En ocasiones, un encuentro entre dos desconocidos puede cambiarlo todo. Un tren que paraba en Viena permitió a Céline y a Jesse encontrar al amor de su vida en Antes del amanecer. En Extraños en un tren, el personaje interpretado por Robert Walker seduce a un desconocido para matar a su esposa. En este caso, la ubicación cambia: deja de ser móvil para ser estático. El Museo del Prado es el escenario en el que Pepe conoce a una rancia mujer que observa los cuadros de Goya en El vigilante de sala, el relato del Nobel de Literatura J. M. Coetzee (Ciudad del Cabo, 1940) que inaugura el programa Escribir el Prado.
Mezclando arte y literatura, la pinacoteca y la Fundación Loewe en colaboración con la revista Granta en español ofrecen a distinguidos autores vivir en la pinacoteca. Así, en contacto directo con los cuadros, la solemnidad del lugar les llevará a escribir pequeñas narraciones ambientadas en el Museo.
Así, hace un año, Coetzee hizo de el Prado su hogar. Bebió de Velázquez, de el Bosco, de Picasso y, sobre todo, de Goya. Tras explorar (y explotar) los vínculos entre ficción y artes plásticas, el autor de Desgracia empapa sus hojas de tinta y ofrece a los visitantes del Museo un breve texto, una pequeña historia de casualidades, encuentros y perspectivas. Una novelita que, tal y como el autor dice sobre los grandes pintores, "nos enseña a sentir".
El vigilante de Goya
Volvamos al encuentro. Pepe, que trabaja como vigilante de seguridad en el Museo del Prado, ofrece una botella de agua a esta extraña mujer que observa Perro semihundido, de Goya. Ella es Elizabeth Costello, célebre alter ego del autor que ya ha aparecido en varias de sus novelas. El cuadro le recuerda a su marido, que falleció ahogado en una playa de Almería. ¿El perro está hundiéndose o saliendo a flote? ¿Luchando contra la vida o contra la muerte?
Pero no todo encuentro es positivo, al igual que no todo cuadro es agraciado. Tomemos Saturno devorando a sus hijos, por ejemplo. La raquítica figura de un padre engullendo a un recién nacido que se asemeja a un muslo de pollo produce horror, desazón e incluso náusea. Las Pinturas Negras de Goya son así. Goya es así. Oscuro, colosal, hambriento.
Cuestión de perspectiva
Un mismo encuentro, pero dos perspectivas distintas. Ella escribe un relato sobre el desconocido que trabaja en el Prado. En él, Pepe es un hombre-cerdo, como el que Goya describe en La boda. Un vigilante de sala baboso que molesta a una anciana mientras esta disfruta del arte. "Es una mentira de cabo a rabo", lloriquea Pepe.
El lector conoce cómo ha ido el encuentro. Sabe cómo ha sido, y lo que ha pasado. Como en el arte, es todo cuestión de perspectiva. De cómo te acerques al cuadro y cómo quieras mirarlo. De cómo conozcas a alguien y de cómo recibas sus palabras. Coetzee entiende el Museo del Prado como un templo para el que busca respuestas. Como un santuario para el que encuentra su verdad.
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