Nacho Cardero (Guadalajara, 1974), periodista y director de El Confidencial desde 2011, presentó este lunes en el Círculo de Bellas Artes de Madrid su último libro, Aquello que dábamos por bueno.
Cardero repasa en su obra cómo cuando todo parecía ir bien, con un mundo seguro y confortable, llegó el ruido, la confusión y la confrontación: en primer lugar, con una crisis sanitaria mundial; después, una guerra en el corazón de Europa; y más tarde, el cuestionamiento de las democracias liberales. Así, la incertidumbre, el miedo, caldo de cultivo para populismos, se apoderaban de la ciudadanía.
Nacho Cardero reflexiona sobre la 'permacrisis', los problemas sociales más acuciantes, el papel de las redes sociales y de los medios de comunicación. Además, hace partícipe al lector de algunos episodios autobiográficos especialmente duros vividos en los últimos años.
El propio autor reconoce que sería difícil de encajar este trabajo en un género que podría abarcar desde el ensayo hasta la novela o una crónica periodística, pero que en realidad son las reflexiones personales y, en ocasiones más íntimas, de uno de los periodistas más destacados e influyentes del país.
Este libro no es un ensayo, no es una novela basada en hechos reales, no es un diario y tampoco una autobiografía. Y, sin embargo, tiene algo de todo lo anterior
“Este libro no es un ensayo, no es una novela basada en hechos reales, no es un diario y tampoco una autobiografía. Y, sin embargo, tiene algo de todo lo anterior. Este libro no es una crónica periodística. No encaja en ninguna categoría académica y está lejos de querer ser un manual de autoayuda. Hay quien verá un ajuste de cuentas. Nada más lejos de la realidad. Tampoco es un libro que vaya a gustar a aquellos que se creen en posesión de la verdad absoluta, ni a los que están acostumbrados a las etiquetas”, escribe.
Cuenta Cardero que el libro se gestó con apuntes a vuelapluma, urgentes la mayoría, de unas cuantas palabras, que fue anotando en el teléfono móvil sin más intención que dejar plasmadas sus reflexiones. Reflexiones que se convirtieron en una especie de diario que, sin pretenderlo, “reflejaba la cotidianeidad de la incertidumbre de este tiempo y hacía las veces de brebaje con el que expulsar los demonios. Años que vivimos peligrosamente”.
Aquello que dábamos por bueno es, en palabras del autor, un libro “escrito a corazón abierto, sin anestesia, que describe en voz alta las experiencias de muchos, lo que hemos vivido y lo que hemos sentido cuando la crisis se hizo permanente y la escala de valores sobre la que habíamos levantado nuestra sociedad se desmoronaba poco a poco”. La idea, cada vez de más calado, de que los cimientos sobre los que sustentábamos nuestras vidas y el contrato que creíamos tener con la sociedad se han derrumbado.
Se trata pues, de un libro muy personal e íntimo que pasa por los principales acontecimientos a nivel mundial y doméstico de los últimos años: desde la pandemia de covid a la guerra en Ucrania, pasando por la crisis económica, la crisis política… Además, es especialmente incisivo, lógicamente por su profesión y su determinación por dignificarla, con el periodismo. Reflexiona sobre el papel de los medios en la sociedad y el paulatino deterioro de las libertades.
Precisamente, uno de los capítulos del libro lleva por título Cuando el periodismo era un oficio respetable, en el que cuenta la intrahistoria de cómo el rey Felipe VI accedió a presentar los premios de El Confidencial.
Cardero, sin dudarlo, se alinea con las nuevas tecnologías y la evolución que han tenido los medios desde la llegada de internet, pero duda de la forma, de la inmediatez y la escasa reflexión: “Una revolución comunicativa de la que somos hijos, una época en la que la verdad se muestra cercana porque llega antes, pero que, en puridad, está lejos porque peca de demasiado flexible y poco duradera. La propaganda. La sobreabundancia. La realidad aumentada. El acceso inmediato. Antes, las historias duraban siglos. Ahora, la caída de Troya cabe en veinte segundos de Instagram”, afirma.
Rescata el autor su discurso en la entrega de los premios El Confidencial del pasado año donde comenzó diciendo: “Si el ejercicio de la profesión periodística resulta imprescindible para la salud democrática de un país, más lo es en estos tiempos de zozobra, en los que el mundo, en palabras del secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, está en peligro y paralizado, y cuando se cuestionan los valores inherentes a las democracias liberales”.
La profesión debe recuperar prestigio, respeto y valor entre la población, afirma. “Los periodistas nunca hemos estado bien vistos. En el ranking de profesiones mejor valoradas nos encontramos en la misma posición que los abogados, es decir, en el último puesto, lo que resulta significativo. Nuestra misión consiste en poner en tela de juicio hasta lo evidente, ejerciendo una labor de vigilancia constante sobre la sociedad para que huya de la indolencia y la aceptación sumisa. Nuestro mundo, como nuestras vidas, es arbitrario, frágil, susceptible de verse sacudido por cualquier acontecimiento imprevisible”.
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