fue uno de los hundimientos más importantes de la historia naval y es fuerte que las únicas conmemoraciones que haya de eso vengan desde la ultraderecha".
En este punto, el escritor de Mi padre alemán recuerda que incluso las victorias más legítimas en la historia tienen perdedores inocentes. "Hay una frase que aparece en el libro de Stig Dagerman, que es un periodista sueco buenísimo, Otoño alemán, y dice algo así como que el sufrimiento, tanto el merecido como el inmerecido, se siente igual en el estómago, en el pecho y en los pies".
Las influencias literarias de 'Mi padre alemán'
Aparte de una cantidad inmensa de documentos, materiales de todo tipo y documentación exhaustiva, el periodista también ha mirado hacia los ejemplos que puede haber en la literatura de este género. "Me gusta mucho un libro de Monique Lange, que es una escritora francesa al estilo de Marguerite Duras o Annie Ernaux, que no cuenta directamente una historia de manera clara, sino con atmósferas, escenas sueltas, una cosa muy collage sobre su padre que se llama Cuadernos rotos. Luego, creo que uno de los más bonitos que hay de un hijo sobre su padre es Patrimonio de Phillip Roth. Aunque el libro que más reivindico de este género, que me parece impecable por muy best seller que sea, es Maus, la novela gráfica, una obra maestra".
Dudda admite que el trabajo de edición ha sido importantísimo en la concepción de este libro y que se ha quitado un peso de encima con su publicación. Aun así, lo que más agradece ha sido el respeto y la paciencia que ha tenido su padre a la hora de permitirle escribir con total confianza y libertad. Y es que Gernot ya lo ha leído y, según confirma su hijo, le ha gustado mucho. Sin embargo, lo más importante que se lleva tras haber trabajado mano a mano con su padre ha sido el cambio que ha dado su relación. "Hay más igualdad entre los dos, ya hemos superado ese estatus del padre omnipotente al que no le puedes cuestionar nada. Ahora, podemos hablar de cualquier cosa. Incluso cuando hace algo que no me gusta, se lo digo sin problema y él igual, creo que el libro nos ha ayudado mucho en eso".
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