La vejez es una larga enfermedad. Una enfermedad difícil de mantener en el cuerpo. Pesa, debilita y te hace temblar. El cuerpo intenta escupirla, no la quiere, la repudia. Las arrugas no son más que el sarpullido de esta alergia inevitable. Así empieza Olor a hormiga (Reservoir Books), el debut en novela de la escritora y artista multidisciplinar Júlia Peró (Barcelona, 1995). Una arriesgada incursión entre los inevitables estragos que el tiempo deja en nuestro cuerpo y en nuestra mente. Cruel y tierna, desagradable y sensual, incómoda y cautivadora, la historia de Olvido está a medio camino del suspense gótico, el surrealismo y el haiku. Una original ópera prima sobre el miedo a la vejez contada a través de los ojos de una señora con demencia de una forma poética y descarnada.
Como poeta, Peró ya había publicado el poemario Anatomía de una bañera (Planeta, 2020) y el libro de conversaciones Este mensaje fue eliminado (Planeta, 2021). Ahora se lanza a la narrativa con una propuesta fresca e incómoda, pero que mantiene igualmente la sensibilidad poética de los grandes temas surgidos a partir de los pequeños detalles. "La idea nació cuando empecé a notar que la vejez estaba llegando, con sus canas, arrugas y los cambios en mi cuerpo. De repente todo eso era algo que me preocupaba", explica la escritora en una conversación con El Independiente. "Si le preguntas a gente de nuestra edad, seguramente la mayoría te dirán que no le tienen miedo a envejecer, pero seguro que hay muchos que ya se están tapando las canas, poniéndose ácido hialurónico en los labios, retocándose las arrugas o usando sérums antiedad. Incluso gente más joven que nosotros", desarrolla la autora.
Por otro lado, la escritora catalana también se ha servido de su propia experiencia vital recordando cuando, a los 17 años, se fue a vivir con su abuela con principio de demencia. "Era demasiado joven y me di cuenta de que nadie me había educado para cuidar de la vejez ni para llevar procesos de demencia. De hecho, hay escenas del libro que me ocurrieron en aquella época".
Aun así, Peró niega rotundamente que Olvido sea su abuela, de hecho la protagonista de esta novela tiene más que ver con una representación de sí misma, en un ejercicio por imaginarse en esa situación y navegar, por medio de la literatura, a través de sus propios miedos.
Por eso, no deja de sorprender la relación entre el tema del libro y la juventud de su autora. Pero es que la generación de Júlia Peró ha crecido con la sensación de haber nacido en un mundo desgastado, donde el futuro está en constante descomposición a medida que la existencia del ser humano avanza. La esperanza parece una utopía de otro tiempo, y el sufrimiento parece postergable a través de esta enfermiza obsesión por mantenerse eternamente joven. "Nos están diciendo que seguramente no tendremos ni jubilación y me preocupa qué va a pasar cuando llegue a esa edad, si voy a llegar, qué va a pasar, cómo me voy a encontrar, qué posibilidades tendré; si me cuidarán o si me dejarán vivir donde quiera...", reflexiona la escritora.
Una vejez virgen
La vejez que pinta Júlia Peró en Olor a hormiga es la de una persona sin experiencia y también sin tiempo, un túnel sin salida en el que parece que solo queda esperar a la muerte. "Llegas a la vejez y parece que ya lo hayas hecho todo, ya tienes todos los checks vitales hechos. Por eso cuesta identificar el personaje de Olvido con la vejez. Ella es virgen en muchas cosas: en amigas, en llevarse bien con su familia, en aspectos sexuales y sociales, en estudios, en sueños. No ha hecho apenas nada y no le queda mucho tiempo. Es ese tiempo que queda el que me preocupa a mí. Olvido piensa: 'Bueno, me voy a morir y ya está'. Vive con la abulia de que ya no tiene nada que hacer, ni nadie con quien compartir". Así presenta la autora a la protagonista de su novela en un relato asfixiante contado a través de unos ojos cansados y tristes, pero también reflexivos e incluso hambrientos de deseo.
[...] Salir de fiesta. Comer mucho azúcar. Cagar sin pañal. Competir. Conducir. Fumar. Correr con unas tijeras en la mano. Trabajar. Tener credibilidad. Tatuarse. Llevar escote. Maquillarse mucho. Menstruar. Ver una peli de terror. Procrear. Tomar cafeína. Contratar un seguro de vida. Y al final vivimos en un medio constante a existir en esas edades. En las edades de 'no tener edad para nada'. (Olor a hormiga, Júlia Peró)
"El objetivo de la novela es mostrar los procesos tan salvajes que conlleva la vejez a través de una persona que está sufriendo y está enfadada", asegura Peró. En ese sentido, esta historia huye del tópico de la abuela entrañable y complaciente, evitando su infantilización y romantización. "Muchas veces pensamos en el típico ejemplo de la abuela que te hace el cocido o te cose un jersey, y a lo mejor las abuelas están cansadas de cocinar. Mi intención era hablar de la vejez imaginando cómo seré yo cuando sea vieja, y espero no acabar siendo la típica señora dócil que todo lo acepta todo y que dice a todo que sí".
El poder de decidir y la salud mental, también en los mayores
Sobre esa infantilización también reflexiona la autora en la novela, comparando los roles de poder que se adoptan con respecto a los bebés, pero también con los mayores. "Nos enseñan muchísimo a cuidar, pero este cuidado muchas veces viene de un control, y Olvido lo dice en el libro, prefiere cagarse en las paredes de su casa, es más digno cagarse en esas paredes que en otras. Creo que el hecho de poder decidir es un debate muy crítico y controversial, porque al final estamos hablando de gente que necesita ciertas ayudas, pero no por eso nadie tiene que decidir qué es lo que quieren. Con esto no quiere decir que esté en contra de las residencias, yo no planteo soluciones, planteo preguntas".
La escritora catalana apela a subrayar la importancia de la ayuda psicológica, algo que se ha puesto muy de moda, también en las personas que están pasando por un proceso de demencia. "Me parece durísimo que releguemos a esta gente a una esquinita para que pase su proceso como buenamente pueda. No nos estamos preocupando por cómo están viviendo lo que tienen en la cabeza".
El tabú de la sexualidad femenina
En la novela, la llegada de una chica que se dedica a cuidar a Olvido revoluciona su mundo, incluido un extraño despertar del deseo sexual que confunde aún más a la anciana. Una historia de amor en la que la protagonista no solo quiere a esta chica, sino que también quiere ser ella, viendo en su juventud y lozanía todo lo que desea para sí misma.
Peró refleja aquí una sexualidad femenina sin tabúes, erótica y sucia, pero también sensible y delicada. "El libro es un ejercicio de honestidad, no solo de mis inseguridades y mi miedo a la vejez, sino que intenta relatar cosas que no he podido ver antes ni en las pelis ni en los libros, como la sexualidad femenina en la vejez e incluso la sexualidad femenina en general. Si vieras el sexo a través de una mirilla, el sexo real, no el porno, es así, sudas, manchas, sangras, ves el michelín, te preocupa cómo te huele el cuerpo de repente, cómo te percibes ante los demás. Quería explorar esto desde una mirada femenina. Porque al final estamos muy acostumbrados a pensar y a ver con los ojos de los hombres".
Un feminismo accidental pero efectivo
Otro de los temas que subyacen en esta novela tan estéticamente plástica y fundamentalmente reflexiva es el feminismo. El hecho de que su autora utilice el recurso literario de escribir desde un narrador demente, provoca que muchos prejuicios y convenciones se esfumen permitiendo una capacidad expresiva libre y desapegada.
El feminismo al que apela un personaje como Olvido no parte desde la consciencia, sino desde el accidente y la rebelión. Algo que Peró justifica como una respuesta natural del cuerpo y de la persona. "Odiar, enfadarte o criticar las cosas que te han afectado durante toda tu vida. No es que ella sea feminista, pero lo ha pasado tan mal que acaba rebelándose".
Por esto y por muchas otras cuestiones, este personaje por el que, a ratos sientes rechazo y asco, otras ternura y empatía, acaba siendo tan cercano que lo único que queda al final es la comprensión. Es Olor a hormiga un relato que, más que el miedo a la muerte, explora el terror que supone llegar a una vejez solitaria, demente y sin esperanza. Una historia sórdida y perturbadora que es capaz, al mismo tiempo, de ser hermosa y sensible, para hablar de un proceso inevitable que, tarde o temprano, nos acaba llegando a todos.
Te puede interesar
-
Chaves Nogales, entre los autores que pasarán a dominio público en 2025
-
Arte sin reglas y al aire libre: Glenstone, cuando una fortuna multimillonaria se abre al público
-
El discurso de Garci reclamando un premio para Cerezo como "restaurador" del cine
-
Celos y polarización política en el drama de ‘Maria Stuarda’ de Donizetti, en el Teatro Real
1 Comentarios
Normas ›Comentarios cerrados para este artículo.
Lo más visto
- 1 Cómo el 'caso Juan Guerra' puede afectar al de Begoña Gómez
- 2 ¿Cuándo se aplicará la reducción de la jornada laboral?
- 3 No iba a escribir de la serie de Sorogoyen, pero...
- 4 Los socios del Gobierno se lanzan a por el Rey por la DANA
- 5 Marruecos controla 20% del espacio aéreo del Sáhara Occidental
- 6 El discurso del rey: un mensaje de concordia entre trincheras
- 7 Qué es mejor para ahorrar en la factura de calefacción
- 8 Hacienda perdona las deudas pendientes a algunos contribuyentes
- 9 A Sánchez tendrán que sacarlo en un bloque de hielo
hace 11 meses
«La vejez una enfermedad …». Muy equivocada, pero mucho. Pero de ese error solo se sale con los años. A personas con esa idea es imposible ayudarlas. Una abeja nunca convencerá a una mosca que lo rico es el néctar y no la mierda.