La historia de la literatura está repleta de grandes perdedores. Con casi siempre más pena que gloria, algunos terminaron alcanzando la fama después de una vida de tormentos, otros, menos afortunados, fueron arrastrados sin más por las arenas del tiempo. Stanislaus Joyce es uno de estos antihéroes literarios cuyo recuerdo permanecerá inevitablemente ligado al prestigio de su apellido. Una bendita maldición que lo ha relegado a las páginas menos trascendentes de una historia, la de su vida, en la que siempre será un eterno secundario.
Hermano menor del genio, Stanislaus fue, en palabras del propio James, "la piedra de afilar" que pulió al escritor. Un esparrin emocional e intelectual que siempre creyó en su talento y que ejerció como sustento vital y económico hasta que llegó el éxito de Ulises, y dejó de ser útil para el artista. Condenado a vivir tras la alargada sombra del excéntrico Jim, Stanislaus también dedicó su vida a escribir pero, en este caso, el protagonista de sus escritos acabó siendo también su hermano mayor. Como así lo atestiguan las obras que se le atribuyen: Remembranzas de James Joyce (1950) o El guardián de mi hermano (1957).
Con la intención de arrojar luz y, por qué no decirlo, algo de justicia poética, Diego Garrido (Madrid, 1997), uno de los escritores y traductores que mejor conocen la obra de James Joyce en nuestro país, se ha atrevido a meterse en la piel del hermano olvidado para escribir el Libro de los días de Stanislaus Joyce (Anagrama). El joven autor madrileño ha buscado en esta novela de ficción recrear lo pensamientos, circunstancias y acontecimientos que marcaron la juventud de Stanislaus en un falso diario que refleja la idiosincrasia de este gran perdedor de la literatura irlandesa.
"Este diario real existió, pero no tiene nada que ver con la novela. Cuando estaba en la escuela de cine lo traduje e intenté moverlo en editoriales, pero a nadie le interesó demasiado. En cambio, me dijeron que si tenía cosas inéditas de Joyce, como se acercaba el centenario de Ulises, que eso sí podría interesar", relata el propio Diego Garrido en una entrevista con El Independiente. Este joven estudiante de cine que se especializó en literatura joyciana y publicó, entre 2022 y 2023, una serie de cuentos inéditos y cartas a través de la editorial Páginas de Espuma, y aún está trabajando en el segundo volumen de las cartas inéditas, que verá la luz próximamente.
"Me había quedado la deuda con el hermano pequeño, que era un personaje que me obsesionaba y atraía mucho, y aproveché para escribir una novela en su propio nombre. Lo utilicé para, aparte de narrar su vida real con esa familia tan particular que son todos los personajes del libro, poner en el diario pensamientos suyos y propios, que no me habría atrevido a poner en un personaje que se pudiera confundir directamente conmigo", relata el autor.
Ambientada entre enero y mayo de 1903, esta novela es un reflejo de las frustraciones de un joven irlandés de 19 años que tuvo la fortuna y la condena de crecer al lado de un genio. "Stanislaus es una persona muy rígida que siente que hablar sería traicionarse, porque no va a conseguir comunicar ni recibir el amor, el cariño o la atención que desea. Vive paralizado, mientras que su hermano es una especie de payaso social que sabe llevarse bien o mal con todo el mundo, que siempre tiene algo que decir y se expresa con mucha facilidad. El hermano menor carece de ese refugio de la literatura para poder volcarse. Escribe un diario que, principalmente, trata sobre James, pero este lo lee y lo descalifica, diciéndole que nunca va a ser capaz de escribir prosa. Por eso los va quemando a lo largo de su adolescencia. Aun así, siguió escribiendo siempre".
¿Quién fue Stanislaus Joyce?
El Stanislaus Joyce que pinta Garrido demuestra un carácter obsesivo y excesivamente analítico. Un joven apesadumbrado en su intento por hallar una identidad propia más allá del yugo intimidatorio de su hermano mayor. "En aquel momento, su madre, el único pilar que le quedaba, había muerto, su padre era alcohólico y al resto de sus hermanos, quitando al mayor, no le interesaban lo más mínimo los libros. Era muy difícil en esa casa, en esa ciudad, en ese tiempo, saber quién es él. Evidentemente no quiere ser la sombra de otro, pero a la vez sabe que nunca llegará a ser tan bueno como su hermano. Este libro son los intentos de una persona por saber quién es".
¿Y cómo sería una biografía de Stanislaus Joyce sin nombrar a James? "Es imposible separar a uno del otro, pero era una persona con unas inquietudes intelectuales inusuales para su círculo. Digamos que no tuvo la valentía o el talento, llámalo como quieras, para lanzarse al vacío de la forma en la que lo hizo su hermano. No es que solamente su hermano fuese buen escritor, es que fue el escritor de Ulises. Fue el más moderno entre los modernos y eso a él, desde muy joven, le dejaba completamente paralizado. Como James se fue a la ficción, su reacción, fue darse a la filosofía, las reflexiones, obviar las novelas y los personajes, y desarrollar una escritura más ensayística. Incluso intentó escribir una metafísica a los 14 años que después quemó porque su hermano le dijo que era absurda".
Paradójicamente, el hermano menor desistió de la literatura por tener demasiado cerca el ejemplo de un genio. "Hay una parte del libro en la que dice que a Jim le interesa más la literatura que su propia vida. Quizá esa sea la diferencia esencial entre ambos. Por ejemplo, una cosa que le saca de quicio a Stanislaus es que, cuando su madre muere, su hermano parece actuar como si no se hubiera despedido de ella del todo, porque ya la justificara algún día en un libro. Y eso le pone de los nervios, porque fue un mal hijo mientras ella vivió. ¿Qué más da que escribas un libro sublime sobre ella o le dediques lo que quieras, si ya está muerta y no tendrás oportunidad de enmendar tu mal comportamiento?".
El filósofo que no creía en la filosofía
Según Diego Garrido, para Stanislaus Joyce existían dos tipos de personas, los que consideran a los seres humanos más importantes que las ideas y los que consideran las ideas más importantes que los seres humanos. Fue esa mezcla de admiración desmedida por el talento inalcanzable del literato y su profundo rechazo a la persona que representaba, una de las principales razones por las que decidió pasarse a la filosofía. Pero tampoco terminó de encontrar ahí su sitio. "Pensaba, igual que yo, que uno de los motores principales de los filósofos es la vanidad de haber creado un sistema según el cual ellos, en la inmensa mayoría de los casos, no viven. Y se pregunta de qué le serviría entregarse a la filosofía y dedicar su vida, si no puede creer en ella".
Yo nunca podría ser un filósofo profesional, porque no me creo nada. Cualquier intento serio por explicar las cosas se me hace falso y ridículo. Luego, la mayoría de estos grandes disertadores -arquitectos minuciosos de altas torres- viven como les da la gana o como pueden, olvidan su doctrina y tiran adelante como todos. Son literatos. Quizá filósofo no signifique al fin más que «literato con infulas». (Al menos el literato se sabe mentiroso.) No sé quiénes me dan más rabia, si los humildes o los soberbios. Los Emerson o los Nietzsche (Fragmento de Libro de los días de Stanislaus Joyce, Diego Garrido).
Entre el genio y el mediocre
Lo que terminó ocurriendo después es de sobra conocido, James Joyce se convirtió en el escritor más influyente de la literatura contemporánea y su hermano menor pasó una vida de penurias recibiendo los reveses que el otro esquivaba sin despeinarse. El que se comprometió con la literatura acabó triunfando, mientras el que trató de hacerlo con la vida, fracasó.
"Stanislaus se fue a Trieste a mantener a su hermano mientras el otro se emborrachaba. Cuando empezó la Gran Guerra, James se mudó a Zurich y a Stanislaus lo metieron en un campo de concentración por su relación con el irredentismo italiano. También estuvo a punto de morir en la Segunda Guerra Mundial por antifascista. Cuando su hermano se hizo mundialmente famoso, dejó de necesitarle y la relación se enfrió. Sin embargo, la última carta que mandó Joyce en vida fue a su hermano, justo antes de morir".
El Libro de los días de Stanislaus Joyce recoge el momento, tal vez demasiado prematuro, de cuestionamiento, cambio y conciencia del final de la juventud en el que todo se está perdiendo, pero aún todo es posible. El retrato de un hombre que piensa que está perdiendo su vida por un exceso de pensamiento, alimentando a su vez un pensamiento que no da frutos. Un viaje a la frustración vital de un personaje histórico enredado sin remedio en una eterna lucha contra la mediocridad.
Entiendo que entre el putero y el puritano ha de existir un punto medio. Ahí estoy yo. Los cauchos, los químicos, espermicidas..., todas estas cosas son corrupciones del erotismo. Como es una corrupción del espíritu la total censura del cuerpo y el corazón. ¡Qué fácil es abrazar los extremos! ¡Qué difícil lograr un punto medio! El punto medio se asociará siempre a la mediocridad, y nunca al genio ((Fragmento de Libro de los días de Stanislaus Joyce, Diego Garrido).
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