El día que se puso la primera piedra del primer rascacielos de Benidorm, algo en España cambió para siempre. Tras él, vino el turismo de sol y playa, parte fundamental del milagro económico español. El país se abrió a Europa y a sus suecas en bikini, de repente "España era diferente". Pero con este gesto también llegaron la especulación, la burbuja inmobiliaria y la explotación ecológica a nuestras costas.
Benidorm se convirtió en el símbolo de una forma de entender este país como un lugar de oportunidades en el que cualquiera podía hacerse rico si sabía aprovechar bien su momento y se llevaba bien con las personas adecuadas. Es ahí donde entra en juego la historia de El Holandés (Tusquets) de Elisa Ferrer (L'Alcúdia de Crespins, Valencia, 1983), el hombre que se convirtió en el máximo exponente de la especulación inmobiliaria de finales de los años 80.
Rafael (nombre ficticio) consiguió vender, con los contactos apropiados, el último solar sin edificar de la costa benidormí, y todo ello sin tener el terreno en propiedad. Después de aquel golpe, emigró a Utrecht (Holanda) hasta que su condena prescribió y pudo regresar a su pueblo, que resulta ser el mismo que la autora. El estafador, ya anciano, contactó por sus propios medios con la escritora de esta novela. Sin vergüenza ni arrepentimiento, le ofreció su historia a Elisa Ferrer para que esta la escribiera y así dejar constancia de su increíble gesta.
"Me encontré con un tipo al que, en realidad, el dinero no le importaba tanto, lo que le preocupaba era que lo que hizo pueda trascender, que no se olvide", explica Ferrer en una entrevista con El Independiente. Este particular personaje sueña con que se haga una serie sobre su historia y por eso no escatima en detalles para que su "biógrafa" pueda trabajar sobre ella.
A partir de ahí, la autora construye un relato literario en el que la ficción y la realidad se entremezclan para retratar a Rafael y a la ciudad de Benidorm como dos personajes intrínsecamente relacionados y con un arco evolutivo muy parecido en el que ambos acaban consiguiendo ser quienes pretendían ser.
Benidorm, entre la vergüenza y el orgullo
Benidorm es protagonista indiscutible en esta novela que recrea una arqueología histórica de la ciudad alicantina. Un lugar en el que las mejores tierras, las más fértiles, eran las de interior e iban a parar a los primogénitos, mientras que las de costa se reservaban en las herencias para los hijos e hijas segundones. Algo que explica por qué hay tantas mujeres hoteleras en el litoral.
Más recientemente, la costa de Benidorm ha pasado de ser una ciudad hortera y pasada de moda a empezar a ser reivindicada como un atractivo destino vacacional. "A principios de los 2000 sitios como Benidorm nos avergonzaban y ahora se han vuelto como un rollo kitsch. Tengo muchos amigos que se casan allí, es un poco como Las Vegas. Antes ir a Benidorm un finde era una cosa de jubilados y ahora es una cosa súper cool. Te han plantado ahí el Benidorm Fest y de repente se ha convertido en un lugar fascinante para todos. Luego hay una parte de Benidorm bastante oscura que es la de la Calle de los Ingleses, por ejemplo, donde hay locales de striptease, ruido, altercados, no dejan vivir a nadie...", reflexiona Ferrer.
La autora reivindica en El Holandés el carácter literario de esta peculiar ciudad de ocio y rascacielos: "Hay pocas novelas que cuentan Benidorm y es algo fascinante, cómo empieza siendo un pueblo de 5.000 habitantes o menos hasta lo que es hoy en día. Si ves las fotos, googleas Benidorm en los años 50 o lees los poemas o las cartas de Silvia Plath cuando estaba de luna de miel y alucinas, pasas de ese sitio idílico de olivos y almendros a este skyline aberrante que se ve desde la AP-7".
Sin embargo, a lo largo de esta investigación, la escritora valenciana se ha encontrado también con un Benidorm en el que todavía hay gente que habla valenciano, con benidormís orgullosos de serlo, que están contentos con la ciudad que les ha quedado. Otra de las facetas que ha sorprendido a Ferrer ha sido que una ciudad ideada en los años 50 se hiciera teniendo en cuenta al medio ambiente. "Cuando Pedro Zaragoza plantea este plan urbanístico en vertical en el 56, está hablando ya de sostenibilidad, quiere poner a todo el mundo más junto y así estropeamos menos territorio, para ser más sostenible'".
Rafael alías 'El Holandés'
"Como Rafael hay muchos en la Comunidad Valenciana, todo el mundo conoce a uno", cuenta la escritora. Según ella, este perfil es un personaje que se repite en muchos pueblos de la costa levantina. Rafael es un seductor, alguien del que te gustaría ser amigo, o al menos una persona con la que apetece llevarse bien. Ferrer lo pinta como un tipo vanidoso pero simpático, un hombre de otra época, con otra forma de hacer las cosas, un genio de la estafa que nos hace esbozar una sonrisa compasiva al escuchar sus fechorías. Esto es lo que consigue la autora, ponernos en la piel de un personaje que hace cosas moralmente reprobables y lo acaba humanizando. "Yo a la persona real le tengo muchísimo aprecio, me cae muy bien, me enfado y también me divierto muchísimo con él".
Con esto, la autora no defiende sus actos, pero prefiere que el juicio moral corra a cuenta del lector. "Lo que quería conseguir era que se entendiera esa cosa que tiene el personaje de encantador de serpientes, de seductor, de tipo simpático. De hecho, cuando fui a Utrecht todo el mundo se acordaba de él con un cariño que era alucinante y eso que él nunca aprendió neerlandés ni inglés, pero hablaba con todo el mundo".
Fue en Utrecht donde empezaron a apodarle 'Robin Hood', pues según cuenta Ferrer, era un hombre desapegado que regalaba coches y hacía todo tipo de favores a sus amigos. "El personaje de Rafael miraba a su alrededor y veía cómo todo el mundo se estaba haciendo rico. Por eso dijo 'voy a pegar un palo y voy a joder a un rico'. Lo curioso de todo esto es que incluso pegando el palo, vendiendo el terreno y haciendo que el dueño, que era un empresario vasco, tuviera que volverlo a comprar, aún así pudo ganar dinero".
Una estafa 'cutre' e irrepetible
A la pregunta de si una estafa así podría tener lugar hoy en día, Ferrer admite que sería prácticamente imposible, no por la dimensión, sino por las formas. "Ahora hay un control mucho más grande, hemos perdido el rollo cutre y ahora nos roban de una manera más elegante y yo diría que más hija de puta también. Son mucho más cabrones a la hora de robar y son gente amparada por los vacíos de la justicia, ahora mismo el dinero va de paraíso fiscal en paraíso fiscal y aquí nadie sabe nada".
Elisa Ferrer, escritora de residencia
En El Holandés Elisa Ferrer habla sobre todas estas cosas, pero también es un libro sobre la particularidad de la vida en los pueblos, sobre la precariedad, las crisis creativas y el choque entre una generación que jugó con el futuro a base de mentiras y especulación.
Se trata de la segunda novela de la escritora valenciana, que ganó en 2019 el XV Premio Tusquets Editores de Novela con Temporada de avispas. Ambos libros fueron gestados gracias a la beca que le permitió cursar el Máster de Escritura Creativa en Español por la Universidad de Iowa. "Cuando Virginia Woolf dice lo de que es necesaria una habitación propia para escribir, yo reivindico que soy una persona de 'residencia propia'. En el día a día es muy difícil, lo doméstico se nos cuela y no nos deja escribir".
Sin embargo, tras haber superado el vértigo de un éxito relativamente temprano, Ferrer ya prepara su próximo libro, demostrando que la crisis creativa se queda únicamente en la ficción. Mientras tanto, Rafael espera y esperará ver cumplido su sueño de ver su historia en una serie. Veremos si finalmente alguien se interesa en hacerlo realidad, pues, como todo orgulloso artista, este estafador excéntrico y simpático cree que todo el mundo debe ser testigo de su gran "obra".
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